31 mayo 2021

Bazar

Primero me ocurrió con un banco, después −como en los chubascos− las ocasiones han ido menudeando; Seguridad Social / Compañía Eléctrica / seguro médico / banco / etc., hasta que ahora llegamos a un extremo en el que ya no se reprimen o esconden: usted no existe si no tiene móvil y punto. Incluso la agente de la compañía eléctrica no pudo ser más clara y cuando le pregunté qué pasaría si yo no tuviera móvil −lo tengo, pero no me gusta ni lo uso− me respondió con toda frescura "usted no podría contratar con nosotros", y se quedó tan tranquila. Y todo el mundo satisfecho porque tiene móvil y lo usa, aunque estén colaborando en la implantación de un 1984 en peor versión.
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Ha habido recientemente un episodio muy comentado consistente en la invasión de marroquíes y subsaharianos a la ciudad de Ceuta. Pido disculpas si alguien se siente agraviado por el empleo de la palabra "invasión", pero querría recordar que cuando los árabes invadieron España en el año 711, permaneciendo aquí durante unos 780 años, fueron en un número estimado menor de 10.000 africanos, según los historiadores más informados. Ahora, han entrado en Melilla más de 9.000, empujados por el sátrapa Mohamed VI. Díganme si no es número suficiente como para calificarlo de invasión, independientemente de lo que digan en Vox, que es algo que me trae sin cuidado, pero tengo que recordar que si un reloj parado marca dos veces al día la hora exacta, hasta Vox puede acertar en alguna ocasión al calificar unos hechos.
 
A quienes su ciego buenismo les lleve a negar la mayor argumentando algo así como que niños no pueden calificarse de invasores o acaso la frase mágica entre buenistas, vienen buscando un futuro mejor les recordaré lo que dijo el presidente argelino Ben Bella en 1966: “conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres”. Y lo están cumpliendo: solo en España hay actualmente entre 800.000 y un millón de magrebíes. En Europa hay millones de musulmanes de distintas procedencias y han cambiado el paisaje humano, en especial mediante las represivas vestimentas femeninas propias de su religión, ¿por qué se permiten prendas que dificultan o impiden la identificación?

Se me ocurre que si alguna vez me decido a atracar un banco −el sueño de mi vida− y por falta de pericia aparece la policía cuando todavía estoy en ello, ¿puedo argumentar que estoy en busca de un futuro mejor?
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Andan ahora "descubriendo" que puede que el coronavirus se escapara de un laboratorio de Wuhan. Casualmente lo mismo que yo dije hace más de un año en tres entradas continuadas referidas a la pandemia que disfrutamos. ¿Es que soy más listo que nadie o acaso tengo una bola de cristal? ni lo uno ni lo otro, simplemente sé atar cabos. Para ponerlo al alcance de cualquiera, les pido que recuerden eso que la policía se pregunta en todas las película de crímenes: ¿quién se ha beneficiado del delito?
 
Más incluso: estoy convencido de que el escape del virus quizás ha sido intencionado porque ¿desperdiciarían los chinos la oportunidad de hundir o dejar tambaleantes las economías occidentales?
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Hace pocos años apareció un elemento abstracto en nuestras vidas al que la gran mayoría no prestamos ninguna atención. Hablo del bitcoin y las innumerables criptomonedas que le siguieron poco después: ethers, litecoins, stellar, etc. −hasta unas 2.500− incluso Maduro ha creado la suya propia −el petro− que ha fracasado. Ni le presté atención ni me interesé en averiguar en qué consistían, porque me parecían un absurdo temporal. Cuando hace un par de años mi hijo nos pidió dinero para comprar algunas y hacerse rico le dimos 500€ y todavía anda procurando no perder demasiado, porque ganar, no gana.

