¿Cuántas veces han oído o leído últimamente la palabra runners?, si miran en el diccionario de inglés verán que su significado es corredores. ¿Y lo de riders para referirnos a esos esclavos modernos que montan en bicicleta yendo de un lado a otro llevando una caja en la espalda donde almacenan nuestro encargo de un restaurante o lo que proceda?; por cierto que significa jinetes, entonces, ¿qué necesidad hay de acudir a un vocablo inglés? Pues que hay que ser o parecer modernos, porque la modernidad mola.
Apenas oí eso de querulancia me apliqué esta dolencia o, mejor dicho, entendí que muchos otros estarían entusiasmados de aplicarme este calificativo. Porque la verdad es que me cuesta quedarme callado cuando observo o sufro algún atropello, porque está generalizado; los atropellos son constantes y numerosos, aunque haya sufridos que ni se den cuenta o consideren de rojo peligroso rebelarse contra ese abuso. Lo de rojo no es broma, conocía a alguien que pensaba así de los que reclamaban.
Con esa excusa que vale para todo, hablo de la globalización, parece que se ha abierto la veda del ciudadano y por lo tanto se acabó el trato más o menos individualizado, ahora somos solo un espécimen más o menos humano. Recuerdo lo que me ocurrió hace ya bastantes años, que es muy significativo. Resulta que tras un viaje a EE.UU. traje de allí un teléfono de sobremesa que era −entonces− una maravilla nunca vista, así que tiré el trasto con el que me apañaba hasta entonces y coloqué el prodigio tecnológico en mi mesa. Yo entonces era usuario frecuente de la "llamada en espera" y por lo tanto de la tecla "R" que regula el paso a uno u otro llamante, pero resultaba que la tecla no funcionaba, así que llamé a Telefónica (entonces era mi operadora) y le conté mi problema. Me pasaron con un técnico al que relaté mis penas y de inmediato me tranquilizó diciendo «no se preocupe, la tecla R es una puesta a tierra y simplemente en EE.UU. esa puesta a tierra tiene una duración de fracción de segundo diferente que en Europa, pero ahora mismo ajusto su línea para ese aparato». Así debió hacerlo y de inmediato mi tecla funcionaba como dios manda. Era una persona que sabía lo que hacía y quería hacerlo.
Transcurridos cinco o seis años la tecla dejó de funcionar de nuevo, así que llamé a Telefónica muy ufano porque hacía poco que esa compañía había estrenado lo que llamaban "atención personalizada". Muy "personalmente" me informaron de que ya no se andaban con pamplinas y que más me valía cambiar de aparato telefónico. Punto final.
De manera que, si ya no lo consideran así, cuando una compañía de servicios le hable de su "atención personalizada" ya sabe que no le van a hacer ni pajolero caso, porque esa expresión se refiere en cualquier caso al tiempo que media entre la compra del artículo o la toma de contacto con la compañía y el pago del objeto o la firma del contrato; después de ese momento olvídese de atención de cualquier clase. Eso sí, le tutearán en señal de cercanía y afecto extremo.