16 diciembre 2021

Relato de un fracaso (o dos)

Estos días se cumplen doce años desde que creé este blog y empecé a publicar las entradas para las que nunca me faltaba tema ni me quedaba sin saber qué escribir, porque normalmente están relacionadas con algún asunto de la actualidad o sobre algo leído por mí en la prensa. Mirar alrededor es suficiente para encontrar abundantes temas sobre los que escribir.

No fue una idea que surgiera espontáneamente. En aquel entonces y durante unos años nos reuníamos algunas mañanas un grupo de amigos y amigas cada dos o tres semanas en un local que en realidad era un restaurante y 'bar de copas' y puesto que la cita era a las 11, normalmente éramos los únicos ocupantes y nos permitían ocupar un comedor aparte donde, por supuesto, lo que consumíamos no eran platos de comida sino que hacíamos dos 'pases': el primero a base de café, infusiones y otras hierbas y pasado cierto tiempo un segundo pedido a base de cerveza o vino.

Allí surgió la idea de hacer un blog de la tertulia en el que participáramos todos, pero fue puro voluntarismo pues si a los españoles no nos entusiasma leer, lo de escribir es casi una provocación malévola. En ese blog no escribíamos más que dos de los tertulianos y encima había que sortear infinitos escollos, pues había temas políticos que no podían abordarse para no provocar controversias; y de religión, ni nombrarla, pues había entre nosotros algunos creyentes y en especial un integrista para el que incluso el nombre sugerido para el blog era una afrenta blasfema.

El resultado fue que el blog desapareció más rápidamente de lo que había aparecido y nadie lo echó de menos, aunque yo, puesto que había sido el encargado inicial de averiguar cómo se montaba 'aquello', decidí continuar en solitario creando uno propio y expresando en él lo que me viniera en gana. Es cierto que yo esperaba contar como lectores con casi todos mis amigos y familiares cercanos y una vez más me equivoqué rotundamente, pues los amigos no tenían mayor interés en conocer mis reflexiones sobre distintos asuntos; unos me consideraban demasiado extremista de izquierdas y otros me dijeron que lo que yo escribía era demasiado facha, por no hablar de uno que se las daba de escritor y despreciaba a priori lo que yo pudiera producir. Los familiares simplemente 'pasaban' de lo que yo pudiera publicar. Y así fue que en contra de lo que imaginé no tenía a nadie que me leyera; algo parecido a el coronel no tiene quien le escriba, pero leer parecía requerir menos esfuerzo que escribir. No obstante, poco a poco, fueron apareciendo lectores incluso de otros países o continentes y todo marchaba aceptablemente. Incluso había quienes −¡milagro!− dejaban algún comentario acerca del texto que acababan de leer. También hubo algún asiduo impertinente que se atrevía a cabrearse porque yo osaba corregir algunas palabras después de publicar la entrada; no entendía que el autor de un blog es su propietario y que por eso puede hacer lo que le dé la gana en él. 

Sería deseable que alguien o algunos comentaran acerca de lo que en el texto se dice, posicionándose en contra e incluso a favor −¡faltaría más!−, pero de ninguna manera se puede limitar la libertad del autor y dueño, por más que haya quien piense que se me hace un favor al leerme.

Nada es eterno y dos de los componentes de la tertulia fallecieron con poco intervalo y algunos otros 'fallecieron en afecto", con lo que la tertulia, después de varios años de vida, se extinguió sin decir ni mu.   

Tras algunas peripecias este blog se mantuvo, pero todo tiene un límite. Hoy he mirado su historial y comprobado que en dos años no ha habido ni un solo comentario, lo que demuestra el escaso interés de los lectores actuales; un blog es ahora algo pasado de moda −salvo el de un influencer, y yo no lo soy− y, así las cosas, decido acabar yo con lo que evidentemente solo interesa de verdad a mí mismo. Lo crean o no, doce años de vida es una proeza para como están las cosas, no conviene abusar. 

Una vez lo cerré durante seis meses; espero que esta vez sea para siempre. Muchas gracias y adiós.


29 noviembre 2021

El gesto mágico

Hace ya años, bastantes, que las cosas empezaron a ponerse feas para los hombres. Lo que en principio eran medidas más que justas para acabar con el maltrato doméstico, se transformó gracias a la sección femenina de ese partido que iba a asaltar los cielos, en una auténtica caza del hombre, sin atender a si se trataba de un maltratador habitual, más abundante de lo deseable, o un hombre de comportamiento no reprochable. Tampoco se tuvo en cuenta que son bastantes las mujeres que maltratan a los hombres, aunque lógicamente y teniendo en cuenta que normalmente la fortaleza física masculina es superior, las mujeres maltratadoras se especializan más en el maltrato psicológico que, puedo asegurarlo, no resulta mucho más divertido que el otro y en poblaciones pequeñas todo el mundo conoce casos en que la parte femenina de la pareja tiene en un puño a la parte masculina.  

No sé si alcanzaré la categoría de experto, pero debo estar muy cercano a la titulación porque he tenido la desgracia de vivir de cerca los dos casos y, de entrada, puedo confirmar que el grado de crueldad es similar en ambos sexos, tan solo aflora en cada caso según el poder del que disfruta uno u otro. Ya lo sé: normalmente es el hombre, pero no porque su maldad resulte más natural o espontánea, pese a aquello que sorprendentemente declaró una juez hace tiempo, concretamente Manuela Carmena el 8 de marzo de 2018: "La mayor parte de los actos violentos los cometen los hombres ya que la violencia está incardinada en el ADN de la masculinidad". Ahí queda eso; aunque no acabo de comprender cómo puede considerarse culpable al hombre por algo que está nada menos que incardinado en su esencia. Según esa afirmación, sería como reprochar a un tiburón blanco que muerda a todo lo que se le pone por delante.

Se creó el Ministerio de la Igualdad, cuya tarea fundamental consiste en hacer la mujer igual al hombre (en derechos), pero nada de hacer al hombre igual a la mujer. De ahí que se den paradojas tan increíbles como el trato legal diferente a los dos miembros de una pareja o que incluso el teléfono 016, creado para denunciar casos de maltrato en la pareja, no atienda de ninguna manera la llamada de un hombre. Un hombre que denuncia malos tratos por parte de su mujer en comisaría o ayuntamiento solo recibe carcajadas; luego dicen que no hay denuncias de ese tipo, no puedo entender el motivo. Ignoro cómo se gestionan los casos de parejas en que ambos son hombres o ambos son mujeres, según la ley o el Registro Civil.

Si una mujer denuncia maltrato de su pareja masculina el procedimiento normal es poner en el calabozo al hombre y después investigar. De ahí que se puedan dar casos como las falsas denuncias, que las hay, en las que el hombre vive una situación kafkiana al ser privado de libertad sin saber siquiera el porqué.

Por si quedaban dudas sobre el trato discriminatorio en función del sexo −ahí tenemos a la Constitución, que lo prohíbe en sus arts. 10 y 14− tenemos el caso de una tal Juana Rivas, un rocambolesco asunto más digno del programa televisivo Sálvame que de tribunales de justicia; llegó hasta el Tribunal Supremo. La apoyaron ciegamente la iletrada encargada del área de 'igualdad' de Maracena (Granada) −que llegó a aconsejarle que secuestrara a sus propios hijos−, la líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez; Susana Díaz, entonces presidenta de la Junta de Andalucía; Carmen Calvo, en aquella fecha vicepresidenta del gobierno y, naturalmente, la ministra de Igualdad Irene Montero; aparte de casi todas las féminas con un cargo o fama. Fue condenada a seis años y su pena reducida finalmente a dos años y medio, pero el gobierno dictó un indulto para ella, lo que la libró de la cárcel a la que le tocaba ir; cumplió solo cuatro días. El marido −italiano− no entendía tanto atropello y pidió oficialmente la intervención del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y de la Comisión Europea. Por cierto, según reconoce un juez en su sentencia, lo que Juana Rivas buscaba obtener era la 'Renta Activa de Inserción para mujeres maltratadas'. Igualdad lo llaman en España.
 
Otro ejemplo de feminismo delirante: en las marquesinas de las paradas de autobús de Madrid se enumeran las tres ventajas de usar el transporte público. Una de ellas es "Disfruto con el último libro de mi escritora favorita", es decir, dan por hecho que no se leerán a escritores masculinos.

El remate ha sido la activación de un gesto reservado inicialmente a casos extremos, pero que se está permitiendo que se utilice con ligereza o de manera espuria por mujeres que no entienden eso de 'caso extremo'. Y lo peor es que se les hace caso, con lo cual se puede mandar un hombre al calabozo simplemente con un gesto de los dedos hecho en público por una mujer, como se hacía con el pulgar para condenar a los esclavos en los circos romanos. Totalmente indigno.

El maltrato a la mujer no se debe consentir, pero la injusticia y el atropello al hombre no es el medio.

16 octubre 2021

Vulcanología

Creo que todos nos sorprendimos −hasta cierto punto− cuando aquel día empezó la erupción del volcán de La Palma al que todavía no le han adjudicado un nombre, parece que es cuestión de suma importancia eso del bautizo. No fue mucha sorpresa porque ya llevaban días con movimientos sísmicos y eso, en islas volcánicas como son las Canarias, solo puede significar una cosa: erupción a la vista.

Tampoco sorprendía porque ha habido varias erupciones en el último siglo, que yo recuerde en 1949 y en 1971, pero seguro que hubo más. Hay que tener muchas ganas de sorprenderse cuando viven muchos testigos de erupciones anteriores y se da el caso de que muchas de las plataneras cuya destrucción ahora lloran, fueron puestas sobre anteriores superficies de lava. Lo que pasa es que siempre es bueno expresar sorpresa quizás por aquello de las simpatías y también porque es sabido que la memoria es débil, de ahí que tantos sigan votando a cierto partido pese a su tendencia irremediable a la corrupción. En todo caso, se debería solicitar el procesamiento de las autoridades que permitieron construir y habitar zonas claramente expuestas a lo que está ocurriendo ahora.