Me quedo pasmado cuando oigo hablar del empleo de potentes ordenadores para practicar la minería de las criptomonedas; ni sé de lo que hablan ni pienso interesarme. Es un asunto puramente especulativo que no produce nada.
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Una noticia leída en la prensa me da a conocer la última novedad en Internet. Se trata de acelerar la reproducción de mensajes sonoros, vídeos, series, etc. para poder reducir a la mitad o menos el tiempo de reproducción en Whatsapp, Netflix, Youtube, Spotify, TV, etc. Me parece una falta de respeto recibir un mensaje oral de un amigo y reproducirlo a alta velocidad para no perder tiempo, pero alucino cuando leo que entre las ventajas están poder reproducir películas, series o música en menos de la mitad del tiempo estipulado. Digo yo, ¿leer el mensaje de un amigo es perder el tiempo?, ¿ver una película o serie no es disfrutar de ese visionado?, entonces ¿qué objeto tiene reducir ese tiempo de disfrute?, ¿qué placer puede producirnos escuchar el Concierto de Aranjuez al doble o triple de su velocidad normal? Sigo sin entender nada, pero está claro que abundan los idiotas.

20 mayo 2021

Permisividad como negocio

No voy a descubrir nada si señalo que la razón por la que los niños quieren tanto a sus abuelos es porque en la convivencia con ellos las prohibiciones escasean, cuando no están totalmente ausentes. Un abuelo piensa con razón que los tiempos de las prohibiciones, de los discursos, de los castigos... ya pasaron para ellos y que deben ser los padres quienes ahora se ocupen de educar a sus hijos. La mayoría de los abuelos evitan cualquier signo de dureza con los nietos y procuran −sobre todo con los nietos que son tiernos infantes− dar solo notas positivas. Que de lo negativo se ocupen otros.

Estamos todavía viviendo una pandemia para la que evidentemente no estábamos preparados, sobre todo los jóvenes acostumbrados a vivir al día, que del futuro ya se ocuparán otros. Realmente nadie se esperaba −hacía ya un siglo de la última− que nos cayera encima lo que más parece un castigo bíblico que una contingencia compatible con la vida actual. A nadie se le pasó por la cabeza tener que volver a la guerra de trincheras, rodeados por gases venenosos como en la I Guerra Mundial o Gran Guerra, ni tener que sufrir la mortal gripe llamada española para fastidiar, porque éramos −somos− un país que no pinta nada en el mundo y a alguien había que echarle la culpa.

Es curioso que casi nadie llame al coronavirus "el virus chino". Claro que ningún país, sin excepción, quiere indisponerse con el imperio chino y cortar el comercio con él, porque se acabaría ese negocio de comprar en China lo que después se vende a los consumidores europeos o americanos por cuatro o cinco veces su coste inicial. ¿Se acuerdan de cuando la electrónica tenía como mucho un beneficio del 15 o 20% de su precio de venta? Ahora todo se fabrica en el lejano oriente y se vende a muchas veces lo que le cuesta a su importador.

Quién nos iba a decir que el ejemplo de los abuelos iba a tener un éxito capaz de poner patas arriba un país. En los tiempos de la imagen por encima de las ideas, del marketing por delante del debate, una mente retorcida y hábil como la de M.A.R., ahora asesor estrella en Madrid, ha sido capaz de aplicarlo a la política y llevar así al triunfo arrollador a su pupila, la trumpista mayor del reino.   

Teníamos encima una pandemia y todos los países y territorios sensatos recurrieron a lo que ha resultado la mejor arma para luchar contra el contagio: el confinamiento; hace pocos días hasta el gobierno de Navarra publicaba un estudio que establecía la relación incuestionable entre bares abiertos y aumento del contagio. Pero no contábamos con una mujer sin escrúpulos y escasa de neuronas, ella decidió mantener la hostelería abierta con algunas −pocas− restricciones ganándose así las simpatías de quienes trabajan en esas áreas y las de la totalidad de la población que no concibe la existencia sin poder tomar "unas cervecitas" sentados en una terraza. Adoptó, en resumen, el mismo tipo de conducta que los abuelos con los nietos y de camino nos tachó de inmaduros y dependientes, sabiendo que −en general− las dos cosas son rigurosamente ciertas. Mientras, no había día que no aprovechara para injuriar, insultar y culpar de todo lo malo al gobierno central porque también sabía que en época de descontento eso da dividendos y tenía que cuidar su futuro.

Esa manera de gobernar condujo a que los contagios se multiplicaran, que los hospitales quedaran saturados, y los pobres viejos cayeran como moscas, pero ¿qué más da? Lo importante es que te quieran, sobre todo sin tienes en mente provocar unas elecciones cuando no tocan, simplemente para recoger lo sembrado.

