22 marzo 2016

Por favor, demuéstreme que estoy equivocado

Hace tiempo que me vengo prodigando en entradas que desde un aspecto u otro contemplan lo que significa y significará en el futuro la venida de inmigrantes, o refugiados si prefieren, que es como los llaman ahora porque queda como más ACNUR.

Por supuesto, hay quienes me miran con malos ojos por las cosas que escribo vivimos una fiebre de corrección política, pura hipocresía, pero puedo asegurar que nadie me ha refutado mediante argumentos veraces lo que yo he venido afirmando: la aceptación de refugiados es un asunto con solución cuando se produce en cifras más o menos asimilables; es un desastre cuando esas cifras se desmandan y se transforman en contundentes y catastróficas. Eso está ocurriendo ahora.

En primer lugar, nadie se preocupa por saber más allá de los titulares de los diarios o los telediarios y por eso se acepta sin más que los refugiados son ciudadanos sirios que huyen de la guerra en su país, algo que debe ponerse en duda porque de lo contrario es imposible entender que los sirios acogidos en Uruguay por el gobierno de José Mujica pidieran casi de inmediato su reenvío a Centroeuropa porque el país no les satisfacía, pese a que recibieron tierras y vivienda. Chocante, porque allí no hay guerra y Uruguay es uno de los mejores países de Hispanoamérica, aunque sí es cierto que no abundan las subvenciones. Frente a eso yo me pregunto si a nadie le llama la atención que de los 18 aceptados en España hasta este momento, 17 sean kurdos y sólo uno sirio. Indaguen en donde está la información cuál es la nacionalidad real de esos que desembarcan en la isla de Lesbos y que pronto lo harán a través de Melilla y todo el norte de África, según se les cierren aquellas fronteras.

Son originarios de Siria, cierto, pero también de Pakistán, Afganistán, Irak, Palestina, Sudán, Somalia, Eritrea, Níger, etc., es decir, proceden de todos los países en que sus gobiernos y sus habitantes parecen incapaces de organizar un orden económico y social ni siquiera básico; donde se reproducen sin control alguno produciendo un aumento de la población terrible; donde las distintas facciones de su religión provocan luchas internas que ahora trasladarán a Europa. Han entendido que mejor que arreglar sus situaciones locales se vienen para aquí, donde piensan que todo está hecho y que la vida confortable está asegurada. Una pena, pero dudo mucho de que Europa y España estén en condiciones de acoger a todos los migrantes en esas circunstancias, fundamentalmente económicas. Se trata de una auténtica desbandada que quizás tuviera su origen en las guerras de Siria e Irak, pero que se ha transformado en algo incontrolado. ¿A nadie le llama la atención que esa estampida se iniciara tras años de guerra y que precisamente en este momento esa guerra se encuentra en un periodo de baja actividad, con incluso un alto el fuego?, ¿que quienes dieron la patada inicial al avispero fueron los EE.UU. y Reino Unido con la invasión de Irak y los bombardeos en Siria, justamente los que ahora se desentienden de todo el problema?, ¿no les choca que estas oleadas no se dirijan a esos países musulmanes ricos que están al sur? No es paranoia sino lógica, la venida de refugiados sólo beneficia al mundo empresarial, al capital, que con eso consigue tirar abajo los salarios y de propina se ahorra deslocalizar producciones, porque ya están deslocalizando a la propia mano de obra que va a trabajar para ellos por una miseria. Como nosotros haremos.

Lo sé, a uno se le ocurre de inmediato preguntarse por qué Merkel y la UE están de repente en contra de la venida de refugiados, si doña Angela es hija de un pastor protestante y propicia a practicar la caridad. Pero yo diría que está muy claro que el tema se les ha escapado de las manos; en su torpeza, los políticos no esperaban que el asunto llegara a los términos que ha llegado. Ahora intentan dar marcha atrás.

