12 octubre 2020

Actualízameeee

Trataba en una entrada reciente anterior sobre el timo de las baterías recargables −sobre todo de móviles y portátiles− y me parecería poco serio dejar de lado otro timo habitual a los poseedores y usuarios de móviles.

Raro es el día que cuando por la mañana va a echar un vistazo a su dispositivo favorito no se encuentra con la petición de actualización de alguna app, algunas veces apremiándole para que la lleve a cabo. Puede que lo encuentre natural y justificado, pero no hay nada de eso, es simplemente algo muy parecido a la extorsión o el abuso.

Me doy cuenta de que estoy refiriéndome más a mi caso que al de la mayoría de los usuarios, estos suelen tener establecido en su móvil que las app se actualicen automáticamente cada vez que la empresa propietaria lo requiera y no controlan voluntariamente esos procesos. Simplemente se dejan hacer.

Supuestamente, las actualizaciones de aplicaciones pueden obedecer a dos diferentes razones: las mejoras o ampliación en sus prestaciones o la corrección de un error detectado. ¿Han notado en cada actualización −en muchos casos son semanales− alguna mejora? Yo no he notado nada nunca, si acaso un cambio en la interfaz para justificar alguna vez las molestias. ¿Funcionaban dando algún error esas app, error que se ha corregido? Ni hablar, es difícil que esas aplicaciones tan sencillas tengan errores y desde luego no se arreglan tras la actualización, porque no existe tal actualización. Entonces, ¿para qué tantas actualizaciones? Pues por supuesto no lo puedo afirmar con rotundidad y no poseo pruebas, pero tengo fundadas sospechas de que simplemente se trata de tenernos atentos a la aplicación y que no la dejemos ahí sin acordarnos de ellas una vez descargadas. Algo sé de lo que hablo.

En los inicios de todo esto de los smartphones y las tabletas, un amigo me comentó varias veces totalmente asombrado que le maravillaba que pusiesen a disposición de los usuarios tantas aplicaciones gratuitas. Pobre hombre, no existe tal gratuidad porque las empresas propietarias obtienen a cambio diferentes pagos. Siempre publicidad; en el caso de los bancos, consiguen descargar de trabajo otros medios de comunicación con el cliente y hacerle ofertas económicas apropiadas a sus medios o situación social, en otros se apoderan de nuestros datos personales nos guste o no, ante la indiferencia y pasividad de la mayoría de los usuarios que lo permiten.

Seamos sinceros: todo el mundo pone el grito en el cielo si considera que se ha violado su privacidad −una privacidad que es cualquier cosa menos virgen− si el Estado utiliza ciertos datos que no requieren identificar al usuario, para estadísticas fiscales o con propósitos sanitarios. Sin embargo, aceptan sin titubear cualquier petición de una app que acaban de instalar para acceder a los contactos, ubicación, las fotos o documentos inicialmente privados. ¿Privacidad?: no me hagan reír.

Mil veces que lo pienso, mil veces que no lo entiendo. ¿Cómo puede ser que los españoles, casi en su totalidad, hayan entregado sin recelo su intimidad a mil empresas a la que solo interesa elaborarles un perfil comercial para enviarles publicidad personalizada y usar sus datos personales para aquello mediante lo que puedan sacar algún beneficio. Para esas empresas no somos ciudadanos, solo especímenes a los que se les puede sacar provecho.

Hablando de provecho: hoy leo en portada del diario El País que «El 67% de las apps para niños de entre tres y cuatro años venden sus datos a terceros». A la vista de esta indecencia, producen risa los escrúpulos de quienes no quieren que el Estado use sus datos anónimamente para estudios estadísticos. Qué fineza. 

Sin duda existe una dejación en el Estado que tiene la obligación de protegernos de abusos de terceros ante los que nos encontramos indefensos −física o intelectualmente− y dejación también de los usuarios que aceptan mansamente, como simples ovejas, lo que quieran hacer con ellos.

Este asunto es algo parecido a cuando usamos mata cucarachas para acabar con esos desagradables bichos. ¿Por qué no usamos insecticida normal, del de los mosquitos? Pues porque usamos insecticida personalizado. Esa es la personalización de la que hablan ahora las empresas.