El final ya lo conocen. Tuvieron lugar las elecciones y ahí se comprobó que ser insolidario, mal administrador, mal gobernante y, además chulesco tiene su recompensa. Los administrados, los que habitan Madrid, pudieron ver cómo se ensombrecía el horizonte mientras tomaban otra cañita con unas patatas chips rancias como tapa y seguían sin poder acudir a su centro de salud cuando lo necesitaban.

12 mayo 2021

¡Papá, no corras!

Llegó a ser una campaña en los medios de hace muchos años, como muchas otras que recomendaban practicar un deporte, leer un libro, viajar en tren o recordarnos que "España es diferente", y recuerdo que eran multitud los que llevaban una pieza alargada, por lo general de "símil-piel", pegada por el salpicadero del coche y que contenía fotos de los rostros más queridos  (supuestamente) por el conductor. Ahí se asomaban por descontado la esposa, los hijos y a veces la madre y hasta la suegra del propietario del vehículo y arriba o debajo de todas esas fotos el lema o recomendación "Papá, no corras". No lo conocí con la misma recomendación a la "mamá" porque supongo que las madres conducían menos y cuando lo hacían no eran tan alocadas como para correr, ya se sabe que las mujeres son muy prudentes.

Con frecuencia, esas fotos estaban acompañadas en sus proximidades de un medallón en bajorrelieve en el que podía verse a San Cristóbal con un niño en el hombro −posiblemente el niño Jesús−, porque este caballero era la presencia del santoral, por aquello de que era −decían− el patrón de los automovilistas, posiblemente asignado en su momento en el río Jordán o sus proximidades. Años más tarde, se corrió la voz de que eso era falso y que el tal San Cristóbal no era santo y que por no ser, ni siquiera había existido. Un duro golpe a los conductores.  

Hablamos de tiempos en que el ABS o los cinturones de seguridad y no digamos el airbag eran todavía desconocidos y el único medio de seguridad pasiva era el pie derecho y su capacidad de pisar el freno.

Hoy vivimos tiempos descreídos y nadie se acuerda del santoral ni de la familia, pero muchos tenemos in mente a la del director de la DGT, al que parece que se le ha ocurrido la brillante idea de que los coches que no circulan atropellan mucho menos y consecuentemente ha limitado la velocidad máxima en población a 20, 30 o ¡la locura! 50 km/h, dependiendo del tipo de vía. Se habla de que la mayoría pertenecen a la franja de los 30 km/h.

Se habla también de que a tales velocidades, habrá que llevar el vehículo en 2ª u otra marcha corta y como consecuencia inmediata la caja de cambios sufrirá más de lo ordinario, multiplicándose las averías, y por descontado aumentando enormemente el consumo y por tanto la contaminación que se trata −trataba− de evitar. ¿Han intentado ir alguna vez por una calle a 30 km/h? Les recomiendo que prueben y comprueben que es casi imposible y que el miedo a que alguno que venga detrás nos pase por encima es irreprimible. Ahora, cuando la policía municipal tenga ganas de recaudar, les basta con ir a alguna calle cercana y empezar la caza. Ya lo de 20 km/h es indescriptible.

No acaba de entenderse las medidas por disminuir los atropellos en población, siendo una cifra que apenas supera los 150 fallecidos en España al año y, por ejemplo, menos de 20 en Madrid. Sorprende porque casi la totalidad son por irrupción repentina en la calzada o por cruzar imprudentemente vías imposibles de cruzar, como la Castellana o la M-30, quizás lo único que se consiga es el abandono total por parte de los peatones de los pasos señalizados, para cruzar por donde les dé la gana (que diría Ayuso) haciendo uso de su libertad.

Es una realidad innegable que a menor velocidad menor daño, pero ¿justifica el número de fallecidos las medidas que se toman? Siguiendo esa misma argumentación, ¿por qué no fijar la velocidad en 10 km/h o, directamente, exigir que los automóviles estén siempre aparcados? Sería una medida que acabaría rotundamente con los atropellos, la contaminación y −está claro− la movilidad. Ahora los allegados ("seres queridos", para los tontarras) deberían pedir por escrito junto a las fotos ¡Papá, sigue parado!

05 mayo 2021

La música y los españoles

A ver cómo lo digo sin que provoque demasiado enfado (aunque hay cosas que no se pueden camuflar): los españoles tenemos una fibra musical penosa y es más que probable que haya sido así desde hace muchos siglos. Falla, Serrat y algún otro son solo milagros en un páramo.

