22 febrero 2021

Insisto (si me lo permiten)

Otra vez pasa el 22 de febrero sin que El País, donde trabajó durante 23 años, o cualquier otro medio ofrezcan un recuerdo del genio que supo poner humor de fondo a España durante casi 50 años, cambiando incluso nuestra forma de hablar, el hombre que mejor ha entendido España en décadas. Hablo de Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como Forges, que se fue mucho antes de lo que debería, el 22 de febrero de 2018. Yo, y supongo que algunos más, lo seguimos recordando, lo echamos de menos.

17 febrero 2021

De la música a la nada

Desde un enlace en no-sé-qué artículo de un diario he ido a caer en un vídeo de YouTube que contenía diversos pasodobles interpretados por la Deutsche Radio Philharmonie. Tengo que advertir antes de nada que estoy −y estaba− muy lejos del típico maduro que de siempre ha ondeado una bandera al escuchar música española, pero lo cierto es que me he emocionado al contemplar la interpretación de esos pasodobles con un virtuosismo admirable; puede que se conmoviera hasta un gallego. La duración total era de tan solo algo más de doce minutos, pero dio tiempo a interpretar esas obras maestras que son El gato montés, España cañí y algunos más que no recuerdo, incluido uno poco conocido por mí que se llama Gerona, escrito tal cual (en castellano). Quizás deba advertir que la música que me gusta y escucho desde que era casi un niño es el jazz y allegados.

No he podido evitar pensar que cuando desaparezca mi generación, casi se puede apostar que desaparecerá cualquier admirador de aquella música porque, sencillamente, no se conoce y su entorno natural, las corridas de toros, está próximo a la extinción. Tengo bastante certeza de que a la casi totalidad de los menores de cuarenta años ni les suenan semejantes reliquias.

Inevitablemente me ha venido a la memoria mi abuela materna, que era profesora titulada de piano −no ejerciente−, tocando y cantando en casa con una voz delicada obras de ese estilo y piezas de zarzuela. En fin, no se valora lo que se tiene, simplemente se añora cuando se pierde. ¡Lo que yo daría por escuchar ahora aquellas interpretaciones!

El caso es que después de escuchar esos pasodobles, Youtube me enganchó −como creo que suele hacer− a otro vídeo de fragmentos de zarzuelas tocadas también por una orquesta alemana o austriaca −da la impresión de que son las únicas que ahora interpretan esas piezas− cantados por Plácido Domingo y una soprano llamada Ana María Martínez −elegante, atractiva y muy buena intérprete− que según descubrí buscando en Internet, es puertorriqueña.

Cuando era joven consideraba la zarzuela cosa propia de gente rancia a la que gustaba la música rancia. Ya hace años que me di cuenta de que ese género incluía piezas verdaderamente geniales, así que disfruté enormemente escuchando aquello y viendo cómo era aplaudido por el público germano. Creo recordar que era bueno ser joven, pero ¡hay que ver la cantidad de cosas que se desprecian por pura ignorancia y soberbia!

En el repaso que hago diariamente a media docena de periódicos, vi a continuación un titular que me llamó la atención: "Las 20 canciones más escuchadas en España en 2020" y pinché el enlace por supuesto que convencido de que no conocería ninguna de ellas porque no escucho la radio y esquivo cuidadosamente los programas "musicales" de televisión. Cada canción tenía un texto de unas diez líneas que la comentaba y el correspondiente vídeo, así que me dispuse a darle una vistazo a todas ellas, para tener una idea de cómo anda el asunto musical entre los jóvenes.

Supongo que no hace falta decirlo: de las diez canciones, nueve eran eso que llaman reguetón, interpretados por lo que deben ser figuras del autotune españoles e hispanoamericanos y la décima obra maestra era interpretada por una australiana en la que deposité mi esperanza de escuchar algo que mereciera la pena, no en vano los hermanos Gibb −los Bee Gees−  eran de allí, pero no era el caso; la australiana tampoco valía nada. Como oí decir el otro día a alguien, ¿te acuerdas de cuando se cantaba música y era tocada con instrumentos?

Ese nombre de reguetón −reggaetón para los más iletrados− me parece perfectamente elegido, pues a lo que se refiere no es reggae ni es nada y de eso va lo que ahora gusta: nada.

Hasta ahora yo consideraba el reguetón como un producto efímero y destinado a los que no saben ni lo que es la música. Lamentablemente está durando más que una simple broma y se ha impuesto casi en exclusiva en el gusto de los jóvenes, avanzando el nivel de los que mañana dirigirán el país, el mismo país que produjo toda esa música de la que hablaba al principio.


