12 febrero 2015

Y ahora... ¡¡sin música!!

Ya he comentado en alguna entrada el estado de postración en que –a mi inmodesto juicio– se encuentra la música popular, sea pop, rock o cualquier otra. No es tampoco una idea absolutamente mía, pues cualquiera pudo leer hace unos meses el estudio que mediante ordenadores llevó a cabo una universidad de EE.UU. o Reino Unido (no recuerdo exactamente) y que había llevado al descubrimiento de que no había nada nuevo en música popular desde finales de los 70, porque desde entonces prácticamente todo ha sido ruido, mala repetición y plagio de lo anterior, algo que muchos ya intuíamos. Se ha perdido el amor y el respeto a la música.

He calificado de desagradable y penoso para un auténtico amante de la música los ídolos actuales, desde Lady Gaga a Justin Bieber, pasando por Miley Cyrus, Rihanna, Nicki Minaj (a las que parece que la ropa les estorba para cantar) y tantos esperpentos a los que la juventud adora y que llenan estadios, con sus fans incluso haciendo cola ante las taquillas de esos estadios durante días –con sus noches– para tratar de conseguir una entrada que les permita reverenciar de cerca a esos monstruos de la música. Es curioso que la mayoría de las estrellas musicales del momento sean femeninas y que ellas sean partidarias de exhibir el máximo de su superficie corporal mientras actúan. ¿De verdad estas estrellas "cantan" o simplemente disponen de buenos físicos, buenos mánagers, buenas mesas de sonido y todo ese hardware y software que oculta la realidad sonora?

Por supuesto y para que no parezca que detesto sólo a los músicos jóvenes, en entradas anteriores he manifestado mi desprecio por viejas glorias que todavía andan dando la murga, desde Madonna a los ya vetustos Rolling Stones, de los que pienso que nunca aportaron nada a la música, sí al escándalo, al espectáculo. La simiente de lo que ahora estamos padeciendo.

La fórmula es sencilla y los agentes y mánagers musicales deben tenerlo en un manual para entregar a las futuras estrellas de la música. Hay que partir de una situación de fama anterior por lo que sea o bien disponer de un cuerpo que sea una base aceptable para lo que se hará a continuación. Se les pone un kilo de silicona en cada seno (hay mucho varón sin cerebro) y lo que aguante por otras partes, y ya está. Bueno, con la advertencia añadida de que deben tatuarse aquí y allá y que al menos uno de esos tatuajes esté en un lugar íntimo que más tarde puedan exhibir por todas partes y ocasiones como fotos y vídeos robados.

Como nueva opción para desterrar la música de las manifestaciones musicales, florecen los concurso de "tocadores" de guitarra sin guitarra y parece que se lleva la palma el de Oulu, en Finlandia –Air Guitar Festival–, un lugar al que acuden multitud de espectadores para presenciar cómo unos convulsos participantes de varios países fingen tocar la guitarra gesticulando en el vacío. Lamentaba la presentadora del telediario que daba la noticia que no concursara ningún español... ¡una auténtica calamidad, oiga!

Ahora todo vale y la música es sólo una entelequia y para la mayoría, un producto de consumo de masas. Si aparecieran desde el más allá The Platters o Elvis Presley o la mismísima Concha Piquer –por poner sólo tres ejemplos– pensarían que habían aterrizado en un extraño planeta de perturbados. Y tendrían razón.

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