No sé si alguna vez se han parado a pensar en ello, pero me parece significativo que mientras durante los últimos siglos en Europa los compositores se daban codazos para tener alguna oportunidad de hacerse famosos, en España el silencio era casi clamoroso. Aquí estábamos más por lo de fundar órdenes religiosas o producir pensadores que, por cierto, no se han hecho un hueco demasiado notable en Europa o el resto del mundo.

Mejor dejar lo pasado, porque en defensa de los españoles hay que decir que, aunque hayamos sido un poderoso imperio «en el que no se ponía el sol», los españoles pasábamos un hambre de solemnidad y los más dignos hacían aquello de echarse migas en la barba para aparentar que estaban más que saciados.

Quizás debería limitarme a la época que he vivido personalmente y a lo que he ido viendo −y oyendo− pasar, aunque admito que en los últimos tiempos no le presto demasiada atención. En realidad, ninguna atención, porque no sé si se han fijado, pero lo único que los jóvenes y no tan jóvenes escuchan ahora es ese espanto llamado reguetón, todo un emblema del nivel cultural de esa juventud. Podemos consolarnos sabiendo que en el exterior no andan mucho mejor. Bueno, algo sí.

Debo admitir que, según mis padres, lo primero que se me oyó cantar a eso de los dos o tres añitos fue una canción del repertorio de Antonio Machín, concretamente la titulada "A las doce en punto», que por cierto tengo en mi ordenador en una versión más moderna del mismo cantante. No puedo evitar ponerme tierno cuando la escucho, aunque no sea absolutamente de mi estilo preferido, pero considerándolo desde un punto de vista objetivo, la canción es buena y respondía a lo que la gente demandaba entonces. La gente que tenía radiogramola, es decir, unas decenas.

Eran pocos los intérpretes de aquellos tiempos porque la música no era todavía un producto de consumo −tenían que llegar los años 60− y a bote pronto recuerdo que tenían éxito, aparte de Antonio Machín, también Ana María González, José Guardiola y Bonet de San Pedro. Años más tarde triunfó El Dúo Dinámico, bastante chirriante, y grupos e intérpretes que nos venían desde la América hispana como Los Cinco Latinos, por cierto que con bastante más calidad que los nativos. 
 
Más tarde surgieron aquí dos cantantes en solitario que todavía perduran: Raphael y algo después Julio Iglesias. Del primero solo diré que siento escalofríos cuando me veo obligado a oírlo −y no es de placer− y el segundo fue calificado de "Frank Sinatra latino", lo que muestra a las claras que la mayoría ignora que el Sinatra original es hijo y nieto de italianos y que comparar a ambos debería estar castigado por el Código Penal. 

Hubo un aluvión de cantautores y grupos haciendo lo que podían, que ciertamente era bien poco por lo general. Creo recordar que solo consiguieron meterse en las listas de los países guiris el "Black is black" de Los Bravos (con un cantante alemán) y la canción "Eres tú" de Mocedades. Por lo demás, la calidad del producto nacional no permitía llegar más allá. 
 
La modernidad nos vino de la mano de grupos que desconocían lo que era la armonía y el verso en las letras, que contaban con grandes éxitos como "Camino Soria" de Gabinete Caligari o "Ayatola no me toques la pirola", de Siniestro Total, un conjunto totalmente siniestro, pero no el único.  

Hemos sido siempre un pueblo hambriento e ignorante, de manera que tampoco cabía esperar milagros a la hora de elegir un cancionero. Y el caso es que el folclore en toda España suele ser rico, pese a que la instrumentación a nuestro alcance no era muy variada: de la mitad de la península para arriba dominaba el tambor y de la mitad para abajo la guitarra que, por fortuna, se presta a una mejor armonización.  

*Como pueden surgir dudas acerca de la ilustración de más arriba, aclararé que el hombre no es el hermano cabreado de Sitting Bull y que ambos son imágenes del folclore maragato. Lo que ella sostiene no es un bocadillo gigante, sino un pandero o algo así. Por cierto, buen cocido. Y que nadie se pregunte de dónde sacaron los gauchos de Argentina y Brasil su pintoresca vestimenta.