¿Les suena el Instituto Gallup? Si no es así, recomiendo que antes de continuar se informen en Google, pero ya adelanto que es uno de los institutos de encuestas más fiables del planeta. En una encuesta de este organismo sobre las consecuencias de abrir fronteras (Encuesta Gallup) se da como resultado una avalancha hacia Europa que acabaría con todos nosotros. Por poner sólo un par de ejemplos, Suiza incrementaría su población en un 136% pasarían de poco más de 8 millones de habitantes a casi 19 millonesy a España vendrían algo más de 20 millones. Ha leído bien: 20 millones. ¿Seguimos jugando al buenismo? No hablamos de generosidad, sino de supervivencia, porque no hay que ser muy listo para entender que la UE desaparecería ante esa invasión, no habría estructura que resistiera. Por doloroso que resulte, si tras todas las negociaciones en marcha no se consigue parar el proceso, no descarten que en un horizonte no muy lejano tengamos que contenerlos de manera más contundente. Si los buenistas lo permiten.

Ni siquiera se solucionaría el problema si cada alma generosa admitiera un refugiado en su casa, porque ¿por cuánto tiempo mantendrían el acogimiento?, ¿no precisaría el acogido sanidad, enseñanza, trabajo, etc.?, ¿se imaginan el impacto social de una población musulmana en su totalidad, que no tiene la menor intención de volver jamás a sus hogares? Cierto, la Convención de Ginebra habla del derecho de acogida, entre otras cosas porque no estaba previsto que se produjera una oleada como la actual, pero es evidente que ha llegado el momento de modificar la Convención y otros acuerdos semejantes o el mundo, tal y como lo conocemos, va a desaparecer. Sinceramente, no lo entiendo; estamos rodeados de gente necesitada a la que no hacemos caso y queremos que vengan muchos más, aparentemente para que quienes no tienen para vivir sean también muchos más.

Bien, he procurado presentar hechos; si usted piensa que son falsos o erróneos, presente los suyos. De momento, me cuesta creer que una mayoría no vea este asunto con la claridad que yo creo verlo, es tan solo mirar más allá de la foto enternecedora que la prensa manipuladora y las redes nos enseñan un día sí y otro también. 

16 marzo 2016

¿Quién cuida y elabora el lenguaje?

En varias ocasiones y a raíz de mis críticas a la situación actual del castellano, me he visto obligado a discutir con más de un interlocutor perteneciente a ese abundante sector que sostiene que el lenguaje lo conforman los hablantes. Mi contestación es invariable: antes, en esa época en la que los medios de comunicación no existían o tenían un seguimiento mínimo, era cierto lo que mis oponentes discutidores sostienen. Ahora estoy convencido de que es de una falsedad total y yo diría que tan evidente que sólo quienes desean por encima de todo llevar la contraria pueden poner en duda mi afirmación.

Hace tiempo, las expresiones o palabras que iban apareciendo lo hacían obedeciendo a una necesidad no cubierta hasta entonces por los recursos lingüísticos disponibles y de manera misteriosa aparecía lo nuevo que poco a poco –teniendo en cuenta que un cántabro tenía entonces tanto contacto con un andaluz como ahora tenemos con las tribus del profundo Amazonas– se iba extendiendo hasta incrustarse en el idioma.

Ahora, unos aventureros del lenguaje –fundamentalmente supuestos periodistas– agarran cualquier expresión que sin entender mucho han leído en cualquier noticia de agencia o en una publicación extranjera, sabiendo que lanzándola en el momento oportuno y sobre una población mayoritariamente ignorante, se extenderá en días, arraigando profundamente, sobre todo si se filtra por las redes sociales. A ver, ¿alguien podría explicarme cómo es que existiendo con ese nombre desde hace muchísimo tiempo, no ha sido hasta hace relativamente pocos años que se ha impuesto en España la celebración y el nombre de Halloween?, ya trato sobre ello en una entrada de hace tres años, pero ¿quién fue el desaprensivo ignorante que tradujo lo de trick or treat por truco o trato, que no tiene nada que ver con el sentido original? Es más, me gustaría que alguien me explicara qué significado le supone a ese horrible truco o trato para reírme a gusto.

Hemos pasado unos días con un auténtico bombardeo de inducción al consumo compulsivo, mediante esas expresiones Black Friday y Cyber Monday, ¿tan horrible hubiera sido decir desde el primer momento viernes negro o ciber lunes? Cierto que con eso no se evitaba la importación de unas costumbres que nos son ajenas, pero al menos nos habríamos quitado de en medio un par de barbarismos, ¿han sido estos inventos aportados por los hablantes?

