22 mayo 2014

Pax Americana

Esta entrada viene a ser una continuación de otra bastante reciente (EE.UU. el gran bienhechor) en la que comentaba el correo recibido de un amigo, que contenía un texto acerca de la buena voluntad general de los EE.UU. en el plano internacional y su evidente ánimo pacifista.

Escribí esa entrada, pero se me quedaron en la cabeza algunos puntos que me gustaría haber añadido y que por no hacer el artículo interminable omití. Me acordaba de tantas y tantas intervenciones militares de EE.UU. en el mundo entero y de manera frecuente en eso que ellos llaman su «patio trasero» (backyard), es decir, desde su frontera con Méjico hasta la Tierra del Fuego, fundamentalmente para quitar o poner gobernantes a su antojo, dominando así países sin necesidad de tropas de ocupación permanentes.

¿Cuántas guerras han sido iniciadas por los EE.UU. aprovechando montajes realizados por ellos o simplemente mediante mentiras? No soy historiador, así que el primer caso que se me viene a la memoria es inevitablemente el de la guerra hispano-americana de 1898, cuyo estallido se debió al hundimiento en el puerto de La Habana del acorazado Maine. Este barco llegó a puerto sin permiso previo de las autoridades españolas –claramente una provocación–, pero España pasaba por graves problemas con los sublevados cubanos y se encontraba debilitada militarmente, así que hizo de tripas corazón y dio la bienvenida al acorazado americano en enero de 1898, enviado supuestamente para proteger a la población (?) e intereses americanos en Cuba. Tres semanas después el acorazado hizo explosión en el muelle produciendo una gran mortandad entre su propia tripulación, lo que dio la oportunidad de que el magnate de la prensa americana Hearst inculpara a España del hundimiento –decían que fue una mina colocada por los españoles– y lanzara su grito de «Remember the Maine, to Hell with Spain!» (¡Recuerda el Maine, al infierno con España!) facilitando que poco más tarde los EE.UU. declararan la guerra a España para vengar a sus muertos y defender a los infelices cubanos, que pasaron a ser más infelices aún cuando EE.UU. tomó posesión de la isla. Por cierto, Winston Churchill estuvo presente en esta guerra, iniciando así su larga carrera de rufián intrigante.

Ni siquiera en España se ha dado suficiente publicidad a las investigaciones que posteriormente se han realizado por entidades de Cuba o los propios EE.UU. (National Geografic entre otras) y documentos desclasificados en aquel país, por los que se descubrió que no fue una acción española la que hundió el acorazado, sino casi con certeza un accidente dentro del propio barco que produjo la explosión de su almacén de munición de proa, no descartándose tampoco como causa posible el hundimiento intencionado por parte de los propios EE.UU. (false flag) con el fin de hacerse con una excusa para apropiarse de Cuba y Puerto Rico, como deseaban y consiguieron. De regalo en el paquete iban Filipinas y otras cuantas islas del Pacífico que entonces eran de soberanía española.

Otro caso de false flag es el del trasatlántico Lusitania, usado como cebo tanto el buque como sus pasajeros, facilitando que Alemania lo hundiera en 1915 y justificando con ello la entrada de EE.UU. en la 1ª G.M., puesto que tras el fingido escándalo y dolor por la muerte de inocentes, se encuentra el hecho de que el buque transportaba grandes cantidades de munición y material militar, justificándose por lo tanto que Alemania lo torpedease, tras incluso colocar anuncios en la prensa norteamericana advirtiendo del riesgo que corrían quienes se embarcaran en él. Durante decenios el Reino Unido no ha permitido que los investigadores examinen el pecio, algo técnicamente fácil puesto que el barco se encontraba a poca distancia de Irlanda y a sólo 90 metros de profundidad. Un caso con bastantes similitudes con el hundimiento del Maine.

Es sabido que no fueron los EE.UU. quienes iniciaron la 2ª G.M., pero sí que su entrada en el conflicto tuvo lugar tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Aquel ataque de Japón proporcionó motivo y tuvo la virtud de acallar a quienes en EE.UU. defendían el no intervencionismo en la guerra europea, con gran descontento de los fabricantes de armas americanos. Documentos desclasificados dan pie a pensar que ese ataque fue inducido por los mismos EE.UU. y reafirma esa idea el hecho de que los EE.UU. estuvieran sometiendo a Japón a un embargo insostenible y que en el puerto sólo estuvieran fondeados antiguos acorazados con la mayor parte de sus tripulaciones de permiso –era domingo– y por el contrario, los tres portaviones que tenían allí su base estaban todos efectuando misiones a distancias considerables durante esos días. Afortunada casualidad, ¿no? Y aparente torpeza de los japoneses.

