01 abril 2012

Vándalos

Leo en la prensa que algunos vándalos –es imposible que el daño lo produjera un energúmeno en solitario– han destrozado una pequeña glorieta del Parque de María Luisa en Sevilla (en la imagen), concretamente la glorieta de Rodríguez Marín de la plaza de América, un espacio concebido originalmente para el descanso y hasta la lectura, cuenta incluso con unos anaqueles de obra pensados para albergar libros allá por la fecha en que se construyó, hace casi un siglo. No es la primera vez ni, es de temer, la última, pues este parque, donde abundan los azulejos y la cerámica, es la víctima escogida con frecuencia para dar rienda suelta a esos instintos de bestias que poseen más individuos de los que cabría esperar.

Es triste tener que decir esto, pero el destrozo de objetos en este parque es casi diario y requiere siempre una inversión de dinero y tiempo bastante elevado, pues la cerámica destruida es realizada por artesanos a partir de los originales. En este caso, la reparación de éste y otros daños recientes en esa plaza han sido presupuestados en 44.000€. Todo ello a costa del contribuyente y a costa de emplear un dinero que sería mucho más lógico aplicar a otros fines más provechosos.

Desgraciadamente, se comprueba que es en el sur donde con más frecuencia se dan estas acciones, pues no he visto daños semejantes en el parque Güell de Barcelona (por poner un ejemplo) o en las numerosísimas construcciones recubiertas de artísticos azulejos que es fácil encontrar por casi todo Portugal, ¿hay más civismo o más vigilancia?

La existencia y proliferación de esta subespecie humanoide debe preocuparnos por lo que supone de peligro para el patrimonio común y por el desmesurado coste de su reparación, pero más aún debe preocuparnos la falta de una formación mínima de esos delincuentes y la impunidad con la que continúan actuando, porque es evidente que no puede haber una cámara de seguridad en cada rincón ni un policía detrás de cada ciudadano.

¿Qué es lo que está ocurriendo? Lamento decir que cuando yo era niño o jovencito estos destrozos no tenían lugar, claro que una dictadura como la que entonces sufríamos es un precio muy elevado que ni todos los azulejos del mundo merecen, pero no estarían de más unas leyes promulgadas ex profeso, que castigaran con elevadas sanciones económicas, servicios a la comunidad por periodos prolongados y hasta la cárcel estos delitos, pues resultarían ejemplarizantes para su evitación en un futuro. Sería interesante realizar un perfil psicológico de quienes cometen estas atrocidades, pero creo que sólo confirmarían lo que todos intuimos: hay en la educación escolar y familiar una excesiva permisividad que abunda en los “tengo derecho a” y escasea en los “tengo la obligación de”

No quiero olvidar la responsabilidad que la prensa tiene en los daños a la propiedad pública o ajena, pues estoy harto de ver cómo jalean a esos otros vándalos –«artistas urbanos» para esa prensa–, que pasean con sus sprays por la ciudad ensuciando todo lo que encuentran, porque grafitis artísticos hay pocos y aun así nunca deberían realizarse sin permiso del propietario de la superficie que se ensucia. Y conste que lamento que en esta ocasión mi opinión sea la misma que la de la actual alcaldesa de Madrid. Sí, me estoy refiriendo a esa señora que en ningún momento fue elegida democráticamente para ese puesto; nos ha sido colocada de matute como una magnificación del nepotismo.

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