22 julio 2020

Recargables

A los desprevenidos habitantes del siglo XXI se les vino encima una amenaza desconocida hasta entonces: los aparatos de baterías recargables. Surgieron en realidad a finales del XX en forma de teléfonos móviles que todavía no se llamaban smartphones porque eran lo que se consideraba como no-inteligentes, puesto que entonces todavía podían serlo quienes los portaban. Hoy eso ha cambiado: los aparatos (sus fabricantes, en realidad) son los auténticos inteligentes y quienes los utilizan son más zombis que auténticos seres humanos, van siempre con la cabeza inclinada para ver la pantalla del aparatito y en algunas localidades han llegado a instalar semáforos en el pavimento porque estos seres están tan aislados de la realidad que llegan al extremo de cruzar las calles sin mirar si vienen coches, causando una gran pérdida a la humanidad tras ser atropellados por algún vehículo. Selección natural, que dice un joven que conozco.

El caso es que cuando aquellos móviles fallecían por agotamiento permanente de la batería había posibilidad de comprar una batería nueva y cambiarla. Cierto que las baterías eran caras y difíciles de encontrar, aparte de abundar en imitaciones de ínfima calidad, así que el personal optaba por comprar un nuevo móvil con gran contento del fabricante.

Más tarde, al aparecer los llamados smartphones, los fabricantes, visto lo fácil que era timar a la clientela, optaron por la batería integrada y no sustituible, lo que significaba que junto con una duración de la batería intencionadamente reducida, había que cambiar de móvil cada dos o tres años aunque a muchos esto le sabía a poco y cambiaban cada año para tener el último grito en gadget y así poder presumir entre los otros pamplinas de su entorno de estar a la última y poseer dinero para ello. Para este fin son especialmente recomendados los aparatos de la marca Apple llamados iPhone que aporta un valor añadido de aparente poderío económico. Si le sabe a poco siempre tiene la posibilidad de comprar además una iPad que es como un móvil pero a lo bestia.

No son solo los teléfonos móviles los sujetos de esta estafa tecnológica, los ordenadores portátiles (llamados laptops por los insaciables de barbarismos) son también víctimas de este truco de las baterías recargables. Usted se compra uno y se entusiasma al comprobar que puede utilizar el aparato unas pocas horas −dos o tres a lo máximo− de manera autónoma olvidando que si las baterías de los móviles duran poco las de los PC portátiles entran de lleno en la categoría de efímeras. 

No ha transcurrido un año desde la compra cuando ya se plantea comprar una batería de repuesto, porque el magnífico portátil lo es tan solo en sentido de que puede llevarse de un lado a otro, pero no en el de que pueda trabajarse con él en cualquier ubicación sin un enchufe a mano. El último invento de los fabricantes es la batería no recambiable, integrada en el aparato, con lo cual poseer y usar un portátil pasa a ser tan costoso como tener una amante. Claro que una amante no sirve para leer la prensa o hacer la declaración de la renta...

Enloquecidos por el éxito del timo de las baterías recargables, los fabricantes de artilugios, visto lo fácil y rentable de engañar al personal, han decidido colocarla en todo tipo de aparato que se pueda imaginar: cepillos de dientes (yo he tenido que tirar varios a causa de las fenecidas baterías, d.e.p.), reproductores de mp3, aspiradoras, relojes inteligentes, maquinillas de afeitar, cortadores de cabello, consoladores −¿puede imaginarse el agotamiento de la carga a mitad de faena? −, libros electrónicos, patinetes, consolas, auriculares inalámbricos, automóviles, etc.    

Cierto que, salvo los PC y los automóviles, todos esos chismes podrían llevar pilas ordinarias, que son baratas y cada día duran más, pero entonces ¿dónde está el negocio?