Otra guerra tuvo lugar en Vietnam muchos años más tarde cuando EE.UU. decidió continuar y tener éxito allí donde Francia había fracasado pese a la ayuda económica americana. De todas maneras, el que no hubiera declaración de guerra y que las hostilidades fueran de escaso calado porque el presidente Johnson no contaba con la autorización del Congreso, animó a éste a montar un falso incidente, el del golfo de Tonkín, que sirvió de argumento para que ese Congreso diera al presidente manos libres para actuar contra Vietnam y dotación económica para ello. Hoy en día, documentos desclasificados e investigaciones realizadas en los EE.UU. han permitido llegar a la conclusión de que tal incidente en el golfo de Tonkín nunca tuvo lugar y que todo fue un montaje, posiblemente de la CIA, para iniciar una guerra a gran escala (que por cierto, perdieron). Hasta el gobierno de EE.UU. terminó admitiendo la mentira.

En marzo de 2003 comenzó el ataque de EE.UU. contra Irak con la excusa de que este último se preparaba para la guerra y poseía armas de destrucción masiva. Los únicos que en el mundo se creyeron semejante falacia fueron José María Aznar (Chema para sus friends), cegado porque el presidente Bush le incluyera en su círculo cercano, y unos cuantos iletrados repartidos por el planeta. Era una mentira tan evidente y el interés de EE.UU. por apoderarse de Irak tan notable que casi nadie se tragó aquella patraña. Sin embargo sirvió para que se iniciara una tremenda guerra y que los EE.UU. ganaran cantidades ingentes de dinero al apoderarse de la riqueza petrolífera del país y ocuparse después de su reconstrucción.

¿Seguimos hablando del pacifismo americano o nos ocupamos de sus acciones en Chile, Argentina, Méjico, Bolivia, Perú, Colombia, Cuba, República Dominicana, Haití, Panamá, Granada, Afganistán, Camboya, Laos, etc. etc.? Yo creo que mejor sería que usted  se preguntara por qué razón los EE.UU. son el gendarme universal y por qué es que en general damos por inevitable y bueno que así sea. Antes, para defendernos del comunismo... ¿y ahora?

19 mayo 2014

El fútbol como inmunidad

En varias ocasiones he comentado las ventajas de las que en este desgraciado país disfruta el fútbol y todo lo que le rodea, así que no me voy a reprimir de señalar una nueva manifestación de esa inmunidad.

Creo recordar que fue en la madrugada del sábado pasado, es decir, en la noche del 17 al 18 de este mes, cuando unos minutos antes de las 2 de la mañana mi mujer y yo fuimos despertados alarmados por el ruido que producían lo que me parecían fuegos artificiales aunque dada la hora llegué a pensar que eran un grupo de bandidos o terroristas cruzando disparos con la policía.

Efectivamente eran terroristas, pero de un tipo no perseguido ni castigado, simples (muy simples) aficionados al fútbol que celebraban supongo que en las cercanías del aeropuerto –vivo bastante próximo– la llegada de su equipo que al parecer había ganado uno de los muchos títulos que ahora se disputan con la evidente intención de que sean muchos los clubes que consigan alguno de ellos y tener siempre entretenidos a los aficionados. Se trata de mantener a la ciudadanía en un jardín de infancia permanente; todos contentos.


Cabe asegurar que si alguien se atreve a montar tal escándalo a esa hora –calculo que no fueron menos de 50 cohetes– hubiera pagado literalmente por llevar a cabo semejante atropello, pero... se trataba del fútbol, y ya se sabe que el estado recompensa el efecto anestésico que produce sobre la población, permitiendo cualquier tipo de desatino, ya sea como en este caso sin importar que el vecindario esté descansando o los daños que sobre monumentos de propiedad pública –es decir, de TODOS– llevan a cabo los componentes de estos equipos y sus aficionados cuando celebran sus triunfos.

Hace años hice la prueba con un forofo futbolero que me atormentaba gritando cada vez que al presenciar la retransmisión por televisión de un partido se producía en el campo una situación que le apasionaba. Un día, mientras yo escuchaba un concierto, cada vez que terminaba una pieza me ponía a gritar como el futbolero hacía. Su reacción fue inmediata, preguntándome si yo estaba bien de la cabeza. Mi respuesta, naturalmente, fue que mi cabeza estaba bastante mejor que la suya, porque yo habitualmente no montaba semejantes escándalos.
 