Es cierto que al principio del fenómeno todos compadecimos a los pobres palmeros que tenían que soportar esa murga y lo que más tarde resultó un desastre que se tragó tantos esfuerzos de tantos años... bien es verdad que deberían haber contado con la fragilidad que acompaña a todo lo que se hace sobre terreno inestable por naturaleza. Incluso cabe preguntarse cómo las autoridades permitían construir sobre terrenos en los que hace tan solo 50 años habían sufrido las consecuencias de lo que ahora se repite.

Sé que no estoy solo en lo que voy a decir: derramamos simpatías y ganas de ayudar al ver los sufrimientos de aquella pobre gente. Y la televisión nos informaba generosamente sobre la densidad de la lava, la altura que alcanzaba la humareda, las roturas del cráter, la composición del aire y de las coladas, los vuelos suspendidos, las evacuaciones... minuto a minuto somos informados con todo detalle hasta hacer de todos casi unos expertos en vulcanología y −al menos en mi caso− tenernos hasta el pelo de tanta información sobre lo que, con algunas variantes, es siempre lo mismo y previsiblemente va a durar muchas semanas y quizás meses. En casa, a los telediarios hemos pasado a llamarlos televolcán porque el asunto llega a ocupar la mitad del tiempo de cada programa y hasta más, lo que teniendo en cuenta que el programa inmediato anterior suele versar sobre lo mismo, es abusar.

Es típico del periodismo: ellos estiman que una noticia es de impacto, que interesa a los espectadores e intentan tenernos al tanto de manera que lleguemos a aborrecer el asunto por pura saturación; por ejemplo, ¿cuántos pinchazos de la vacuna habremos visto en el último año? Eso no quita que sigamos compadeciendo a los palmeros y deseemos una pronta solución que en este caso sería el rápido final de la erupción y la reparación hasta donde sea posible de los daños producidos.

Hablando de volcanes, estoy leyendo estos días las "Cartas de relación" dirigidas por Hernán Cortés a Carlos V, un relato de lo que aquello fue. Es impresionante el valor y la inteligencia de este protagonista de la conquista de Méjico al que cuando se estudia en el colegio se despacha con un "Hernán Cortés conquistó Méjico" y algún dato sobre la Noche Triste, Moctezuma y la batalla de Otumba. Aquello fue tan duro y los sufrimientos tantos que entristece que ahora se hable de 'genocidio' incluso en España, ignorando todo lo que aquello realmente fue y significó. Ya se sabe que los que peor hablan de España siempre han sido los españoles (y ciertos mejicanos).

Está relacionado porque en estas cartas se habla de todo, entre otras cosas de la necesidad de aprovisionamiento que durante mucho tiempo fue vetado por dejadez del rey y las intrigas de otros, en especial de un tal obispo Fonseca de Sevilla. Relata Cortés la dificultad incluso de fabricar la pólvora que necesitaban para los cañones y mosquetes, por lo que tuvieron que ir buscando componentes uno a uno en distintos lugares. Resulta que habían visto que de la cumbre de una montaña salía humo, así que se fueron a investigar subiendo hasta el cráter y descolgando a un hombre atado con cuerdas −Francisco de Montaño− por su interior unas 70 u 80 brazas (117 o 134 metros) para ver qué había allí. Y de allí, de esta manera, sacaron azufre en tal cantidad como para no tener que volver, porque según decían era peligroso. Me dan escalofríos solo de imaginarlo.

16 septiembre 2021

Desdoblamientos

Andaluzas y andaluces de Jaén,
aceituneras altivas y aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos-olivas-olives?

Que nadie se alarme, este espanto no lo escribió Miguel Hernández ni nadie de su condición. Esto de más arriba es lo que llegaría a escribir algún desquiciado que participara de los desatinos de la llamada «ministra de Igualdad» actual y de sus muy numerosos seguidores, capaces de adaptarse a los delirios de aquella para no perder votos de una parte, espero que no significativa, de esa mitad de los habitantes de este país que se denominan "españolas".

Para que sepan a quién me estoy refiriendo, la ministra de Igualdad es esa que ha declarado que las españolas y las afganas están sometidas a regímenes similares de machismo y patriarcado y que en España hay una tasa insoportable de crímenes machistas (menor de 1/1000000). Por si no les basta para saber de quién hablo, su nombre es Irene Montero, la vergüenza de muchos por su pertenencia al gobierno actual y  que es la responsable de que muchos votantes del PSOE abandonen su intención de votar a ese partido en el futuro, porque NADA justifica la permanencia de esa fanática descerebrada en un puesto de relevancia.

Es la principal promotora del desdoblamiento por sexos (ya lo he recordado en otras entradas, y lo llaman "género", como en inglés) junto con personajes de la calaña de Carmen Calvo, Ione Belarra y otros especímenes de similar desvarío. Junto con su cuadrilla ha conseguido que este país sea un país incómodo, inquisitorial, mojigato, en el que expresarse en público haya pasado a ser una actividad de riesgo. Hemos pasado de un régimen de aceptable libertad a una especie de talibanismo pretendidamente progresista. Parece que no nos gusta la libertad y por eso apenas ha durado veinte años desde que presenciamos su llegada.

No está sola. Con motivo de la evacuación que se ha llevado a cabo en Afganistán, Yolanda Díaz −ministra de Trabajo− compañera de gobierno y feminismo, aunque no de partido, ha tenido el desparpajo de felicitar a “las trabajadoras y los trabajadores públicos” −por la evacuación de Afganistán− para evitar las palabras "militares" o "soldados", que detesta, buscándose con ello la reprobación de la ministra de Defensa, Margarita Robles. A aquella yo la tenía por persona inteligente hasta que soltó la ocurrencia de "matria", pero los complejos y limitaciones resultan difíciles de sortear a quienes están inmersos en ellos. Viven en un mundo paralelo.

Antes, a las pocas mujeres que se atrevían a llevar los senos (tetas) parcialmente a la vista se las consideraba un poco alocadas. Ahora, si un hombre se atreve a mirar lo que generosamente se exhibe es un depravado reprimido. Las tetas, de ser algo agradable −si son bonitas− han pasado a ser una trampa para despistados porque solo pueden mirarse si se tiene una autorización por escrito de la portadora. 

Volviendo al asunto del desdoblamiento por sexos pregunto: ¿es que sus promotoras (y algunos varones también) ignoran que al igual que el francés, el portugués y el italiano, el español proviene del latín? Los romanos no cayeron en advertir que en un futuro habría quienes por razón de su fanatismo de no se sabe muy bien 'qué', se dedicarían a intentar destrozar la lengua española mediante ese desdoblamiento además de un tuteo desagradable y pegajoso.

En lo de la lengua española ha encontrado el campo abonado, pues ya nadie sabe nada, ni hablar o escribir correctamente; un conocimiento que ha pasado a ser propio de cursis y pedantes. Nadie se atreve a defender la lengua española, ni la propia Real Academia.

*Escribo esto con un 'procesador de textos'. Considero significativo que al escribir "varones" me haya dicho que esa palabra no existe, que debo querer decir "barones". Todo un símbolo.


01 septiembre 2021

La sutil elegancia de un tatuaje

Recuerdo perfectamente bien que cuando yo era niño solo podían verse tatuajes en los legionarios, los encarcelados y algunos marineros, pocos. Por supuesto que solo pude verlos fotografiados en publicaciones, no al natural, por la calle no abundaban los tatuados.

Bastante después, en 1990, me fui de veraneo a un apartamento en Albufeira, en el sur de Portugal; no estaba mal el lugar, aunque lo único que recuerdo es que el personal del resort no hablaba ni palabra de español, en contra de todas mis experiencias anteriores y posteriores en el país vecino y yo no sabía entonces ni una palabra de portugués, lo que supuso algún problema a la hora de comunicarnos.

En la piscina del hotel empezamos a charlar con otra pareja española que, casualmente, eran vascos, no especialmente divertidos, pero agradables. Desde el primer momento me sorprendió que "ella" tenía un tatuaje, no recuerdo si en un brazo o en el hombro; el caso es que aquello me llamó la atención en una persona de aspecto normal, pero recordé que los vascos tenían también costumbres peculiares a la hora de cortarse el pelo y no le di más importancia. Estaba y estoy preparado para asistir a alguna extravagancia excepcional y esta fue la primera vez que tuve un tatuaje cerca.

Con los años todo se ha precipitado: leo hoy en la prensa que más del 30% de los habitantes del planeta tiene al menos un tatuaje, ¡eso sí que es originalidad!, y en muchos casos no hacen más que seguir las tendencias de sus ídolos del fútbol, la música o el cine. Los hay que se llenan brazos y piernas con esos tatuajes, lo que según cierto escritor les confiere piel de reptil, o se hacen lo que seguramente consideran una elegante señal de distinción y personalidad: una pequeña flor, algún carácter chino, un nombre en delicada caligrafía, o como una joven con la que estuve esta semana, el texto contenido en el anillo de «El Señor de los idem», además de un bonito «lauburu» en el omóplato izquierdo para proclamar su afinidad con los vascuences. También está la posibilidad de hacer como Justin Bieber, que se tatuó −entre otras muchísimas cosas, parece un retrete público− lo que él debía pensar que era la escritura en números romanos del año de nacimiento de su madre −1975− y se grabó en el pecho «I IX VII V», para siempre; menos mal que el año no tenía ningún cero. No puedo evitar preguntarme, ¿se les ha ocurrido a los humanos grabados pensar que esa marca que se ponen es de por vida?, ¿qué sería tener que vestir los mismos zapatos durante toda la vida o llevar el mismo peinado?, ¿se imaginan en una mesa de quirófano (todo el mundo pasa por ello) con ese espectáculo, incluso de zonas íntimas?, ¿qué aspecto presentarán esos tatuajes cuando tengan 80 o 90 años?, ¿qué les parece si se pasan de moda en pocos años (las nuevas generaciones son crueles)? Cualquiera puede recordar las peripecias por las que pasó Melanie Griffith, que tuvo la ocurrencia de tatuarse «Antonio» en la parte alta del brazo, olvidando que los amores pueden no ser eternos y los tatuajes sí lo son. (Ver vuelta atrás).

