23 julio 2023

El Ripalda de izquierdas

Después de poner ese título me he dado cuenta de que son muchos los que no tienen ni idea de lo que es eso que llamo Ripalda; así que voy a explicarlo someramente.

En el colegio al que yo asistí y como yo todos mis coetáneos, la asignatura principal no era la física o las matemáticas, como cabría suponer, sino la religión. Hablo de los primeros cursos. Esta disciplina (nunca mejor dicho) se impartía mediante el catecismo Ripalda, que era un librito que contenía las esencias y las oraciones fundamentales de nuestro nacionalcatolicismo. No había que estudiarlo, solo aprenderlo de memoria hasta el punto de que yo en la actualidad, que no soy creyente y estoy jubilado hace bastantes años, sigo siendo capaz de recitar esas oraciones. Por supuesto que preconciliares.  

Lamentablemente el ejemplo no es solo algo que ayuda a enseñar, sino que también “imprime carácter”, quizás por eso en esta época de laicismo y hedonismo hay partidos políticos que siguen siendo partidarios del método de fijar unos pocos principios como obligatorios que deben ser seguidos escrupulosamente para pretender que se es de izquierdas. Me refiero al PSOE, IU, y todas esas secuelas llamadas Sumar, Podemos, Más País, etc.

Ya hablé de ello en otra entrada hace algún tiempo, pero entre que no disfruto del mismo número de lectores que un diario nacional y que la memoria suele ser flaca voy a dar otra vuelta y vuelta al asunto. Me refiero a eso que llamo el Ripalda de izquierdas o, si prefieren, la Torá de la izquierda actual. Son los propios ciudadanos progresistas, además de los dirigentes de los partidos, los que le exigen que cumpla cada mandamiento de esa Torá escasamente judía; son sus propios amigos o contertulios los que pretenden obligarle a seguir punto por punto ese nuevo Ripalda que nosotros mismos nos hemos impuesto. La iniciativa disidente es castigada con el vacío y el apartamiento.

Usted puede ser de izquierdas desde antes de la llegada de la democracia, haber pertenecido a una de las organizaciones ilegales entonces, colaborar con unos de esos partidos, votar invariablemente a alguno de los citados y seguir una conducta intachable, que si falta ligeramente a unos de esos nuevos principios del catecismo actual será tachado de facha, votante de Vox, reaccionario, etc.

Hablo de los tres principios actuales que son pilares del progresismo patrio: homosexualidad, feminismo e inmigración (ilegal). La transexualidad no sé si está incluida en la homosexualidad o en el feminismo, pero estar, está. Atrévase a decir que alguien no le es simpático porque es homosexual o que le parece bien que persigan a las pateras (utópico) y ya puede contar con que le acusarán de practicar el odio (¿qué tiene que ver el odio con la falta de simpatía?). No hablo por hablar, hoy mismo he colocado el siguiente comentario en una noticia de un famoso diario nacional:

Imaginemos a alguien al que en 1989 no le caían bien los homosexuales, pero pensaba que cada uno debía vivir como quisiera y ahí quedaba todo. No había odio aunque tampoco simpatía.
En 2023 piensa igual: ¿es un homófobo o alguien de principios firmes o alguien a quien devora internamente el odio?

La respuesta inmediata ha sido el insulto y el calificativo de votante de Vox. Incluso una fémina me califica de homofobiginóchirulo que ni sé lo que pretende significar.

Como consecuencia y harto ya de políticos que acostumbran a citar a los dos sexos (españoles y españolas, alumnas y alumnos, ciudadanas y ciudadanos, etc.) ignorando que, al proceder del latín, nuestro idioma contiene el femenino en el masculino plural. He decidió que, por primera vez en mi existencia, no voy a votar. Que les zurzan a todos, políticos y mastuerzos en general. Si gana la derecha, qué se le va a hacer, paciencia; se lo merecen quienes pierdan, por integristas y por no entender lo que es ser de izquierdas. 

En fin. No es que Franco obligara a nadie a ser franquista, es que el deseo de ser sometidos creó a Franco, encarnándolo en ese tipo bajito, cruel y culón (Paca la culona, lo llamaba Queipo de Llano) con voz aflautada. Lo necesitábamos para no tener que soportar lo de ser libres.


11 julio 2023

Derogar el sanchismo

Como la mayoría  −si no todos− de los que me leen, soy español y lo he sido siempre, así que no conozco de primera mano la actitud social de otros nacionales si exceptuamos a mi pareja, que no es española de origen y que en ese sentido me desconcierta con frecuencia.

Decía que soy español y que no conozco otra manera de ser, suponiendo que haya una cierta mínima homogeneidad en todos mis compatriotas y pese a ello, no entiendo que según casi todas las encuestas, en las próximas elecciones generales ganará esa coalición de derecha y ultraderecha que representan PP y Vox. Siempre hay desacuerdos más o menos ideológicos con los que ejercen el gobierno, pero no entiendo ese rechazo hacia el actual presidente de gobierno sin más excusa que su uso del reactor Falcon o sus acuerdos puntuales con Bildu, que no coalición o asociación como dicen algunos.

Dicen que quieren derogar el sanchismo, como si fuese posible derogar un comportamiento. ¿Es que a alguien le molesta las subida del SMI (aparte empresarios), la excepción ibérica para contener los precios del gas que repercuten en el de la electricidad, la subida de las pensiones, las leyes de eutanasia y aborto (que no obligan a nadie a nada), etc. etc.? No descarto que algún jubilado eche de menos aquel 0,25% de subida de las pensiones que aplicaba el ilustre Rajoy: hay gente pa’tó.

Cierto que a mí no me produce especial entusiasmo el presidente de gobierno, en especial en su vertiente podemita, creo que la presencia de Podemos ha permitido un gobierno de izquierda, pero al mismo tiempo ha causado un deterioro notable en la imagen del PSOE, debido a sus ideas estrafalarias y al comportamiento desquiciado de muchos de los dirigentes de aquel partido. Tengo que confesar que si tuviera que escoger a los dos políticos que más detesto, pensaría de inmediato en Cuca Gamarra y en Irene Montero. Y Ayuso, claro, pero esa no es político, sino matón.

Afortunadamente, y desde mi punto de vista, ese partido Podemos ya está acabado, como vaticiné en este mismo blog en 2015, aunque no sé si su sustituto, llamado Sumar, va a seguir sus pasos o ha aprendido de sus antecesores lo que no se puede hacer, como eso de proclamarse autor de todo lo positivo y negarse a aceptar como suyos los errores que cometen, al tiempo que exhiben una ignorancia llamativa apenas abren la boca. Por no hablar de la guerra de sexos provocada por su comportamiento que ha apartado a muchos del voto a la izquierda.

Lo que resulta indiscutible es que las mayorías absolutas han desaparecido al menos para bastantes años, ahora hay que resignarse a pactar con quienes no nos entusiasman (como Podemos) o con quienes nos pueden perjudicar (como Vox). Muchos votantes han decidido pasear su voto por las nuevas opciones olvidando que los países más estables son aquellos en los que predomina el bipartidismo y los más desconcertantes aquellos en los que florecieron nuevos partidos.

Es natural que nos sintamos descontentos con los partidos existentes, porque ninguno de ellos ha sido creado a nuestra imagen y semejanza y por lo tanto van a diferenciarse bastante de nuestras preferencias o ideales. Es lo que trato de recordarme a mí mismo cuando la trayectoria del partido al que voté se aleja en exceso de lo que yo deseo.