Ahora es pública la relación de morosos con Hacienda así que es fácil comprobar la deuda que muchos clubs de fútbol tienen en sus tributos. Puede preguntarse ¿por qué se permite que entidades deportivas deban tanto a Hacienda? Cierto que no son los únicos, pero ahora hablamos de los clubs de fútbol.

De regalo, una frase de Jorge Luis Borges: "El fútbol es popular porque la estupidez es popular".


Posteriormente a esta entrada, el 15 de junio, se publicó un artículo en la prensa digital profundizando sobre este asunto. Si alguien quiere leerlo y mientras no lo borren, pinchar aquí.

07 mayo 2014

Herencias y herederos


Hay algo en lo que no pensamos bastante porque está relacionado con la muerte y, aunque sostengamos lo contrario, la muerte nos impone cuando no amedrenta, es miserable y fea como feos son los cadáveres por más que a algunos vayan a rendirle honores en su capilla «ardiente» y el desfile ante el ataúd dure horas o días, como sucedió a la muerte del dictador, todavía me acuerdo de aquellos fantoches que se cuadraban, daban un taconazo y saludaban brazo en alto.

Repetía mi profesor de inglés una frase de Benjamin Franklin que afirmaba que las dos cosas ciertas en la vida son los impuestos y la muerte. Las herencias son una combinación de ambas y los tiempos que corren y más con la crisis actual han hecho que la perspectiva de heredar no resulte tan atrayente, porque son muchos los que ya saben que si se acepta una herencia se aceptan los bienes y también las deudas, salvo triquiñuela legal, que según parece la hay.

La mayoría no se preocupa por hacer testamento y de igual manera no cuenta con que un día u otro emprenderá el viaje al que no podrá llevar sus bienes materiales. El resultado es que vivimos como si el asunto no fuera con nosotros y con frecuencia son los herederos los que se encuentran con una situación farragosa y fiscalmente costosa.

El estado, ese omnipresente entrometido, mete sus narices en este asunto y regula hasta el último detalle, y así nos encontramos que si en vida conseguimos acumular algunos bienes a pesar del empeño que Hacienda pone en arrebatárnoslos, es el estado el que decide a quién podemos dejarlo en su mayor parte. Prácticamente no hay manera de evitar que se apropien de esos bienes los llamados herederos legales y si usted no tiene una buena relación con ellos o simplemente no tiene relación alguna no podrá evitar que a su desaparición se lancen como hienas sobre lo que deja y que a lo mejor usted hubiera deseado que fuera a parar a Greenpeace, por poner un ejemplo. Son esos herederos legales los que se apropiarán al menos de las dos terceras partes de la herencia; de todo si fallece intestado.

Da igual que esos herederos obligados sean hijos que le abandonaron cuando usted los necesitaba o a los que no ve hace veinte años, que sean unos padres a los que usted no quiere ver ni en pintura porque no cumplieron con su obligación, que sean hermanos a los que odie con toda intensidad: son ellos los que recibirán eso que se llama la legítima y quienes incluso se permitirán burlas cuando disfruten de aquello que ganaron sin mérito ni esfuerzo.

¿Por qué ese empeño del Estado en que sean sus familiares cercanos los que reciban su herencia? Según parece todo procede del tiempo en que éramos una sociedad fundamentalmente agrícola y las explotaciones eran sostenidas con el esfuerzo conjunto de padres e hijos, lo que hacía razonable cierta sucesión familiar, pero no cabe duda de que ya las cosas no son así y es el Estado el que perezosamente declina hacer las reformas legales oportunas para evitar la situación actual.

Por lo visto esto no es así en el mundo anglosajón (y según creo, en el País Vasco y Cataluña), pero ya se sabe, copiamos todo lo que se nos pone por delante salvo lo que resultaría de verdadera utilidad social, parece que hay quienes de manera colectiva ya han pedido las modificaciones legales precisas para que en lo relativo a herencias nos incorporemos al mundo moderno pero ya se sabe que es mucho más fácil legislar a capricho –como hace el ministro Gallardón– que seguir los dictados de la lógica.