Estoy seguro de que a nadie que lea esto se le ha escapado la lectura en la prensa de esa gloriosa expresión: tener sexo. Es una desagradable y equívoca traducción directa del inglés have sex, que puede resultar magníficamente expresiva en su idioma original, pero en español es innecesaria y disparatada, puesto que más que mantener relaciones sexuales –o copular, o fornicar, si lo quieren más conciso–, lo que parece dar a entender exactamente es que poseemos órganos sexuales entre las piernas, ¿estamos de acuerdo en que todos tenemos sexo?, ¿de verdad que eso ha sido incorporado por los hablantes o se les ha introducido como se le introduce el relleno a los pavos antes de meterlos al horno?

Hay algo contra lo que lucho permanentemente, porque noto cómo la invasión es de tal gravedad que casi ha desaparecido la versión correcta. Hablo de esa desagradable sustitución del verbo oír por el verbo escuchar. He leído que fue un uso importado directamente desde Hispanoamérica donde el verbo oír ha sido eliminado casi totalmente del vocabulario porque el matiz que diferencia los dos verbos es excesivo para ciertas mentes. Cierto que hay millones de inmigrantes de ese origen que pueden haber influido en su implantación, pero como siempre, han sido los medios –televisión y prensa– los que han facilitado esa corrupción del idioma. La explicación es sencilla: para una mente escasamente cultivada, debe ser difícil percibir la diferencia entre los dos verbos y por eso admiten con toda naturalidad cosas como escuché un disparo, se escucharon unos truenos, escuché una explosión, etc. Si escuchar es «prestar atención a lo que se oye», ¿cómo nadie puede prestar atención a lo que no sabe que se va a producir? Me costaba creer que ese disparate fuera aceptado sin más reparo, pero lo cierto es que el otro día perdí un buen rato tratando de explicar inútilmente la diferencia entre oír y escuchar a dos jóvenes con estudios universitarios y a su padre, doctor en medicina, y los tres me miraban con la misma incomprensión que si les estuviera hablando de física cuántica. Y lo que es peor, mientras yo hablaba debían estar diciéndose para sus adentros que les daba lo mismo decirlo bien o mal.

Leí el otro día un párrafo de una escritora, que se quejaba de que hoy en día el conocimiento ha perdido todo prestigio, y por lo tanto, nadie se fija como objetivo saber más e incluso al que sabe se le tacha de pedante. De ahí al final de la cultura auténtica no hay ni un paso, porque no es culto el que sabe, sino el que está interesado en saber.

Mientras, la RAE acentúa su actitud de actuar como mero notario y si la gente dice almóndiga lo incluye sin más, como incluirá escusa (por excusa) atendiendo al número de hablantes que lo pronuncia y escribe de la primera forma, muchos más de lo que se piensa. Abundan las expresiones del tipo las miles de personas (¡por favor, es "los miles..."!), así que ya verán lo que tarda en aceptar «miles» como de género ambiguo, para legitimar esa aberración. Ya lo hizo con maratón, antípodas  y otros. 

09 marzo 2016

Si hay que morirse...

Dice Paul Auster al inicio de uno de sus ensayos: Y entonces, de repente, aparece la muerte. El hombre deja escapar un pequeño suspiro, se desploma en un sillón y muere.

Parece ser que así van las cosas, excepto cuando van mucho peor. Si hay que morirse, se muere uno, ése es el enunciado completo que no he puesto en el título para no alargarlo en demasía. Dicho en su totalidad, aclaro que quiero protestar desde aquí por toda la incertidumbre que rodea la muerte; no tenemos ni idea del dónde, del cómo, ni del cuándo. Un auténtico absurdo que sólo el caos en que vivimos cada día hace explicable y aceptable.

Respecto al dónde parece fácil, todos contamos con morir en nuestra casa y algunos se ven en su imaginación incluso rodeado de allegados (seres queridos que diría un imbécil) en ese final. Yo prescindo de los allegados porque prácticamente no tengo y tan solo me fastidiaría morir durante el veraneo o en alguno de esos cortos viajes que hago de vez en cuando; sería un inconveniente y seguro que provocaría molestias y gastos, pero salvo que uno se apalanque y se niegue a moverse de casa, todo puede ocurrir. Quizás esté influenciado por el hecho de que mi padre falleció precisamente durante el veraneo y casi en la otra punta de la península, en una época en que los viajes eran mucho más complicados e inciertos que ahora y lo único seguro respecto de Renfe era que los lavabos estarían sucios.