Sigo con las ganas de leer una encuesta que se haga entre los tatuados para saber el motivo por el que se colocan esos grabados en la piel: ¿por llevar una especie de pancarta proclamando algo?, ¿para demostrar cuánto quieren a su madre o a quien sea?, ¿porque están convencidos de que ese añadido aumentará su natural belleza o encanto?, ¿por coleccionismo?, ¿porque se lo hacen gente famosa? Traten de imaginar si yo me hubiera hecho en su día un tatuaje de Diego Valor y tuviera ahora que explicar a todos quién era ese personaje. Soy sincero, no tengo ni idea de cuál es la razón predominante, pero sería curioso saber la motivación de cada uno para hacerse voluntariamente −¡y pagando!− algo que yo no me haría ni por un millón. Ni aunque jugara al fútbol.

Es cuestión del concepto de belleza; a mí me parece infinitamente más bello un cuerpo bello y limpio que pintarrajeado. Siempre he mirado los tatuajes como una gamberrada de mal gusto, aunque la solución aparente −dirán− es fácil: simplemente no me los hago yo; pero resulta que eso no me evita presenciar tantos cuerpos humanos ensuciados y deteriorados caprichosamente. En fin, no puedo evitar acordarme de esos compañeros de gimnasio con una parrafada en chino en la pantorrilla. Lo he asociado de siempre con esa otra gamberrada vandálica que son los grafitis, aunque existe una diferencia esencial y es que los grafitis puede borrarse o no verse necesariamente (sobre todo si se hacen en casa ajena, lo normal), mientras que el tatuaje se lleva encima y va para más largo.

Hace tiempo me dijeron en un comentario −para mí fue un halago− que estaba claro que yo no tenía el blog para hacer amigos. Creo que esta entrada es una confirmación más de lo dicho, porque creo que son mayoría los partidarios del tatoo y es difícil que este discurso les haga cambiar. Hacerse un tatuaje debe tener un atractivo del que carece lo que escribo o digo.

06 agosto 2021

Hiroshima y Nagasaki

Tres colegas repartiéndose el mundo
Casi no hay ocasión en que al mencionar en los medios aquello de las bombas atómicas sobre Japón, no se añada como inevitable coletilla eso de que "sirvieron para ahorrar muchísimas vidas"; y se quedan tan anchos, pese a los numerosos historiadores que no han admitido esa coartada.

El presidente Harry S. Truman debería haber pasado a la historia como un digno contrincante de Hitler, al menos en lo que se refiere al desprecio a la vida humana, pero no, Truman es tenido por muchos como un presidente extraordinario −por supuesto que para los norteamericanos puede que lo fuera− cuya preocupación por las vidas ajenas corre pareja con su enorme religiosidad. A más religiosidad, menos importancia asignada a la vida de los demás. Ningún país de los que actualmente posee esa arma se ha atrevido a repetir la proeza; ni siquiera Israel, aunque debe darle vueltas a la idea cada poco tiempo: sería el genocidio perfecto y nadie en occidente se atrevería siquiera a levantar las cejas.

También Truman era racista. Ni un solo momento se planteó tirar la bomba en Alemania, porque ese país estaba habitado por hombres blancos de los que muchos americanos descendían, mientras que los japoneses eran "amarillos" que no merecían ninguna consideración. La raza era importante −la «etnia» se dice ahora− y por eso durante la guerra fueron internados en campos de concentración todos los habitantes de EE.UU. que tuvieran rasgos japoneses, por muy americanos que se autoconsiderasen y fueran realmente. Un buen norteamericano no podía tener aspecto oriental.

La 2ª Guerra Mundial aparte de servir como tema para numerosísimas películas, fue en sí misma una película sangrienta, en la que lo que nos contaban era de todo menos verdad. Para empezar, no se dice que quien ganó realmente la guerra en Europa fue la URSS y que toda esa comedia de que la ganaron EE.UU., Inglaterra y Francia es más un deseo propagandista que una realidad. Cierto que Stalin era un asesino a la misma altura que Hitler, pero eso no justifica ninguna mentira. Por eso se tuvo que admitir que la URSS ocupara media Europa e incluso la capital −Berlín− del país que había sido el mayor responsable de la tragedia.

También es cierto que los bombardeos de Dresde y Hamburgo causaron más o menos el mismo número de muertos, pero el impacto en la opinión pública es muy diferente. Todo el mundo recuerda Hiroshima y Nagasaki y apenas nadie el ensañamiento con esas ciudades alemanas.

El caso es que el 6 de agosto de 1945 se lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima «para acabar la guerra y ahorrar vidas» y tres días más tarde, el día 9, otra bomba sobre Nagasaki; esta vez ¿por qué? No está muy claro cuál decían que era el propósito declarado de esta segunda, pero está diáfano que se deseaba remachar el efecto de la anterior y dejar claro que podrían seguir en ese plan si no conseguían lo propuesto: el fin de la guerra y de la potencia industrial japonesa y asustar a la URSS. Se sabía sobradamente que se produciría la rendición de Japón no solo por el efecto de las bombas, sino porque el día 14 la Unión Soviética invadió Manchuria, donde Japón tenía buena parte de su ejército ocupando el país. Finalmente la rendición se produjo el 15 de agosto, tres meses después de la de Alemania.

Son muchas las personas que se preguntan que si lo que se pretendía era asustar a los japoneses, ¿por qué no se arrojó, por ejemplo, en la bahía de Tokio con lo que todo el mundo se habría quedado impresionado y seguramente aterrorizado? Incluso si tras eso Japón no se rendía, había la posibilidad de arrojar la otra bomba en otro lugar. Todo es tan falso como la fingida pena y dolor de Robert Oppenheimer y su equipo, autores de la bomba, tras la destrucción de las dos ciudades japonesas, dicen ¿cómo iban a imaginar que se emplearía de esa manera? Pura hipocresía.

La rendición tuvo lugar el día 15 del mismo mes y con eso se conseguía la mitad de los objetivos: se acabó la guerra aunque no se acabó con la capacidad industrial japonesa. Creo recordar que en los años 60 todavía salían en la prensa los efectos de las bombas atómicas sobre los supervivientes, civiles llenos de heridas y llagas que agonizaban durante años en medio de terribles sufrimientos.

Imaginemos por un momento que los alemanes hubieran llegado a tener la bomba −estuvieron a punto de ello− y que la arrojaran digamos sobre Edimburgo,  ¿puede alguien dudar que se habría definido entonces el lanzamiento de bombas atómicas sobre ciudades como un crimen de guerra, y que se habría sentenciado a los alemanes culpables de este crimen a la pena de muerte en Nuremberg? Sin embargo Truman y su colega Churchill siguieron durmiendo como si nada. Ya se sabe que el que gana establece las reglas.

01 julio 2021

Domesticados por las eléctricas

Ya los medios se cansaron de hablar del asunto, ya parece que todo pasó. Ya las eléctricas se salieron con la suya y no pasó nada salvo que aceptamos sus indicaciones y nos sometemos a ellas.

¿Pueden imaginar lo que hubiera pasado si cualquier gobierno nos hubiera dictado a qué horas debíamos poner la lavadora o a qué hora debíamos planchar (con permiso de la desquiciada Carmen Calvo a la que lo único que le importa es si quien empuña la plancha es hombre o mujer) y a qué hora poner el aire acondicionado?

Sin ningún tipo de anestesia, tras continuas subidas de precios, el oligopolio −cada día más reducido en número de miembros− de las compañías suministradoras de electricidad nos aconseja amenazadoramente que debemos hacer uso de su energía a tal o cual hora y los españoles, antaño rebeldes y ahora amansados, aceptamos el mandato y nos conformamos con dividir el día en varias franjas de diferentes tarifas, la más barata de las cuales resulta ser más cara que la única de hace un año, ¿no es delicioso? Ellas, las eléctricas, ahorran en infraestructuras y las redes no se recargan en horas punta, mientras todos pagamos más.

Son muchos los que conocen un interesante detalle, pero ni mucho menos la totalidad: existen diferentes energías eléctricas si atendemos a su origen. Nuclear, térmica (de carbón), hidroeléctrica, eólica, solar y las de ciclo combinado (gas). Está claro que esta última produce la electricidad más cara, pero cuando lo hacen, fijan el precio de todas las demás; gracias a la UE y Aznar. Se sospecha, se sabe, que a veces son puestas en marcha por las compañías sin que su necesidad esté verdaderamente justificada −una mentirijilla aquí, retener agua en un embalse propio quizás, una central nuclear parada sin necesidad allá−, pero es una tentación sabiendo que las más caras −asombra que eso sea legal− contagian su precio a las otras, ¡incluso nos cobran CO2 en la electricidad producida en los embalses o los aerogeneradores!   

Viene a cuento hablar de los coches eléctricos. No hay duda de que están de moda, aunque pocos pueden o quieren gastarse el dineral que cuesta uno de esos vehículos a pilas y muchos optan por la solución algo más barata de los híbridos, sean enchufables o no. Yo sostengo que la aparición de los eléctricos obedece a que la contaminación que sufrimos es insostenible y eso, unido al deseo de los fabricantes de hacer una buena subida de precio, contenida hasta ahora a causa de la enorme competencia entre marcas, ha dado con la aparente solución de los coches eléctricos a baterías, aun siendo conscientes de que estas últimas no pueden almacenar suficiente electricidad como para otorgar una autonomía que al menos permita ir de un lugar a otro de la península sin necesidad de recargar. Cuanto más grandes y poderosas son las baterías de un coche, más peso tiene que mover y menos espacio libre para pasajeros y carga. He podido ver el maletero de un Lexus berlina híbrido del tamaño de un Audi A4 y su maletero es ridículo para el tamaño del automóvil.