Leo que existe una iniciativa legislativa avalada por una asociación que pretende que se modifique la legislación española en cuanto a ese aspecto de los herederos forzosos equiparándonos a otros países de Europa, pero la triste verdad es que ni el gobierno lo toma muy en serio ni el empuje popular será masivo, porque casi todo el mundo interioriza que su vida va a ser eterna o poco menos. Es común pensar que sólo envejecen y mueren los demás olvidando que, como dice mi mujer, para morir basta con estar vivo.

04 mayo 2014

Aprenda a chamar a polícia...

Hace nada menos que cuatro años publiqué en este blog un chiste brasileño (que allí llaman piada) en su idioma original porque me pareció mucho más adecuado y hoy hago lo mismo con un pequeño post de un periodista y escritor de aquel país llamado Luis Fernando Veríssimo. También como entonces, y por si alguien cree que no puede entender el portugués, hago una traducción posterior al español absolutamente de aficionado.

Para qué sirve la policía en España
Utilidade da polícia na Espanha
    Eu tenho o sono muito leve, e numa noite dessas notei que havia alguém andando sorrateiramente  no quintal de casa. Levantei em silêncio e fiquei  acompanhando os leves ruídos que vinham lá de fora, até ver uma silhueta passando pela janela do banheiro. Como minha casa era muito segura, com grades nas janelas e trancas internas nas portas, não fiquei  muito preocupado mas era claro que eu não ia deixar um ladrão ali, espiando tranqüilamente.

  Liguei baixinho para a polícia informei a situação e o meu endereço. Perguntaram-me se o ladrão estava armado ou se já estava no interior da casa. Esclareci que não e disseram-me que não havia nenhuma viatura por perto para ajudar, mas que iriam mandar alguém assim que fosse possível.

  Um minuto depois liguei de novo e disse com a  voz calma:

  - Oi, eu liguei há pouco porque tinha alguém no meu quintal. Não precisa mais ter pressa. Eu já matei o ladrão com um tiro da escopeta calibre 12, que tenho guardada em casa para estas  situações. O tiro fez um estrago danado no cara!

  Passados menos de três minutos, estavam na minha rua cinco carros da polícia, um helicóptero,  uma unidade do resgate, uma equipe de TV e a turma dos direitos humanos, que não perderiam isso por nada neste mundo.

  Eles prenderam o ladrão em flagrante, que ficava olhando tudo com cara de assombrado. Talvez ele estivesse pensando que aquela era a casa do Comandante da Polícia. No meio do tumulto,  um tenente se aproximou de mim e disse:

  -  Pensei que tivesse dito que tinha matado o ladrão.

  Eu respondi:

  -  Pensei que tivesse dito que não havia ninguém disponível.


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Aprenda a llamar a la policía

Tengo el sueño muy ligero y una de estas noches noté que había alguien andando a escondidas en la parcela de mi casa. Me levanté en silencio y permanecí un rato prestando atención a los leves ruidos que venían de allá fuera, hasta ver una figura que pasaba por delante de la ventana del baño. Como mi casa era bastante segura, con rejas en las ventanas y trancas en las puertas, no me preocupé mucho, pero estaba claro que no iba a dejar un ladrón por allí espiando tranquilamente.

Llamé a la policía hablando en voz baja e informándoles de lo que sucedía y de mi dirección. Me preguntaron si el ladrón estaba armado o en el interior de la casa. Aclaré que no y me dijeron que no tenían ningún patrulla cerca para ayudar, pero que mandarían a alguien en cuanto fuese posible.

Un minuto después llamé de nuevo y dije con voz calmada:

Oiga, llamé hace poco porque tenía un intruso en mi parcela. No hace falta que se den prisa. Ya maté al ladrón con un disparo de la escopeta del calibre 12 que tengo guardada en casa para estas ocasiones. ¡El tiro hizo un destrozo espantoso en el fulano!

Menos de tres minutos después estaban en mi calle cinco coches patrulla, un helicóptero, una unidad de rescate, un equipo de la TV y un puñado de miembros de ONG que no se perderían eso por nada del mundo.

Detuvieron al ladrón en flagrante, que asombrado miraba todo lo que ocurría. Tal vez se le ocurriera que aquella era la casa del comandante de la policía. En medio del tumulto, un teniente se me aproximó y me dijo:

Pensé que me había dicho que ya mató al ladrón.

Yo respondí:

Pensé que me había dicho que no había nadie disponible.

¡Ojo! Si le ocurre algo parecido, yo le recomendaría no hacer el experimento, si algo escasea en la policía es el sentido del humor. Para compensar, lea el artículo de Javier Marías de hoy en El País Semanal, aquí.