En cuanto al cómo, no hay duda de que si todos los humanos tuviéramos como telón de fondo nuestra fragilidad, es asunto muy claro que si para colmo estamos sobrados de años las posibles sorpresas se multiplican y a la amplia probabilidad que todos disfrutamos de un mutis provocado por accidente cuando viajamos se le suman todas esas dolencias que nos acechan y que lógicamente encuentran más facilidad para hacerse con nosotros aprovechando nuestra vulnerabilidad. No quiero ni hablar sobre esas noticias que leemos en la prensa acerca de la muerte de un famoso, que en muchas ocasiones comienza con el escalofriante "Tras larga enfermedad...", referido a quien ni siquiera sabíamos que tuviera un resfriado. Lo normal es no pensar en todo eso y comportarnos como si fuéramos de titanio.

Aparentemente sólo queda nombrar el cuándo que es lo que más parece preocupar a la mayoría, y sabemos que cada día que pasa tenemos más papeletas. No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero cuando cada día leo la prensa y las noticias sobre la muerte de tal actor o escritor o simplemente un personaje famoso, que muchas veces tiene algunos años menos que yo mismo, siento igual sensación que la que debían sentir los soldados en las trincheras cuando a mitad de una charla una bala perdida se llevaba por delante a su interlocutor. No es angustia, sino sorpresa y desconcierto.

No hay que olvidar que, sin embargo, está hasta cierto punto en nuestras manos fijar el dónde, cómo y cuándo aunque tomar esa iniciativa indigne a las autoridades civiles y eclesiásticas, porque es algo que ellos no pueden controlar.

Escribe Rosa Montero: Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera. Soy de distinto parecer, estoy convencido que con la misma esencia (¿alma?) repetiríamos los errores punto por punto. Eso incluye que, efectivamente, cuando somos jóvenes vivimos convencidos de que los que se mueren son los demás, los torpes.

Leí en el blog de un amigo una frase vista por él en uno de sus viajes, no recuerdo dónde, supongo que en alguna tumba o monumento, y aunque no sé situarla en su contexto me gusta por su manera de referirse al fin: me poso en la llanura de la nada. Suena bien, aunque en la nada uno ya no es y por lo tanto no se posa.

02 marzo 2016

Qué es cool

Una motocicleta cool
Cuando aún me estaba recuperando del uso generalizado de la palabra guay y cuando, aunque asombrado, hace mucho tiempo que había aceptado el uso de la palabra chulo como sinónimo de molón o guay y no de lo que ha sido toda la vida, llegó una palabra inglesa a sustituir a todos esos vocablos que siquiera tenían la virtud de ser de producción nacional. Creo que todo el mundo está harto de oírla y usarla, pero voy a poner unos ejemplos tratando de contribuir a su clarificación.

Es cool hablar mal de la Guardia Civil o de las fuerzas del orden en general, en especial por su actuación en fronteras, sin percibir que lo conveniente es poseer una policía democrática, pero no hacerles pensar que la población está contra ella. La policía es imprescindible y ningún país o régimen la disuelve. Durante la II República los llamados guardias de asalto no eran menos brutales que los policías de ahora; lo importante es quiénes mandan en ellos y quiénes y cuándo los lanzan contra la ciudadanía. He leído que en Barcelona la tal Ada Colau va a disolver a sus antidisturbios. Espero que cuando se encuentre frente a los violentos no llame a los GEO o la UME y se apañe con sus mossos con esa especie de bonita boina-barretina cayéndoles sobre una oreja. Es lo suyo.

Es cool quedarse embobado de entusiasmo cuando alguien sale del armario admirándole como si acabara de terminar ingeniería con sobresaliente cum laude o hubiera sacado notarías. Una cosa es no discriminar y otra considerarlo excelente y meritorio. Se dice del fallecido Pedro Zerolo que era admirable por su lucha reivindicando a los homosexuales; para mí sería más admirable si hubiera luchado con tanta entrega por los labradores del Bierzo o por los toreros catalanes, porque tengo la sensación de que lo que hizo coincidía con su propia devoción.