Quien compra un vehículo eléctrico, ¿sabe que no hay cargadores ni para los coches que ya hay en circulación?, todavía recuerdo que hace pocos meses un periodista de El País hizo un viaje de prueba desde Madrid a Cádiz y tardó más de doce horas en el trayecto y un autobús hizo hace pocos días el viaje Sabadell-San Sebastián de los Reyes (ellos lo llaman Barcelona-Madrid) llevándole trece horas, aun teniendo todo el recorrido calibrado y sabiendo dónde debía recargar; pero es que estas recargas no son como repostar gasolina, tardan horas.

Vivimos estos días con la desagradable y cierta sensación de que las compañías eléctricas nos están robando, aprovechando que hemos ido comprando todo tipo de artilugios que necesitan electricidad para funcionar, ¿se imaginan el día en que siquiera la mitad de los automóviles se muevan con electricidad?, ¿a cuánto nos pondrán el precio del kWh?, ¿pueden hacerse a la idea de lo que sucederá cuando la movilidad dependa de la electricidad o, mejor dicho, de las insaciables compañías eléctricas? Busquen en Internet los beneficios anuales de cada una de estas compañías en las que algunos políticos aspiran a encajarse al abandonar la política −como Aznar o Felipe González−, hablamos de miles de millones.     

La reciente reacción del gobierno ha sido rebajar temporalmente los impuestos que se pagan en el recibo de la electricidad, olvidando que las eléctricas suelen reaccionar ante esas medidas subiendo sus tarifas. Y prefiero que mi dinero se lo lleve Hacienda al sinvergüenza de turno.

Cuando leo en la prensa que, en Brasil, Bolsonaro y compinches está contemplando privatizar a la mayor eléctrica de Iberoamérica me pregunto, ¿por qué no se atreven aquí a nacionalizar? Estos días se ha dicho por la televisión que en los próximos años vencen las concesiones de 20 o 30 centrales hidroeléctricas, que por tanto revierten al Estado. ¿Por qué no se atreven a crear una empresa nacional que ayude a regular el mercado?, ¿es miedo? 

Por último, unas preguntas impertinentes que me reconcomen: ¿lo de las tres zonas tarifarias es para evitar tener que mejorar la red de distribución?, ¿lo del precio brutal en horas punta es beneficio puro para las eléctricas, por la cara?, ¿no será lo de los precios más elevados en horas "delicadas" para castigarnos por díscolos? 

21 junio 2021

Lectura de la prensa

Creo recordar que en alguna ocasión ya he contado en este blog que me gusta echar un vistazo a varios diarios cada día tras el desayuno. Podría parecer una variante de masoquismo, pero es que leer solo lo que se cuenta en uno de ellos da una visión muy sesgada de la actualidad, más ahora en que el que siempre fue mi favorito −conservo todavía el número 1 de El País− se transformó en algo muy distanciado de lo que para mí debe ser un periódico serio y fiable.

Falleció Forges hace ya más de tres años −el 22 de febrero de 2018− y con ello desapareció el cincuenta por ciento del contenido inteligente de ese diario que ahora se dedica preferentemente a la publicidad de succionadores de clítoris, productos de Amazon y a la celebración de homosexuales y transgéneros, algo que quizás muestre su modernidad y liberalismo, pero por lo que no siento el mínimo interés y sospecho que no preocupa en exceso a la mayoría de los lectores. También prestan una atención para mí parcial y desmedida hacia los inmigrantes en general y los que vienen en patera en particular; parecen compartir el criterio expresado por Manuela Carmena, cuando era alcaldesa de Madrid, y afirmó sin ruborizarse que los que venían eran los mejores.

Los otros diarios por los que me intereso son habitualmente El Mundo, 20minutos, Diario de Sevilla y El Periódico de Barcelona. Después hay más a los que no tengo como de lectura obligada, pero que frecuento: La Vanguardia, Diario.es, Infolibre, Público de Lisboa, The Guardian, O Globo de Río de Janeiro y A Folha de São Paulo. Me llama la atención el nulo interés de The Guardian −en realidad de todos los ingleses− por España y los españoles; cualquier suceso que tenga lugar en Ruanda o Bután es para ellos más interesante o trascendente que los que se producen en el país donde pasan sus vacaciones: somos para ellos tan solo una especie de resort. A cambio, aquí seguimos con pasión hasta los gestos mínimos de la familia real británica y allegados. Así somos, nos va el vasallaje (y la crónica rosa).

Noto que pongo los verbos en presente de indicativo y con eso falto a la verdad, porque desde hace un tiempo la mayoría de esos periódicos obligan a estar suscritos para permitir el acceso a las noticias y eso es algo que no quiero ni me puedo permitir, porque sería preciso abonar una cantidad elevada cada mes y asumir el cargo de conciencia que supone contribuir económicamente a la existencia de los que me desagradan. Por ejemplo, estuve tres meses pagando por El Mundo, pero las cosas que defendían me producían tal malestar y hasta asco que no pude continuar abonando mi suscripción. Y conste que sus lectores suelen ser peores que la propia línea editorial.

Desde que apareció esta novedad −que considero justa− de pagar por leer, se me ocurrió que seguramente se implantaría lo que considero más lógico: la creación de una mancomunidad (los modernos lo llamarían pool) a la que los lectores pagarían una cuota con lo que se podría acceder a los contenidos de todos los diarios mancomunados que, según los controles de lectura tan sencillos de establecer hoy en día, se repartirían las cuotas en función de los lectores o incluso del tiempo de lectura en cada uno.

Ni siquiera he oído hablar de la posibilidad de llevar a cabo este sistema y no es difícil suponer las razones: celos profesionales, desprecios, odios, miedo a que se conozcan las difusiones reales, etc. Como sin duda la prensa en papel tiende a desaparecer, esa falta de acuerdo llevará a la extinción de más de uno de los digitales, que será lo que desean los más poderosos, sin percibir que la desaparición de los más débiles arrastrará a la totalidad, porque la población optará por lo más fácil: ver solo televisión y redes sociales. Un desastre para el conocimiento y para la democracia, porque esta última solo es posible con ciudadanos informados.

Mientras deciden alguna solución al problema de las necesarias multisuscripciones actuales, procuro apañarme mediante el recurso a los más generosos −por ahora− o trucos para poder leer lo que me interesa, trucos cada vez más difíciles y complicados y que poco a poco van resultando imposibles de emplear. Terminaré como la mayoría: viendo solo los telediarios y aceptando la completa alienación y el engaño.

10 junio 2021

Curso abreviado de español para extranjeros

He visto hace unos días en la prensa un anuncio que decía: «Descubre los "leggins" con efecto "push up"» (las comillas inglesas son mías). Después de meditar un buen rato sobre ese texto he llegado a la conclusión de que los españoles no vamos a aprender inglés porque no hay manera, pero sí es cierto que, gracias al neoespañol, el inglés nos suena lo suficiente como para apañarnos. Nadie pestañea si lee en la prensa u oye en la televisión cosas como backstage: bambalinas, bastidores, casual: (estilo) informal, celebrities: famosos, dress code: etiqueta, fashion o trendy: de última moda, tendencia, fitting: prueba de vestuario, front row: primera fila, it-girl: chica de moda, etc. De lo de bizarre: raro (y ya bizarro también), prefiero no hablar.

Sí sería conveniente que puesto que aquí nunca llegaremos a hablar inglés como lo hacen holandeses, suecos y demás indeseables, tratemos de enseñar nuestra lengua actual a los extranjeros, una vez que mediante burradas hemos conseguido que el español sea más simple que el swahili. Tengamos en cuenta que ellos ya se saben "fiesta", "sangría", "guerrillero" y "paella". ¡Se saben lo fundamental!

Para empezar, hay que explicarles que aunque en las escuelas de idiomas se insista en lo contrario, el único pronombre personal es prácticamente "tú". Olviden todo eso de usted, vos, etc.: si se encuentran frente a un campesino digan tú. Si están con el rey, digan tú. Si con un juez en el ejercicio de sus funciones, tú. Si ven al papa, tú. No falla y la prueba está en la periodista que ya se dirigió a Felipe VI tuteándolo. En Europa nos consideran sin modales, ¡qué sabrán ellos lo que es modernez!

Sabemos que en inglés se molestan en distinguir entre "hear" y "listen", en francés "entendre" y "écouter", italiano "udire" y "ascoltare", portugués "ouvir" y "escutar", etc. En español hemos olvidado el verbo "oír" y resuelto este tremendo lío y se dice siempre "escuchar". Aunque sorprenda, aquí los truenos, los disparos o las explosiones se "escuchan". Muy apropiado para mentes sencillas; es decir, casi todas.

Algunos ignorantes −muy pocos− siguen creyendo que los superlativos se forman anteponiendo el adverbio "muy" o añadiendo el sufijo "-ísimo", pero las mentes simplificadoras han inventado algo que anteponiéndolo a lo que sea extreme su significado: "super". Por ejemplo, superbueno, superlejos, supercaro, etc. Atractivo, ¿no?

Hay gente retorcida que en las escuelas han estado enseñando hasta hace bien poco que las preposiciones son "a, ante, bajo, cabe, con, contra...", ¡¡qué ganas de complicar la vida!! Solemos usar las preposiciones para indicar procedencia, destino, situación y cosas de esas, así que en neoespañol basta con preceder la palabra con la expresión "a pie de", con lo que se consigue un simpático efecto de modernidad al tiempo que se evitan complicaciones. No me negarán que, por ejemplo, "a pie de arcén" o "a pie de pozo" o "a pie de playa" queda genial, ¿verdad? No es muy académico pero ¿qué más da?

