28 abril 2014

EE.UU., el gran bienhechor

Un amigo de la adolescencia al que aprecio, pero que no destaca precisamente por sus sentimientos progresistas, me envió el mes pasado uno de esos correos que se difunden por las redes de manera exponencial y cuyo autor era –o parecía ser– uno de esos sudamericanos situados ideológicamente a la derecha de Pinochet o Videla.

El correo presentaba una defensa de los EE.UU. hecha con brocha gorda, sosteniendo la idea de que –literalmente– ese país era una especie de benefactor planetario. No merece la pena elaborar una argumentación detallada contra el panfleto porque es de planteamientos tan simples que evidentemente está elaborado por alguien con pocas neuronas y destinados a sus semejantes de igual dotación cerebral, hasta el punto de que atribuye a EE.UU. la concesión de los premios Nobel. No obstante, son más de lo que parece quienes piensan que efectivamente los EE.UU. han sido, desde la finalización de la 2ª Guerra Mundial, algo así como los abanderados de la paz y la justicia mundial y por el contrario la URSS la encarnación de todos los males. Todo el mundo sabe de Siberia, el Gulag, etc., pero nadie parece acordarse de Guantánamo o de esos miles de norteamericanos de ascendencia japonesa que fueron internados en campos de concentración al inicio de la 2ª G.M. simplemente por tener los ojos rasgados.

En realidad bastaría con recomendar el visionado de la serie de televisión dirigida por Oliver Stone llamada «La historia no contada de los EE.UU.», emitida en TVE2, donde con pruebas y documentación exhaustiva se relatan los atropellos y crímenes cometidos por ese país desde la 2ª G.M. hasta casi nuestros días, pero de momento voy a dar unos datos para que pueda compararse la agresividad de la URSS y de EE.UU. por algunos aspectos de su expansión militar.

Según datos facilitados por el Pentágono en 2005, los EE.UU. tienen 737 bases militares situadas en 63 países y presencia militar en otros 93 países más, con un total permanente de 255.065 militares destacados en ellas. Esto incluye la base de Guantánamo que, para quien no lo sepa, se trata de un territorio retenido por EE.UU. tras la independencia de Cuba –supuestamente arrendado a perpetuidad desde 1903– con una superficie de más de 115 Km2 (la de Rota tiene 27 Km2, Gibraltar 6,8) y en la que se encuentra el famoso Centro de Detención. Ni que decir que esta base se retiene contra la voluntad de Cuba, pero es inútil lo que este país haga ante la ONU o cualquier otra instancia, porque el peso de EE.UU. es gigantesco y arrasa cualquier legalidad.

Durante la existencia de la URSS, ésta tenía lógicamente bases en algunas de las repúblicas que la componían, hasta un total de 11. Ignoro si continúan existiendo, aunque sabemos que algunas de ellas persisten, como la naval de Sebastopol, ahora de actualidad por los sucesos de Crimea y Ucrania. En el extranjero tenía una base en Vietnam (ya cerrada), una en Cuba (ya cerrada), otra en Venezuela con 200 hombres y una última en Siria con 350 militares. Eso es todo.

En cuanto a China, sólo posee una base en el extranjero (no se contabilizan los bazares de Todo a 100).

A esto hay que sumarle que desde tiempo inmemorial, la URSS –hoy Rusia– ha estado rodeada de misiles apuntando a su territorio, desde bases situadas en países fronterizos. Por el contrario, en una ocasión allá por octubre de 1962, la URSS comenzó a instalar misiles en la isla de Cuba y la reacción de EE.UU. fue ponernos al borde de la guerra nuclear y sólo el paso atrás de los soviéticos consiguió evitarla.

Existe la creencia generalizada de que las dos bombas atómicas que por orden del presidente Truman fueron arrojadas sobre Japón en 1945 sirvieron para acortar la guerra. Documentos publicados en los propios EE.UU. muestran que esa creencia es absolutamente falsa y que ni acortó ni alargó la guerra, lo que los americanos deseaban dejar claro con aquel genocidio era que quien se la hacía la pagaba y al tiempo mostrar a su enemigo en ciernes, la URSS, el poder de las armas que poseían.   

En realidad, mostrar la agresividad de EE.UU. desde el siglo pasado es una tarea que requiere tiempo y espacio, pero que no es difícil exponer porque datos hay más de los precisos, existen muchos libros y textos que documentan esa historia. En todo caso insisto, vean esa serie de Oliver Stone y quizás se llevarán una sorpresa. Para quien sienta curiosidad por la historia, resultará además muy amena.

1 comentario:

Enriqueta dijo...

Me he quedado de piedra, y como siempre, tu artículo ha servido para enriquecer mi conocimientos.
Espero que nunca se agoten tus dotes de información.
Gracias Mulliner.