21 julio 2012

De iguales, nada

Contemplo la foto de la actual vicepresidenta Soraya Sáenz que ilustra esta entrada y exclamo: ¡qué elegancia!, ¡qué sensualidad!, ¡qué clase!...

Ya ve, usted o yo podemos mentir y estoy seguro de que ambos lo hemos hecho al menos una vez, pero resulta estúpido o malicioso afirmar por eso que somos iguales. Hay mentirosos compulsivos, por cortesía, de conveniencia, desvergonzados, continuos, etc. y a esas diferencias se junta la frecuencia con que se miente y la cantidad de mentiras que se esté dispuesto a lanzar para defender una mentira anterior.

Ni por asomo se puede decir que todos esos tipos de mentirosos sean lo mismo unos que otros, por eso me parece una generalización malintencionada afirmar eso de que todos los políticos son iguales; es tan falso como sostener que todas las personas son iguales. No es lo mismo un político como Eduardo Zaplana que afirmaba eso tan conocido de «estoy en política para forrarme», que otro como Gaspar Llamazares quien, pese a contar con numerosos enemigos, todavía no ha podido ser sorprendido ni siquiera arrojando un papel al suelo.

Por descontado que todos los partidos políticos tienen en común contar en sus filas con políticos a los que mejor no confiarles ni un periódico atrasado, pero importa mucho su número y hasta dónde son capaces de llegar en su comportamiento. No todos son iguales, por más que algunos se empeñen y guardo un chiste de Forges donde el típico cacique con bigotito está diciendo esa frase acerca de la igualdad de todos y un hombrecito le contesta “eso es lo que les gustaría a ustedes”. No todos son igual de mentirosos ni tampoco son capaces de llegar al mismo nivel de insulto al contrario, ahí tenemos a la diputada Andrea Fabra o al propio Rajoy y todavía conservo –descargada de la red– una relación de los graves insultos dirigidos desde el PP al entonces presidente Zapatero –nunca devueltos– en el bienio 2004-2005, en aquel periodo de gobierno casi sin tacha y mucho antes de la crisis donde ese presidente no tuvo una gestión que le hiciera merecedor de una medalla.

Hay donde escoger en la actualidad, pero por fijarnos en dos, ahí tenemos a Soraya Sáenz y al presidente Rajoy quienes, cuando ya casi alcanzaban el poder, una vez convocadas elecciones para el 20 de noviembre pasado, no paran en sus promesas de llevar rápidamente al país a la senda del crecimiento y acabar con el paro. Concretamente, Soraya Sáenz afirmaba aquel mes, con la prima de riesgo en 360 puntos, que ese valor desmesurado tenía un nombre y apellido y que era José Luis Rodríguez Zapatero quien provocaba desconfianza en Europa. Ayer, 20 de julio esa prima cerró en 610, tras haber alcanzado en la mañana los 640, ¿le ponemos nombre y apellido a este diferencial?, ¿o ahora la responsabilidad de ese valor es imputable al maestro armero? También afirmaban que el capital tenía miedo de Zapatero, pero ahora se sabe que en el periodo enero-julio de 2011 vinieron a España 22.000 millones de euros; en igual periodo de este año, huyeron... 219.817 millones. Y es que hasta el capital sabe lo peligroso que es un imbécil de ojos extraviados.

Lo peor es que son mayoría los ciudadanos que creen, porque así se lo repiten cada día, que la culpa la tiene la herencia recibida y que no hay otra manera posible de actuar frente a la crisis, ignorando lo que muchos economistas advierten que va a suceder por este camino, olvidando las propuestas de esos economistas y que Islandia eligió un camino exitoso que no incluía el despojo de la población.

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