No todo van a ser buenas noticias y para eso ciertos políticos han inventado un truco para complicarlo todo. La mala es que si antes usted podía escuchar, por ejemplo, en una asamblea de padres en el colegio algo así como "Los profesores han decidido que a partir de ahora los alumnos y sus padres...", en la actualidad para ser correctos hay que decir "Las profesoras y los profesores han decidido que a partir de ahora las alumnas y los alumnos y sus madres y padres...", lo que evidentemente dificulta mucho el habla, pero la buena es que a un extranjero probablemente no se le va a exigir ese perfeccionamiento que, en realidad, es una solemne mamarrachada.

Complementando lo dicho en el párrafo anterior no está de más advertir que esa norma solo es aplicable a palabras que en su forma singular terminen en las vocales "o" o "e", como niño o abogado o monje, que son vocales asociadas al sexo masculino y por lo tanto, malas. Si por el contrario la palabra termina en "a", como policía o dentista o malabarista, no hay que cambiar nada, porque la "a" es una vocal buena. Resumiendo: si se trata de un policía masculino, diremos "policía" a secas. Si de una bombero femenina, diremos "bombera" (leído en la prensa hace pocos días).

Por último, pero no menos importante, recuerde que al finalizar una charla y despedirse de su interlocutor debe decir "¡venga!", que viene a ser un final entre cortés y cariñoso que invita al otro a sobrellevar pacientemente las adversidades que puedan alcanzarle.

31 mayo 2021

Bazar

Primero me ocurrió con un banco, después −como en los chubascos− las ocasiones han ido menudeando; Seguridad Social / Compañía Eléctrica / seguro médico / banco / etc., hasta que ahora llegamos a un extremo en el que ya no se reprimen o esconden: usted no existe si no tiene móvil y punto. Incluso la agente de la compañía eléctrica no pudo ser más clara y cuando le pregunté qué pasaría si yo no tuviera móvil −lo tengo, pero no me gusta ni lo uso− me respondió con toda frescura "usted no podría contratar con nosotros", y se quedó tan tranquila. Y todo el mundo satisfecho porque tiene móvil y lo usa, aunque estén colaborando en la implantación de un 1984 en peor versión.
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Ha habido recientemente un episodio muy comentado consistente en la invasión de marroquíes y subsaharianos a la ciudad de Ceuta. Pido disculpas si alguien se siente agraviado por el empleo de la palabra "invasión", pero querría recordar que cuando los árabes invadieron España en el año 711, permaneciendo aquí durante unos 780 años, fueron en un número estimado menor de 10.000 africanos, según los historiadores más informados. Ahora, han entrado en Melilla más de 9.000, empujados por el sátrapa Mohamed VI. Díganme si no es número suficiente como para calificarlo de invasión, independientemente de lo que digan en Vox, que es algo que me trae sin cuidado, pero tengo que recordar que si un reloj parado marca dos veces al día la hora exacta, hasta Vox puede acertar en alguna ocasión al calificar unos hechos.
 
A quienes su ciego buenismo les lleve a negar la mayor argumentando algo así como que niños no pueden calificarse de invasores o acaso la frase mágica entre buenistas, vienen buscando un futuro mejor les recordaré lo que dijo el presidente argelino Ben Bella en 1966: “conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres”. Y lo están cumpliendo: solo en España hay actualmente entre 800.000 y un millón de magrebíes. En Europa hay millones de musulmanes de distintas procedencias y han cambiado el paisaje humano, en especial mediante las represivas vestimentas femeninas propias de su religión, ¿por qué se permiten prendas que dificultan o impiden la identificación?

Se me ocurre que si alguna vez me decido a atracar un banco −el sueño de mi vida− y por falta de pericia aparece la policía cuando todavía estoy en ello, ¿puedo argumentar que estoy en busca de un futuro mejor?
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Andan ahora "descubriendo" que puede que el coronavirus se escapara de un laboratorio de Wuhan. Casualmente lo mismo que yo dije hace más de un año en tres entradas continuadas referidas a la pandemia que disfrutamos. ¿Es que soy más listo que nadie o acaso tengo una bola de cristal? ni lo uno ni lo otro, simplemente sé atar cabos. Para ponerlo al alcance de cualquiera, les pido que recuerden eso que la policía se pregunta en todas las película de crímenes: ¿quién se ha beneficiado del delito?
 
Más incluso: estoy convencido de que el escape del virus quizás ha sido intencionado porque ¿desperdiciarían los chinos la oportunidad de hundir o dejar tambaleantes las economías occidentales?
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Hace pocos años apareció un elemento abstracto en nuestras vidas al que la gran mayoría no prestamos ninguna atención. Hablo del bitcoin y las innumerables criptomonedas que le siguieron poco después: ethers, litecoins, stellar, etc. −hasta unas 2.500− incluso Maduro ha creado la suya propia −el petro− que ha fracasado. Ni le presté atención ni me interesé en averiguar en qué consistían, porque me parecían un absurdo temporal. Cuando hace un par de años mi hijo nos pidió dinero para comprar algunas y hacerse rico le dimos 500€ y todavía anda procurando no perder demasiado, porque ganar, no gana.

Me quedo pasmado cuando oigo hablar del empleo de potentes ordenadores para practicar la minería de las criptomonedas; ni sé de lo que hablan ni pienso interesarme. Es un asunto puramente especulativo que no produce nada.
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Una noticia leída en la prensa me da a conocer la última novedad en Internet. Se trata de acelerar la reproducción de mensajes sonoros, vídeos, series, etc. para poder reducir a la mitad o menos el tiempo de reproducción en Whatsapp, Netflix, Youtube, Spotify, TV, etc. Me parece una falta de respeto recibir un mensaje oral de un amigo y reproducirlo a alta velocidad para no perder tiempo, pero alucino cuando leo que entre las ventajas están poder reproducir películas, series o música en menos de la mitad del tiempo estipulado. Digo yo, ¿leer el mensaje de un amigo es perder el tiempo?, ¿ver una película o serie no es disfrutar de ese visionado?, entonces ¿qué objeto tiene reducir ese tiempo de disfrute?, ¿qué placer puede producirnos escuchar el Concierto de Aranjuez al doble o triple de su velocidad normal? Sigo sin entender nada, pero está claro que abundan los idiotas.

20 mayo 2021

Permisividad como negocio

No voy a descubrir nada si señalo que la razón por la que los niños quieren tanto a sus abuelos es porque en la convivencia con ellos las prohibiciones escasean, cuando no están totalmente ausentes. Un abuelo piensa con razón que los tiempos de las prohibiciones, de los discursos, de los castigos... ya pasaron para ellos y que deben ser los padres quienes ahora se ocupen de educar a sus hijos. La mayoría de los abuelos evitan cualquier signo de dureza con los nietos y procuran −sobre todo con los nietos que son tiernos infantes− dar solo notas positivas. Que de lo negativo se ocupen otros.

Estamos todavía viviendo una pandemia para la que evidentemente no estábamos preparados, sobre todo los jóvenes acostumbrados a vivir al día, que del futuro ya se ocuparán otros. Realmente nadie se esperaba −hacía ya un siglo de la última− que nos cayera encima lo que más parece un castigo bíblico que una contingencia compatible con la vida actual. A nadie se le pasó por la cabeza tener que volver a la guerra de trincheras, rodeados por gases venenosos como en la I Guerra Mundial o Gran Guerra, ni tener que sufrir la mortal gripe llamada española para fastidiar, porque éramos −somos− un país que no pinta nada en el mundo y a alguien había que echarle la culpa.

Es curioso que casi nadie llame al coronavirus "el virus chino". Claro que ningún país, sin excepción, quiere indisponerse con el imperio chino y cortar el comercio con él, porque se acabaría ese negocio de comprar en China lo que después se vende a los consumidores europeos o americanos por cuatro o cinco veces su coste inicial. ¿Se acuerdan de cuando la electrónica tenía como mucho un beneficio del 15 o 20% de su precio de venta? Ahora todo se fabrica en el lejano oriente y se vende a muchas veces lo que le cuesta a su importador.

Quién nos iba a decir que el ejemplo de los abuelos iba a tener un éxito capaz de poner patas arriba un país. En los tiempos de la imagen por encima de las ideas, del marketing por delante del debate, una mente retorcida y hábil como la de M.A.R., ahora asesor estrella en Madrid, ha sido capaz de aplicarlo a la política y llevar así al triunfo arrollador a su pupila, la trumpista mayor del reino.   

Teníamos encima una pandemia y todos los países y territorios sensatos recurrieron a lo que ha resultado la mejor arma para luchar contra el contagio: el confinamiento; hace pocos días hasta el gobierno de Navarra publicaba un estudio que establecía la relación incuestionable entre bares abiertos y aumento del contagio. Pero no contábamos con una mujer sin escrúpulos y escasa de neuronas, ella decidió mantener la hostelería abierta con algunas −pocas− restricciones ganándose así las simpatías de quienes trabajan en esas áreas y las de la totalidad de la población que no concibe la existencia sin poder tomar "unas cervecitas" sentados en una terraza. Adoptó, en resumen, el mismo tipo de conducta que los abuelos con los nietos y de camino nos tachó de inmaduros y dependientes, sabiendo que −en general− las dos cosas son rigurosamente ciertas. Mientras, no había día que no aprovechara para injuriar, insultar y culpar de todo lo malo al gobierno central porque también sabía que en época de descontento eso da dividendos y tenía que cuidar su futuro.

Esa manera de gobernar condujo a que los contagios se multiplicaran, que los hospitales quedaran saturados, y los pobres viejos cayeran como moscas, pero ¿qué más da? Lo importante es que te quieran, sobre todo sin tienes en mente provocar unas elecciones cuando no tocan, simplemente para recoger lo sembrado.

El final ya lo conocen. Tuvieron lugar las elecciones y ahí se comprobó que ser insolidario, mal administrador, mal gobernante y, además chulesco tiene su recompensa. Los administrados, los que habitan Madrid, pudieron ver cómo se ensombrecía el horizonte mientras tomaban otra cañita con unas patatas chips rancias como tapa y seguían sin poder acudir a su centro de salud cuando lo necesitaban.