01 febrero 2021

No, estimado Javier Marías

Cada domingo y tras la ducha y el desayuno me siento en el ordenador con impaciencia por leer el artículo que ese festivo publica en El País este escritor, porque es persona que me agrada en lo que escribe y hasta como persona en lo que sé de él, que tampoco es mucho, pero observo que es tranquilo, poco dado al insulto o la descalificación y, aparentemente, hasta buen hijo, virtudes todas ellas que escasean en este país más dado a la bronca y el insulto que al diálogo. Hasta ahora.

Ya le dediqué una entrada en este blog y lo he mencionado algunas veces, siempre para bien porque me agrada lo que cuenta y cómo lo cuenta, aunque últimamente ya me ha fastidiado varias veces no por dar opiniones diferentes a las mías, que eso no importa, sino por fallar en todo eso que considero su mejor virtud: su continencia. Ha habido siempre unos agujeros en ese comportamiento y es cuando se manifiesta como fumador activista o el aficionado al fútbol que es, lamentablemente ese espectáculo no ayuda a sus espectadores a estimular el equilibrio y la moderación y está claro que cuanto más se frecuenta más disminuyen las virtudes por las que lo admiro.

Hay un personaje al que también admiro pese a que es denostado por buena parte de los españoles. Me refiero a Salvador Illa, que ha demostrado saberse comportar a lo largo de un año en un puesto de la Administración que prometía ser tranquilo y plácido como un lago suizo y que para él se transformó poco después de su advenimiento en un infierno.

He oído decir a ese dechado de equilibrio y templanza que dirige el PP que el tal Illa es "el peor ministro de Sanidad de todo el planeta". Yo quisiera saber cuándo ese pobre extraviado ha examinado la trayectoria de los ministros de sanidad de países como Azerbaiyán, Paraguay o Lituania −por poner unos ejemplos− para permitirse tal afirmación. Yo no poseo datos para decir que Salvador Illa ha sido el mejor ministro del mundo, pero sí le he visto afrontar una situación muy difícil con escasez de medios −los muy reducidos que dejó un tal Rajoy− y siempre sin atacar o devolver los dardos que recibía. No sé si es un ministro maravilloso, aunque con seguridad no tan infame como afirma el ilustre Pablo Casado, creo que en general la llegada de la pandemia ha sorprendido a todos sin la preparación ni los medios precisos y pienso que Illa se ha comportado decentemente y no ha abundado en aspavientos.

He visto afirmar maravillas sobre la marcha de la pandemia en Francia, Bélgica, Portugal, Alemania, etc. (no hablo de la catástrofe de los EE.UU. de Trump, del Brasil de Bolsonaro o el RU de Boris Johnson). Tarde o temprano todos aquellos países han ido sucumbiendo a la adversidad del virus y sufrido tanto o más que España. Hay una excepción: Nueva Zelanda ha sufrido una muy baja incidencia del covid-19 gracias a que está apartada del resto del mundo y apenas recibe turistas desde su vecina Australia, también con pocos casos de virus por la misma razón. Aquí a la derecha se le llenaba la boca de elogios a la primera ministra neozelandesa por lo bien que llevaba la pandemia, pero de repente cesaron esos elogios y el silencio cubrió su nombre y su país. La razón es bien sencilla, esa primera ministra Jacinda Ardern había cometido la osadía de declarar que el líder que más respetaba y admiraba en el mundo era Pedro Sánchez, seguido de la primera ministra de Dinamarca Mette Frederiksen. Se acabó Nueva Zelanda y la roja de su dirigente, ¡habrase visto!

Hoy, Javier Marías ha caído en la misma estupidez que el ilustre guía del PP: ha mezclado para descalificarlos al presidente del gobierno, Ayuso, Almeida, Iglesias y alguno más. Al tiempo ha calificado a Illa de desastre, que no organiza ni gestiona. Ojalá pudiera preguntarle al ilustrísimo Marías qué es lo que sabe acerca de la gestión real de Illa aparte de lo que dicen los medios casi siempre formando coro con la derecha. Tengo que admitir que no tengo evidencias de la buena o mala gestión de Illa, en la duda debo confiar, ¿por qué lo voy a insultar como él hace? La prensa solo hablará bien de un presunto socialista: Felipe González Márquez, justamente porque no lo es. ¿Le gusta ese, señor Marías?