11 julio 2023

Derogar el sanchismo

Como la mayoría  −si no todos− de los que me leen, soy español y lo he sido siempre, así que no conozco de primera mano la actitud social de otros nacionales si exceptuamos a mi pareja, que no es española de origen y que en ese sentido me desconcierta con frecuencia.

Decía que soy español y que no conozco otra manera de ser, suponiendo que haya una cierta mínima homogeneidad en todos mis compatriotas y pese a ello, no entiendo que según casi todas las encuestas, en las próximas elecciones generales ganará esa coalición de derecha y ultraderecha que representan PP y Vox. Siempre hay desacuerdos más o menos ideológicos con los que ejercen el gobierno, pero no entiendo ese rechazo hacia el actual presidente de gobierno sin más excusa que su uso del reactor Falcon o sus acuerdos puntuales con Bildu, que no coalición o asociación como dicen algunos.

Dicen que quieren derogar el sanchismo, como si fuese posible derogar un comportamiento. ¿Es que a alguien le molesta las subida del SMI (aparte empresarios), la excepción ibérica para contener los precios del gas que repercuten en el de la electricidad, la subida de las pensiones, las leyes de eutanasia y aborto (que no obligan a nadie a nada), etc. etc.? No descarto que algún jubilado eche de menos aquel 0,25% de subida de las pensiones que aplicaba el ilustre Rajoy: hay gente pa’tó.

Cierto que a mí no me produce especial entusiasmo el presidente de gobierno, en especial en su vertiente podemita, creo que la presencia de Podemos ha permitido un gobierno de izquierda, pero al mismo tiempo ha causado un deterioro notable en la imagen del PSOE, debido a sus ideas estrafalarias y al comportamiento desquiciado de muchos de los dirigentes de aquel partido. Tengo que confesar que si tuviera que escoger a los dos políticos que más detesto, pensaría de inmediato en Cuca Gamarra y en Irene Montero. Y Ayuso, claro, pero esa no es político, sino matón.

Afortunadamente, y desde mi punto de vista, ese partido Podemos ya está acabado, como vaticiné en este mismo blog en 2015, aunque no sé si su sustituto, llamado Sumar, va a seguir sus pasos o ha aprendido de sus antecesores lo que no se puede hacer, como eso de proclamarse autor de todo lo positivo y negarse a aceptar como suyos los errores que cometen, al tiempo que exhiben una ignorancia llamativa apenas abren la boca. Por no hablar de la guerra de sexos provocada por su comportamiento que ha apartado a muchos del voto a la izquierda.

Lo que resulta indiscutible es que las mayorías absolutas han desaparecido al menos para bastantes años, ahora hay que resignarse a pactar con quienes no nos entusiasman (como Podemos) o con quienes nos pueden perjudicar (como Vox). Muchos votantes han decidido pasear su voto por las nuevas opciones olvidando que los países más estables son aquellos en los que predomina el bipartidismo y los más desconcertantes aquellos en los que florecieron nuevos partidos.

Es natural que nos sintamos descontentos con los partidos existentes, porque ninguno de ellos ha sido creado a nuestra imagen y semejanza y por lo tanto van a diferenciarse bastante de nuestras preferencias o ideales. Es lo que trato de recordarme a mí mismo cuando la trayectoria del partido al que voté se aleja en exceso de lo que yo deseo.


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