12 mayo 2021

¡Papá, no corras!

Llegó a ser una campaña en los medios de hace muchos años, como muchas otras que recomendaban practicar un deporte, leer un libro, viajar en tren o recordarnos que "España es diferente", y recuerdo que eran multitud los que llevaban una pieza alargada, por lo general de "símil-piel", pegada por el salpicadero del coche y que contenía fotos de los rostros más queridos  (supuestamente) por el conductor. Ahí se asomaban por descontado la esposa, los hijos y a veces la madre y hasta la suegra del propietario del vehículo y arriba o debajo de todas esas fotos el lema o recomendación "Papá, no corras". No lo conocí con la misma recomendación a la "mamá" porque supongo que las madres conducían menos y cuando lo hacían no eran tan alocadas como para correr, ya se sabe que las mujeres son muy prudentes.

Con frecuencia, esas fotos estaban acompañadas en sus proximidades de un medallón en bajorrelieve en el que podía verse a San Cristóbal con un niño en el hombro −posiblemente el niño Jesús−, porque este caballero era la presencia del santoral, por aquello de que era −decían− el patrón de los automovilistas, posiblemente asignado en su momento en el río Jordán o sus proximidades. Años más tarde, se corrió la voz de que eso era falso y que el tal San Cristóbal no era santo y que por no ser, ni siquiera había existido. Un duro golpe a los conductores.  

Hablamos de tiempos en que el ABS o los cinturones de seguridad y no digamos el airbag eran todavía desconocidos y el único medio de seguridad pasiva era el pie derecho y su capacidad de pisar el freno.

Hoy vivimos tiempos descreídos y nadie se acuerda del santoral ni de la familia, pero muchos tenemos in mente a la del director de la DGT, al que parece que se le ha ocurrido la brillante idea de que los coches que no circulan atropellan mucho menos y consecuentemente ha limitado la velocidad máxima en población a 20, 30 o ¡la locura! 50 km/h, dependiendo del tipo de vía. Se habla de que la mayoría pertenecen a la franja de los 30 km/h.

Se habla también de que a tales velocidades, habrá que llevar el vehículo en 2ª u otra marcha corta y como consecuencia inmediata la caja de cambios sufrirá más de lo ordinario, multiplicándose las averías, y por descontado aumentando enormemente el consumo y por tanto la contaminación que se trata −trataba− de evitar. ¿Han intentado ir alguna vez por una calle a 30 km/h? Les recomiendo que prueben y comprueben que es casi imposible y que el miedo a que alguno que venga detrás nos pase por encima es irreprimible. Ahora, cuando la policía municipal tenga ganas de recaudar, les basta con ir a alguna calle cercana y empezar la caza. Ya lo de 20 km/h es indescriptible.

No acaba de entenderse las medidas por disminuir los atropellos en población, siendo una cifra que apenas supera los 150 fallecidos en España al año y, por ejemplo, menos de 20 en Madrid. Sorprende porque casi la totalidad son por irrupción repentina en la calzada o por cruzar imprudentemente vías imposibles de cruzar, como la Castellana o la M-30, quizás lo único que se consiga es el abandono total por parte de los peatones de los pasos señalizados, para cruzar por donde les dé la gana (que diría Ayuso) haciendo uso de su libertad.

Es una realidad innegable que a menor velocidad menor daño, pero ¿justifica el número de fallecidos las medidas que se toman? Siguiendo esa misma argumentación, ¿por qué no fijar la velocidad en 10 km/h o, directamente, exigir que los automóviles estén siempre aparcados? Sería una medida que acabaría rotundamente con los atropellos, la contaminación y −está claro− la movilidad. Ahora los allegados ("seres queridos", para los tontarras) deberían pedir por escrito junto a las fotos ¡Papá, sigue parado!

05 mayo 2021

La música y los españoles

A ver cómo lo digo sin que provoque demasiado enfado (aunque hay cosas que no se pueden camuflar): los españoles tenemos una fibra musical penosa y es más que probable que haya sido así desde hace muchos siglos. Falla, Serrat y algún otro son solo milagros en un páramo.

No sé si alguna vez se han parado a pensar en ello, pero me parece significativo que mientras durante los últimos siglos en Europa los compositores se daban codazos para tener alguna oportunidad de hacerse famosos, en España el silencio era casi clamoroso. Aquí estábamos más por lo de fundar órdenes religiosas o producir pensadores que, por cierto, no se han hecho un hueco demasiado notable en Europa o el resto del mundo.

Mejor dejar lo pasado, porque en defensa de los españoles hay que decir que, aunque hayamos sido un poderoso imperio «en el que no se ponía el sol», los españoles pasábamos un hambre de solemnidad y los más dignos hacían aquello de echarse migas en la barba para aparentar que estaban más que saciados.

Quizás debería limitarme a la época que he vivido personalmente y a lo que he ido viendo −y oyendo− pasar, aunque admito que en los últimos tiempos no le presto demasiada atención. En realidad, ninguna atención, porque no sé si se han fijado, pero lo único que los jóvenes y no tan jóvenes escuchan ahora es ese espanto llamado reguetón, todo un emblema del nivel cultural de esa juventud. Podemos consolarnos sabiendo que en el exterior no andan mucho mejor. Bueno, algo sí.

Debo admitir que, según mis padres, lo primero que se me oyó cantar a eso de los dos o tres añitos fue una canción del repertorio de Antonio Machín, concretamente la titulada "A las doce en punto», que por cierto tengo en mi ordenador en una versión más moderna del mismo cantante. No puedo evitar ponerme tierno cuando la escucho, aunque no sea absolutamente de mi estilo preferido, pero considerándolo desde un punto de vista objetivo, la canción es buena y respondía a lo que la gente demandaba entonces. La gente que tenía radiogramola, es decir, unas decenas.

Eran pocos los intérpretes de aquellos tiempos porque la música no era todavía un producto de consumo −tenían que llegar los años 60− y a bote pronto recuerdo que tenían éxito, aparte de Antonio Machín, también Ana María González, José Guardiola y Bonet de San Pedro. Años más tarde triunfó El Dúo Dinámico, bastante chirriante, y grupos e intérpretes que nos venían desde la América hispana como Los Cinco Latinos, por cierto que con bastante más calidad que los nativos. 
 
Más tarde surgieron aquí dos cantantes en solitario que todavía perduran: Raphael y algo después Julio Iglesias. Del primero solo diré que siento escalofríos cuando me veo obligado a oírlo −y no es de placer− y el segundo fue calificado de "Frank Sinatra latino", lo que muestra a las claras que la mayoría ignora que el Sinatra original es hijo y nieto de italianos y que comparar a ambos debería estar castigado por el Código Penal. 

Hubo un aluvión de cantautores y grupos haciendo lo que podían, que ciertamente era bien poco por lo general. Creo recordar que solo consiguieron meterse en las listas de los países guiris el "Black is black" de Los Bravos (con un cantante alemán) y la canción "Eres tú" de Mocedades. Por lo demás, la calidad del producto nacional no permitía llegar más allá. 
 
La modernidad nos vino de la mano de grupos que desconocían lo que era la armonía y el verso en las letras, que contaban con grandes éxitos como "Camino Soria" de Gabinete Caligari o "Ayatola no me toques la pirola", de Siniestro Total, un conjunto totalmente siniestro, pero no el único.  

Hemos sido siempre un pueblo hambriento e ignorante, de manera que tampoco cabía esperar milagros a la hora de elegir un cancionero. Y el caso es que el folclore en toda España suele ser rico, pese a que la instrumentación a nuestro alcance no era muy variada: de la mitad de la península para arriba dominaba el tambor y de la mitad para abajo la guitarra que, por fortuna, se presta a una mejor armonización.  

*Como pueden surgir dudas acerca de la ilustración de más arriba, aclararé que el hombre no es el hermano cabreado de Sitting Bull y que ambos son imágenes del folclore maragato. Lo que ella sostiene no es un bocadillo gigante, sino un pandero o algo así. Por cierto, buen cocido. Y que nadie se pregunte de dónde sacaron los gauchos de Argentina y Brasil su pintoresca vestimenta.

29 abril 2021

A peor

Acabo de leer en la prensa que según una encuesta realizada recientemente, al 78% de los votantes del PP les gusta o les es indiferente que Vox forme parte del gobierno de la Comunidad de Madrid tras las elecciones del próximo 4 de mayo. ¿Cómo hemos llegado a esto?

No hace falta decirlo: la democracia es que cada uno piense como le parezca y pueda manifestarse consecuentemente, incluso en las elecciones, ¿es esto totalmente cierto? Pues no; la vida está llena de límites y hay también límites a la acción política de los ciudadanos.

No hace mucho, se publicó en la prensa el contenido de un chat en el que participaban militares afortunadamente ya retirados, y una de las cosas que alguno de ellos manifestaba −un ex general− era la necesidad de fusilar a 26 millones de españoles calificados por él de hijos de puta. Así de rotundo, así de claro, así de brutal. ¿Era eso una forma de opinión permisible? No hace falta explicarlo, rotundamente no. Eso sí que es una manifestación de odio y no otras que el gobierno sanciona.

En España tenemos dos fuerzas políticas legalmente implantadas que son responsables de buena parte del sustento de los cafres nacionales, que la mayoría de las veces ni siquiera militan en esos partidos: Podemos y Vox.

Desde luego, el apoyo a los escraches, a los okupas, la excesiva publicidad y resonancia de la homosexualidad y casos de trangénero −no está de más recordar que las cosas tienen género, las personas sexo−, el ataque continuo a la lengua española con el desdoblamiento, a veces triple, como en el caso de "niños, niñas, niñes" que tanto gusta a Irene Montero, la defensa de la inmigración ilegal masiva, la exhibición de banderas y símbolos nazi-fascistas, un lenguaje de inducción y exaltación de la violencia, etc. no han ayudado ni ayudarán a la convivencia pacífica.  