Es cool ponerse de parte de quienes tratan de saltarse las leyes de inmigración para llegar a Ceuta, Melilla, las playas del sur o evitar los controles de los aeropuertos, más aún si se trata de refugiados procedentes de Siria, Irak, Pakistán, etrc. etc. Quienes tienen como objetivo fundamental saltarse cualquier ley –de un país ajeno, por más señas– no son de admirar sino de encarcelar.

Es cool ponerse un pañuelo palestino o kufiyya, simplemente porque lo llevan los que tienen trienios de vida cool o es lo suyo. Era apropiado para Yasir Arafat, por poner un ejemplo; en un español suele señalar a quienes no son entusiastas de la ducha diaria y les gusta la bulla. Creo que Willy Toledo no se lo quita ni para dormir.

Es cool decir que los dos partidos mayoritarios PP y PSOE son iguales y que igual da votar a unos que a otros. Magnífico procedimiento para entregar el poder a la derecha, que seguirá votando a los suyos hagan lo que hagan y digan lo que digan. A la vista está.

Es cool evitar decir España al coste que sea y emplear en su lugar expresiones como estado español que, por cierto, fue creada y utilizada con profusión por el franquismo. Todavía recuerdo la página de los libros de historia en el cole con eso de «estado español» y la foto de Franco al lado. El que avisa no es traidor, Ada Colau.

Es cool ponerse por principio de parte de todos los que van a ser desahuciados de su vivienda sin preocuparse en conocer sus personales circunstancias, obviando que debe estudiarse caso por caso. Parece que hace años no había desahucios o que todos han sido de siempre injustos. Se está olvidando eso de que quien alquila o compra una vivienda tiene que pagar, a ello se ha comprometido,  y que el propietario –cuando no es un banco– puede ser una persona tan necesitada como el presunto desahuciado. En cualquier caso, ningún particular tiene la obligación legal de proporcionar vivienda gratuita a otro particular.

Es cool colocarse del lado de los nacionalistas de esas regiones españolas que pretenden y quizás consigan desgajarse del conjunto, produciéndose y produciendo al resto un daño irreparable. Esta sorprendente afinidad proviene del error de que todo lo que hace o dice la derecha es erróneo y cutre (olvidando que el nacionalismo es propio de la burguesía, de derechas), de donde parecen inferir –por ejemplo– que ser nacionalista es ser progresista, un error comprobable en cualquier periódico de izquierdas. En 1960 hice mi primer viaje a Cataluña –no Catalunya–, donde ya entonces el que quería se expresaba en público o en privado en catalán. Eso sí, si percibían que algún presente no hablaba catalán, por pura cortesía pedían disculpas o cambiaban a castellano si era posible. Tiempos...

Es cool vivir pendiente del smartphone y no dar valor a otras cosas que sí importan: cómo se escribe y cómo se trata al lenguaje. Es gratis como el aire, pero también se ensucia y contamina y con más facilidad si cabe. La naturaleza trata de renovar el aire, algo más difícil cada día que pasa; del idioma casi nadie se ocupa y a casi nadie importa, por eso, como dice la autora de Guía práctica del neoespañol, ahora se habla un español aproximado, lo que significa su final como lengua culta.

Es cool separar por géneros al hablar o escribir y así, decir disparates como «los españoles y españolas piensan que las niñas y niños deben ser educados por profesores y profesoras». Está incluso exigida esa distinción en los libros de estilo de periódicos, sindicatos, partidos políticos, etc. Eso no es feminismo, es simple analfabetismo y estupidez. Y mucha demagogia y populismo.

Es cool decir que el soporte CD es penoso y que lo verdaderamente bueno son los vinilos, porque reproducen timbres y armónicos de los que la grabación digital carece. Es técnicamente cierto, pero también tiene cierta gracia que lo digan quienes, con frecuencia, tienen un oído como una piedra y no son capaces de entonar correctamente ni una canción infantil. Y además parece que disfrutan con los numerosos clicks que son normales en un vinilo, eso sí que mejora la audición, ¿no?

Realmente la lista es interminable y bastaría reflexionar para encontrar mil casos como los anteriores, pero en algún momento tenía que parar. Seguro que usted tiene alguno en la cabeza…