26 enero 2015

Seis meses después

Me costó trabajo decidirme a cerrar el blog –quizás debería decir dejarlo en hibernación– hace ya casi seis meses, produce escalofríos ver cómo pasa el tiempo. Como se pueden imaginar, también he pensado y repensado lo de abrirlo de nuevo. Aquella decisión se ha tambaleado algo ante la insistencia de un par de amigos para que revierta esta postura y aportaban su razonable argumentación de que si voy a seguir escribiendo, mejor ponerlo aquí y que se airee aquello que pienso sobre algunos asuntos. No sé, quizás soy demasiado indeciso, quizás aquellos argumentos que daba para el cierre siguen pesando en mi ánimo porque siguen siendo ciertos…

La cuestión es que he decidido volver a poner algunas entradas, pero sin considerarme obligado a ninguna frecuencia determinada y también considerando la posibilidad de no publicar algunos de los artículos que escribo porque me parece que a veces tienen demasiado parecido con unas confesiones y esas son cosas que no me gusta exponer ni seguramente agrade en exceso a quienes entren por aquí. No siento excesivo entusiasmo por los británicos como individuos, pero hay características suyas que me agradan y procuro seguir, entre otras, la exigencia de un espacio físico propio, no me entusiasman esas efusiones tan hispanas de los abrazos, los palmoteos en la espalda y el toqueteo en los brazos u hombros mientras hablamos con otros o ese arrimarse en exceso a y de los demás cuando no hay necesidad o viajamos en transporte público.

Durante este tiempo he seguido leyendo algún blog que me gusta por su sentido del humor o por el tema al que se consagran, hay de todo, aunque ya decía que sobran blogs y faltan lectores, porque a fin de cuentas los españoles somos poco dados a leer, pese a esa encuesta publicada en la prensa en donde se decía que posee un cierto hábito de lectura nada menos que el 63% de la población. Cifras que sorprenden, también cuando vemos que el país en el que, de promedio, más tiempo se dedica a la lectura es la India, que casualmente tiene una tasa de analfabetismo superior al 39%. Y eso no es nada, en Finlandia dicen tener un promedio de 47 libros por habitante y año. Difícil de creer lo uno y lo otro, salvo que en ese hábito de lectura incluyamos los cómics –antes llamados tebeos– o el Marca como válido para la estadística, ya pudimos ver no hace mucho que nuestro ínclito presidente de gobierno parece no separarse de ese diario, es lo máximo que el pobre hombre parece que puede dar de sí. Su verdadera profesión –nunca abandonada– de registrador de la propiedad, induce a pensar que probablemente tiene buena memoria y seguramente pocas entendederas.

Quizás haya influido también en mí para esta especie de reapertura que el que fuera mi mejor amigo durante la adolescencia haya iniciado recientemente su propio blog, tan apasionante por cierto como la imagen por defecto del escritorio de Windows XP: ¿recuerdan?, una verde colina, un cielo azul y unas poquitas nubes. Por cierto que este amigo, siguiendo su tradición de desentenderse de asuntos menores o labores manuales, se ha buscado entre sus amigos más cercanos un escudero –webmaster le dicen–  que le evite la para él humillante y agotadora tarea de crear y mantener el blog e insertar sus ocurrencias. Suerte.

Es este bloguero novel el mismo que hace años, al inicio de la existencia de éste mi blog, me anunció su intención de no leerme porque ya sabía lo que yo iba a escribir, una clarividencia que he de confesar que me produjo enorme envidia, porque yo mismo ignoraba lo que iba a poner. Coincidiendo con las vísperas de la aparición de su blog, me anunció su propósito de leerse todas las entradas del mío, una a una; me temo que va a necesitar tiempo para no empacharse. Además, MIENTE.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por lo que a mí respecta, y reconociéndome -aunque desdibujado- en esta tu reentrada, tengo que decirte gracias. Gracias por reincidir, gracias por deshibernar tu blog, gracias por airear tus pensamientos, gracias por aventar tus críticas sobre tantos y tantos aspectos de nuestra vida merecedoras de ellas. Tendremos que respetar tus tiempos y tus temas, sabiendo –como nos anuncias y no podría ser de otro modo- que marcarás a tu antojo frecuencias y confesiones. Te animo a atender en ello más a tus gustos que a los posibles agrados de tus lectores. No nos asustarán rocosos acantilados, negros nubarrones o amenazadoras tormentas.

Y te confieso que me agrada creerme incluido entre ese par de amigos insistentes.

Alfonso.