"Podemos" posee un pasado de pocos años en el que se manifiesta la escasa fiabilidad de sus sentimientos democráticos y multitud de veces han evidenciado que lo que desean es la derrota, como sea, de sus adversarios. Ese juego peligroso les ha dado una fama que desgraciadamente se ha asociado parcialmente a otras fuerzas de izquierdas y que daña las posibilidades electorales de esa parte del electorado.

"Vox" tiene una historia corta y, lamentablemente, llena de episodios de violencia física y verbal. Su candidata para la Comunidad de Madrid es sencillamente desagradable, pero... ya se sabe, hablamos de una parte de la población a la que no importan los medios para llegar al poder y expulsar a cualquier otro. El problema es que el actual dirigente del PP Pablo Casado es una persona de escaso carisma y débiles convicciones democráticas y por ello está entusiasmado con Díaz Ayuso si eso supone aumentar sus posibilidades, sin percibir que eso puede significar su propia desaparición. Sería terrible tener a Isabel Díaz Ayuso como futura candidata a la presidencia del gobierno de España y eso es lo que ella persigue; eso es lo que quizás nos jugamos en las próximas elecciones de Madrid.

¿Cómo pueden obtener tan fácilmente el triunfo fuerzas claramente antidemocráticas? Fácil: la falta de cultura y preparación. España ha pasado de una situación de indigencia de siglos a un cierto bienestar material sin pasar por una etapa de asentamiento y extensión de la cultura como ha habido en otros países europeos en los que, además, como es el caso de Italia, Alemania, Francia, Austria, etc. el fascismo en cualquiera de sus formas fue aplastado mientras que aquí se sigue permitiendo la exaltación de aquella escoria del fascismo que fue el nacional-catolicismo del desaparecido dictador. Este es el país de ¡Vivan las caenas! y llevamos dos siglos padeciendo a esos energúmenos. Que dios −o Zaratrusta− nos libren de ellos y de tener a Rocío Monasterio como vicepresidenta de la Comunidad de Madrid.

22 abril 2021

CaixaBankia

No es asunto que merezca una entrada completa, pero me cuesta quedar en silencio cuando presencio y soy víctima de un atropello de este calibre.

Allá por 2012, gobernando España don Mariano Rajoy del Partido Popular, tuvo lugar un rescate bancario que empobreció aún más a los españoles, pues es del bolsillo de todos de donde salieron los 63.000 millones de euros que costó la broma. Por cierto, hay vídeos donde puede verse al señor Rajoy prometiendo que el rescate "no nos iba a costar ni un euro" a los españoles. Otra mentira más y las de su partido suelen salirnos caras: hemos pagado y perdido casi todos esos euros, alrededor del 92% del total.

Ahora se produce la fusión entre CaixaBank y Bankia y como se dice castizamente, "lo pasao, pasao" o, si lo prefieren, "pelillos a la mar", pero me gustaría saber desde cuándo pueden fusionarse y desaparecer empresas entrampadas hasta las cejas. Hasta la fecha Bankia ha devuelto menos de 5.000 millones de ese rescate lo que deja pendiente una deuda superior a los 19.000 millones. Para compensar semejante robo, la fusión va a suponer el cierre de más de 1.500 sucursales y el "ajuste" −ahora se llama así− de unos 8.300 empleos. Estos trabajadores quedarán parcialmente a cargo del Estado y usted y yo pagaremos los gastos. Menos puestos de trabajo, peor servicio y más alarde de impunidad.

No todo van a ser malas noticias: el actual presidente de Bankia, un tal Goirigolzarri −el de cara ratonil−, será el nuevo presidente de CaixaBank y su salario actual de algo más de 500.000 euros anuales pasa a ser de 1.600.000 euros. Es lo menos por cerrar la boca, ¿no?

Mientras, el BBVA se envalentona al contemplar esa fechoría sin consecuencias y decide hacer un ERE de 3.800 Trabajadores. Es natural que Casado o Abascal contemplen la situación con indiferencia, pero no oigo los gritos de Calviño, Yolanda Díaz o del Robin Hood con moño, ¿todo bien?

Eso sí. La ciudadanía no está interesada en el asunto y lo que de verdad nos preocupa son los efectos secundario del 0,000001% de la vacuna AstraZeneca y qué hacer con las segundas dosis. Así somos.

14 abril 2021

No entiendo nada

Hace ya bastantes años a los franceses les dio por colocar delante de los adjetivos (y otros) el aumentativo "hiper". Mareaba que todo fuera hiper... después supe que fue un uso que empezó en las escuelas y rápidamente se extendió a los adultos. Ignoro si actualmente continúan con esa costumbre, pero me temo que sí porque las memeces suelen ser persistentes.

En España nos contagiamos rápidamente del vicio gramatical, pero como carecemos de aquello de la grandeur fuimos más modestos y nos conformamos con lo de «super», aprovechando que ya existían palabras con ese comienzo en nuestra lengua y no pasaba nada: superfluo, superior, superficie, etc. (pero no es lo mismo). Esta costumbre también comenzó a extenderse entre niños y adolescentes y, al igual que en Francia, los adultos lo adoptaron como suyo. Hoy es imposible escuchar lo establecido en la gramática, porque todos adoran lo de super.

Nuestra lengua pone a nuestra disposición tanto el adverbio 'muy' como el sufijo '-ísimo' para formar el grado superlativo de un adjetivo, pero eso no debía parecer bastante −ni suficientemente moderno− y todo el mundo eligió lo de superbueno, superlejos, superbonito, etc. prescindiendo de lo que había sido un uso normal durante siglos. Inocentemente creí que sería una moda pasajera, pero lleva ya más de 25 años y no tiene trazas de desaparecer, entre otras cosas porque la mayoría debe haber olvidado totalmente que dispone de aquello de 'muy' y '-ísimo'. Si lo de "súper" hubiera sido sugerido (no digamos impuesto) por la RAE, habríamos tenido manifestaciones y disturbios, pero...    

Ya puestos a imitar a los franceses, observamos que ellos para decir "hoy" emplean nada menos que "aujourd'hui" y aquí decidimos que lo nuestro sabía a poco y por eso una mayoría decidió abandonar esa sencillez y decir en su lugar 'a día de hoy', exacta traducción del francés, mucho más molón que las tres letras de siempre.

Lo he dicho muchas veces: hasta los pasados años 90 la mayoría de los españoles hablaba haciendo la debida distinción entre "oír" y "escuchar"; un esfuerzo mental mínimo. Quizás hayan sido los erróneos planes de enseñanza, quizás una pandemia no percibida ni denunciada, quizás el contagio de nuestros 'hermanos' americanos, casi de repente el verbo oír se extinguió y fue sustituido por escuchar. Y digo pandemia porque lo más curioso es que nadie recuerda cómo hablaba antes. Incluso el otro día viendo el noticiario en la televisión, se reproducía una escena en la que hablaba no sé cuál político norteamericano; pude oír cómo el político decía claramente en su discurso 'I heard' y aquí se subtitulaba con todo desparpajo como "escuché". Está claro que el problema lingüístico de los españoles no es que no se sepa inglés; el problema −muy grave− es que no se sabe español. Aquí los disparos, los truenos, las explosiones, los frenazos, etc. no se oyen: se escuchan. Si falla la cobertura o la línea telefónica se dice "no te escucho bien" y tan tranquilos. Sin remordimientos ni bochorno.

El otro día vi un titular en 'Diario de Sevilla', firmado por un catedrático de Historia Medieval de la Universidad de esa ciudad, titulado "Vindicación sevillana de un rey santo: Fernando III". Quizás deba recordar que ese santo es el que expulsó a los moros de la ciudad en 1248 incorporándola al reino de Castilla y que por ello no sé si querido, pero siempre ha sido un personaje respetado, bastante considerado y hace siglos canonizado. Lo curioso es que según el diccionario de la RAE 'vindicar' es «Defender, especialmente por escrito, a quien se halla injuriado, calumniado o injustamente notado». ¿Alguien había injuriado a Fernando III? Ni hablar; simplemente el catedrático ignoraba lo que decía y sustituyó el verbo 'reivindicar' por 'vindicar', asumiendo que dado el parecido, venían a significar lo mismo y de camino se mostraba más moderno, críptico y original que cualquiera. Nadie en el periódico se dio cuenta de la memez, algo normal en ese diario.
 
Hace pocos días el diario "El Mundo" decía en un titular y más tarde en el texto, que no recuerdo qué personaje había sido puesto 'contra la espada y la pared' en lugar de 'entre la espada y la pared'; ¿qué imagen les trae aquella disparatada expresión?, ¿espachurrar a alguien contra la pared y encima arriesgar sacarle un ojo con la espada? No tiene nada de extraño, la vocación mundial de este diario no le permite perder el tiempo para conocer la lengua local, por ello sus disparates gramaticales y faltas de ortografía son frecuentes.

La última es más una sorpresa que una queja sobre el lenguaje cotidiano. Resulta que durante muchísimos años en España dábamos el nombre de 'tráiler' −aparte de a cierto tipo de camión− a eso que anteriormente se llamaba 'avance' que en realidad significa según la RAE, «m. Cinem. Fragmentos de una película que se proyectan antes de su estreno, con fines publicitarios». Heráclito debería estar pensando en los españoles cuando dijo −más o menos− eso de 'Todo cambia, nada permanece'. Así es y ahora al tráiler/avance se le denomina 'teaser'.

Se lo había oído decir a alguien cercano y pensaba que era una originalidad suya, pero hace un tiempo que voy viendo contantemente el palabro en la prensa hasta el punto de haber desahuciado a lo que usábamos antes. Ya lo saben quienes no estén al tanto: 'teaser' (pronúnciese tíser). De nada.  

