31 agosto 2022

Afganistán "mon amour"

Mentira, no amo ni de lejos Afganistán, más bien casi me da lo mismo lo que pueda ocurrir allí, pero me ha tentado parafrasear un título muy conocido. Ya se ha pasado de moda la noticia, aplastada por la eterna crisis y la guerra de Ucrania.

Hemos sido machacados una y otra vez en prensa y televisión sobre el abandono de ese país por parte de EE.UU. y todos los países que le sirven de coros y danzas, el que hasta hace poco era "el imperio". Después de las últimas palizas que se ha llevado, lo de imperio suena a chiste, EE.UU. no hace más que perder guerras desde la de Vietnam. Por contra, inducidos por los medios, en muchos españoles y sobre todo españolas, se ha levantado un amor sin límites hacia Afganistán, aunque la mayoría no son capaces ni de situar ese país en el mapa.

Mi primer contacto con ese país o, mejor dicho, con algo de ese país, fue el perro de un amigo de la adolescencia, que tenía un galgo afgano con el que iba a todas partes y al que había acostumbrado a viajar en la plataforma de los pies de una Vespa en la que se desplazaba. Aquello más que un perro era una enorme manta de pelos con hocico, pero la verdad es que no molestaba ni hacía su presencia incómoda. Por descontado, pensábamos que Afganistán era un país que estaba en alguna parte al este de Turquía y ni nos molestamos en saber dónde. Como la mayoría en la actualidad.

EE.UU. sale ahora diciendo que nunca tuvieron la intención de establecer una democracia en ese país, sino que su objetivo era castigar a los terroristas del 11-S. No sé si esta era la intención declarada desde el primer momento, en ese caso no entiendo por qué todos los países fuimos detrás: España, Francia, Alemania, Portugal, Holanda, Canadá, etc. etc. En caso de España se dejó allí unas 104 vidas de soldados y unos 3.300 millones, una chuchería. Como ha quedado claro, los americanos fueron allí cuando les dio la gana y se retiraron con la misma motivación. Los demás tuvieron que ajustarse a lo hecho por los americanos, para los que somos apenas unos personajes subalternos que debemos someternos a sus caprichos. Estos días pude ver en televisión a un ex-miembro del gobierno americano, que por cierto hablaba español con soltura y un acento terrible y reconocía que todos los países que nos hemos visto involucrados en la aventura tras este desastre nos lo pensaremos muy bien en la próxima.

Lo más curioso a la par que atractivo de Afganistán es la prenda que llevan en la cabeza los naturales del país, lo que da una idea de un folclore sumamente variado: unos llevan un turbante casi de tipo indio como los sijs; otros −yo diría que la mayoría−, una especie de boina-tortilla de patatas que les da un aspecto penoso; otros, un gorrito indefinible que más parece el que llevaban los reclutas españoles a principio del siglo XX, aunque de color pardo.   

Casi agradezco la guerra de Ucrania, aunque por supuesto lamento profundamente los terribles daños humanos y materiales que está causando, pero nos ha librado del monopolio televisivo de la retirada y evacuación de Afganistán que parecía que no había otra cosa en el mundo.