12 septiembre 2011

Español para españoles (17)

Hace bastante tiempo que este blog padece de un casi total abandono por mi parte y diría que de cualquiera, pues por razones que ignoro, pero que atribuyo a que dejó de aparecer publicitado en algún lugar que desconozco, de aquella afluencia diaria -siempre modesta- de lectores mudó a una soledad casi permanente.

Si el blog está abandonado, no digamos aquella serie de entradas que titulé como ésta misma y que llegó hasta el número 16 sin más problemas. La razón para su no continuación es, en buena parte, el desbordamiento que sufre cualquiera que intente dar testimonio de los maltratos a que los hablantes someten al idioma y el convencimiento de que es imposible conseguir que alguien corrija sus vicios de lenguaje simplemente desde una palestra tan poco notoria como ésta. Más aún cuando el buen hablar sufre de notable desprestigio y por el contrario, expresarse como un patán facilita la integración social. Quizás sea por eso que la Real Academia admite cada día vocablos innecesarios y disparatados y modifica la gramática para acercarla a esa masa cada día mayor de ignorantes satisfechos de serlo.

Empero, hay ciertas expresiones tan absurdas como extendidas y no puedo resistir la tentación de referirme a alguna de ellas.

Por ejemplo, creo que quedan días para que todos los españoles incorporen a su lenguaje eso de “poner en valor” que tanto entusiasma a los políticos –y a los presentadores de televisión, of course– para sustituir a verbos de toda la vida como pueden ser “resaltar”, “valorar”, "dar importancia", etc.

Algo parecido sucede con otra expresión de uso habitual en esos dos tipos de especímenes –políticos y presentadores– que es “como no podía ser de otra manera”, para evitar que la cosa quede tan sencilla como lo sería empleando tan solo el adverbio “necesariamente” u otro similar.

Se trata de la antigua maña, antes reservada a los charlatanes de feria, de envolver un mensaje vacuo con un montón de palabras superfluas, que hagan olvidar que se está intentando colocar mercancía sin valor.

Por último, otra expresión de éxito que ya ha alcanzado la dudosa gloria de ser empleada por buena parte de la población. Estoy hablando de “hacer los deberes”, para hacer referencia al cumplimiento de las obligaciones que cualquiera tiene que afrontar a diario, sea el sujeto un gobierno -o alguna de las estructuras de la administración, o sus integrantes- o un individuo cualquiera que hace décadas que finalizó su vida como colegial. Lo que en sus primeras utilizaciones podía ser una ingeniosa ocurrencia, por reiteración pasa a ser una demostración de simpleza y pobreza lingüística.

Lo curioso es que estas florituras verbales contrastan con una tendencia general a hablar lo más parecido posible a esos SMS, que han conseguido lo que antes parecía imposible: que varias generaciones –las de menos edad– reduzcan su vocabulario a un repertorio mínimo que antes parecía ser patrimonio exclusivo de quienes, como los pastores, vivían en soledad casi permanente y por tanto sin mucho contacto con otros humanos que pudiesen aportar una cierta riqueza a su lenguaje.