*Y ya que estamos, apostaría que nadie ha relacionado la ilustración con el contenido de la entrada así que lo aclaro: resulta que tradicionalmente se afirma que el rey de espadas es la representación del rey Fernando III el Santo. Ni quito ni pongo.

01 abril 2021

El estrecho de Gibraltar y otros delitos

Ahora que está tan de moda arrojarnos unos a otros acusaciones sobre comportamiento social, quizás no esté de más repasar un poco qué entendemos por alguna de ellas, si son justas estas acusaciones y qué buscamos al lanzarlas.

La acusación de racismo combinada con la de xenofobia es de las más completas, porque hay infinidad de factores que pueden combinarse en esa actitud. El principal es la inmigración descontrolada, que indigna y ofende a muchos porque cuesta entender cómo se puede ser favorable a la recogida en el Mediterráneo de todo tipo de embarcaciones llenas de africanos −y algunos que son de más allá− que simplemente están convencidos de que la vida en Europa es puro lujo y sin más pensárselo recogen todo el dinero que puede facilitarle su familia y se embarcan en esa aventura, la mayoría de las veces sin ninguna preparación ni oficio e incluso desconociendo todo sobre el idioma español, portando frecuentemente enfermedades, violencia y produciendo gastos que pagamos otros. 

Esos que vienen son los verdaderos racistas, porque no dudan en abandonar el país en que nacieron, despreciándolo por tanto, sin más miramiento y sin ni siquiera plantearse hacer algo allí que mejore la situación que tanto les molesta. No sé si son los mejores como afirmaba la bienintencionada y desquiciada Manuela Carmena, pero la obligación de esos buenos mozos sería no arruinar a su familia y quedarse allí trabajando para que su país llegue a ser realmente un país y no un erial del que han huido "los mejores".

En España nadie se considera racista y en general casi no existe el racismo, pero es tópica la pregunta a quienes se consideran libres de ese prejuicio "¿no te importaría que tu hija se casara con un negro?". Ahí la cosa se complica porque seguramente, entre los que tienen hijas, el 99% contestará −o pensará solo− que no le causaría excesivo entusiasmo, por decirlo de una manera suave. Lo que tiene más gracia es que a nadie se le ocurre que exista racismo en sentido contrario: son muchos los negros que no quieren trato cercano con los blancos, que por cierto es como nos llaman ellos a nosotros. Sin embargo lo primero que hace un negro que se enriquece, en África o en América, es emparejarse con una blanca, rubia a ser posible, ¿no es eso racismo?

Cuando hace décadas se acordó crear una comisión internacional para estudiar la construcción de un túnel o puente que cruzara el estrecho de Gibraltar me pareció una idea estupenda. Ahora, los acontecimientos de los últimos años me hacen desear que las placas tectónicas entre Europa y África aceleren su suave desplazamiento y que ese estrecho aumente hasta alcanzar cien kilómetros más. Hablaríamos del canal o ancho de Gibraltar y probablemente disminuirían las fuertes corrientes marinas actuales, el atroz viento de levante que de vez en cuando azota aquellas costas de Cádiz, los daños a los mamíferos marinos y seguramente la facilidad para meterse en una embarcación, incluso de juguete, para probar la aventura europea.

Otra acusación frecuente es la de homófobo o, todavía más moderno y completo, tránsfobo. Hasta 2014 el diccionario de la RAE definía homofobia como «Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.». Hubo alguna intervención desde vaya usted a saber dónde y lo cambiaron a «Aversión hacia la homosexualidad o las personas homosexuales». Es decir, en 2014 usted tenía todo el derecho a odiar los callos a la madrileña y no estaba obligado a sentir simpatía alguna hacia la homosexualidad. Con no pedir ese plato en un bar o restaurante y no obsesionarse con los homosexuales todo iba bien. Pero eliminaron lo de "obsesiva" y lo redondearon incluyendo tanto a las personas como el concepto, de manera que ahora si usted siente lo mismo que antes, sin moverse de su sofá, está cometiendo un delito de discriminación y actitud antisocial; un delito de odio. No me gustan las imposiciones sobre el pensamiento, así que me he vuelto un poco más radical acerca de los callos a la madrileña.

Por suerte o desgracia quienes me han rodeado desde niño han sido mayoritariamente mujeres, lo que me ha ayudado a entenderlas, apreciarlas, defenderlas y hasta amarlas. Pero llegó el feminismo militante agresivo de esas que se empeñan en circular «de noche, solas y borrachas» y dispuso que las mujeres deberían estar necesariamente en todas partes en puestos de relevancia (aunque haya que meterlas con calzador) y al tiempo detestar a los hombres. Ahora las mujeres dirigen muchísimas películas, escriben la mayoría de los libros que se publican, se nos dice que han inventado casi todo y son mayoría notable en el consejo de ministros, lo que no impide que muchas otras alcancen notoriedad acompañando a futbolistas como WAG (wifes and girlfriends) o lleguen a ministra porque "su chico" en el gobierno lo exigió así.  

Aparte la definición de ministro que contiene el diccionario, puramente gramatical, un ministro debe ser alguien con la adecuada formación previa, interesado en el bienestar y mejora de los ciudadanos, no el que aproveche su lugar de privilegio para imponer sus propios criterios a todos por encima de todo.

17 marzo 2021

Querulancia

He descubierto hace unos meses un término usado en psicología y que según el diccionario significa «Reacción hostil y reivindicativa de sujetos que se creen lesionados y consideran que el perjuicio que se le causa ha sido subestimado». Por descontado, existe la palabra «querulante» que es el que tiene este padecimiento o, lo que es lo mismo, el «querellante patológico».

Que nadie se asombre por la aparición de una nueva palabra. Constantemente aparecen y se usan profusamente nuevos vocablos −escasamente lícitos y muchas veces mal construidos− generalmente de origen extranjero. Por ejemplo, nadie reclama por la presencia casi diaria de tsunami hasta el punto de que ha sido incluido en el diccionario de la RAE y lo curioso es que casi nadie sabe diferenciar entre esto y lo que usábamos toda la vida, eso de maremoto que viene a significar casi lo mismo o, mejor dicho, lo de tsunami es de significado más reducido, puesto que no es más que una consecuencia frecuente de los maremotos a lo que antes siempre llamábamos ola gigante, pero lo cierto es que la palabra maremoto ha desaparecido. Es como si rastreamos una palabra nueva para referirnos a las grandes grietas que se abren en el suelo como consecuencia de un terremoto, ¿vamos a buscar una palabra para cada consecuencia de un seísmo?

¿Cuántas veces han oído o leído últimamente la palabra runners?, si miran en el diccionario de inglés verán que su significado es corredores. ¿Y lo de riders para referirnos a esos esclavos modernos que montan en bicicleta yendo de un lado a otro llevando una caja en la espalda donde almacenan nuestro encargo de un restaurante o lo que proceda?; por cierto que significa jinetes, entonces, ¿qué necesidad hay de acudir a un vocablo inglés? Pues que hay que ser o parecer modernos, porque la modernidad mola.

Sabemos que vivimos en un valle de lágrimas −llamémoslo así− y recibimos a diario pruebas de que esto es real sin ninguna duda, de manera que solo nos quedan dos opciones: 1) tomarnos las cosas como si no fueran con nosotros, aunque eso suponga con frecuencia renunciar a la propia dignidad o a nuestros derechos, o 2) desenvainar la espada y tratar de evitar que esos desaprensivos se burlen de nosotros hasta causarnos daño o perjuicio. Adoptar una u otra postura está condicionado por nuestro carácter, por nuestra autoestima.

Apenas oí eso de querulancia me apliqué esta dolencia o, mejor dicho, entendí que muchos otros estarían entusiasmados de aplicarme este calificativo. Porque la verdad es que me cuesta quedarme callado cuando observo o sufro algún atropello, porque está generalizado; los atropellos son constantes y numerosos, aunque haya sufridos que ni se den cuenta o consideren de rojo peligroso rebelarse contra ese abuso. Lo de rojo no es broma, conocía a alguien que pensaba así de los que reclamaban.

Con esa excusa que vale para todo, hablo de la globalización, parece que se ha abierto la veda del ciudadano y por lo tanto se acabó el trato más o menos individualizado, ahora somos solo un espécimen más o menos humano. Recuerdo lo que me ocurrió hace ya bastantes años, que es muy significativo. Resulta que tras un viaje a EE.UU. traje de allí un teléfono de sobremesa que era −entonces− una maravilla nunca vista, así que tiré el trasto con el que me apañaba hasta entonces y coloqué el prodigio tecnológico en mi mesa. Yo entonces era usuario frecuente de la "llamada en espera" y por lo tanto de la tecla "R" que regula el paso a uno u otro llamante, pero resultaba que la tecla no funcionaba, así que llamé a Telefónica (entonces era mi operadora) y le conté mi problema. Me pasaron con un técnico al que relaté mis penas y de inmediato me tranquilizó diciendo «no se preocupe, la tecla R es una puesta a tierra y simplemente en EE.UU. esa puesta a tierra tiene una duración de fracción de segundo diferente que en Europa, pero ahora mismo ajusto su línea para ese aparato». Así debió hacerlo y de inmediato mi tecla funcionaba como dios manda. Era una persona que sabía lo que hacía y quería hacerlo.

Transcurridos cinco o seis años la tecla dejó de funcionar de nuevo, así que llamé a Telefónica muy ufano porque hacía poco que esa compañía había estrenado lo que llamaban "atención personalizada". Muy "personalmente" me informaron de que ya no se andaban con pamplinas y que más me valía cambiar de aparato telefónico. Punto final.

De manera que, si ya no lo consideran así, cuando una compañía de servicios le hable de su "atención personalizada" ya sabe que no le van a hacer ni pajolero caso, porque esa expresión se refiere en cualquier caso al tiempo que media entre la compra del artículo o la toma de contacto con la compañía y el pago del objeto o la firma del contrato; después de ese momento olvídese de atención de cualquier clase. Eso sí, le tutearán en señal de cercanía y afecto extremo.