20 mayo 2019

Las mujeres y los niños... ni hablar

Cojamos el Titanic −o el Andrea Doria, que nadie se acuerda de él−; en el naufragio del primero murieron unas 1.500 personas y en el caso del otro unas 50, bastantes menos ciertamente, pero es que el segundo se hundió en 1956, ayer como quien dice. Ya sabemos que la importancia de las tragedias parecen medirse según el peso en kilogramos de los fallecidos.

¿Qué es lo que se oía cuando ambos barcos empezaron a hundirse? Ya lo saben: ¡las mujeres y los niños primero!, diga lo que diga la película que lanzó a la fama a Leonardo diCaprio. ¿Y eso por qué?, pues porque la especie humana tuvo desde siempre un fuerte sentimiento de supervivencia y de ahí el deseo de preservar a las mujeres y niños de todo mal, las primeras como hembras que pueden ser fecundadas y los segundos como crías que representan el mañana.

¿El mañana? Yo diría más bien que representan el ayer, puesto que la raza humana no se extingue ni de broma, si acaso desaparecerá precisamente aplastada por esa natalidad que nos lleva de cabeza al exterminio. Yo apuesto lo que quieran a que el final será antes del siglo XXII, ya verán cómo no me equivoco.

Y es que no hay planeta para todos con  lo que eso implica: no habrá para todos ni comida, ni agua, ni trabajo, ni vivienda, ni espacio, ¡ni siquiera aire! No hay más que mirar las cifras de habitantes de cualquier país o ciudad en una fecha reciente, pongamos que 1960, y ver las actuales para sentir un estremecimiento. En 1960 éramos 3.032 millones en todo el planeta; actualmente nos acercamos a los 8.000 millones. ¿Se imaginan a finales de este siglo?, ¿y en el siglo XXV (que nunca llegará)? Para mejorarlo, esta semana publicaba la prensa que en España −y no es el único país− ya hay más perros que menores de 15 años.

Resulta que el hombre blanco se empeñó en llevar medicinas y vacunas a África, India, etc., pero se le olvidó explicar a los que recibían esos adelantos que esas novedades deberían ser acompañadas de una reducción en el número de hijos, y a la vista están los resultados. Conocí a una keniata hace un par de años, que afirmaba que su país estaba fenómeno y que la gente vivía de lo mejor, que en Uganda sí que estaban mal; vale, pero ella tenía diez hermanos y de momento se vino a vivir a España, pese a que de inicio ni siquiera conocía nuestra lengua (ni de inicio ni de final, tenía poca idea de español). Ahora que vayan a contarle a sus hermanos que no se reproduzcan demasiado, que reciclen los plásticos, las botellas (¿qué botellas?)... Antes de que aprendan a contenerse en la producción de hijos y de que tengan todos esos contenedores de colores que tenemos por aquí, se habrá acabado el partido.

Las mujeres y los niños primero... ¿se refieren a esas mujeres cuyo mayor éxito es la guerra que han declarado a los hombres?, no tengo muy claro si para exterminarnos o someternos (más). ¿Se refieren a esos niños y niñas que ya no aprenden modales ni principios y que cuando van al instituto se hacen fotos y vídeos desnudos con el móvil para subirlos a la red? Quizás se refieran a mujeres como esa a la que cedí el paso en la entrada a un comercio y que por semejante villanía me montó una bronca de padre y muy señor suyo, por machista. Lo cierto es que la mujer no es ese ser tierno y más "débil" que el hombre a la que conocíamos o creíamos conocer.

Seamos prácticos: si en uno de esos fantásticos cruceros −a los que yo no iría ni atado− el enorme barco comienza a irse a pique, ni se les ocurra dar prioridad a las féminas o a los tiernos infantes. Intenten subirse a un bote salvavidas pisoteando si es preciso a los más débiles y después eviten que suba nadie que no sea hombre hecho y derecho. Los demás ya no merecen la pena.