27 marzo 2015

Gobernar en España

Hace tiempo que pienso que, como no me gusta ningún tipo de rodillo en los parlamentos, mi deseo es que ningún partido obtenga la mayoría absoluta, sea el PP, PSOE o Podemos, hasta el punto de condicionar mi voto y hacerme el propósito de no votar al partido que deseo si las previsiones son que conseguirá esa mayoría que permite en la práctica gobernar como si de una dictadura parlamentaria se tratase, mediante leyes no consesuadas con los demás. Actualmente se gobierna con un respaldo del 30,27% de los votantes del censo. Sin escuchar a nadie más, ¿es eso democracia?

De vital importancia, tenemos la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, también conocida como ley Wert, se ha redactado al dictado de un fascista puro cuyo mérito más reciente es haber sido tertuliano en la televisión. Ha sido inútil la protesta de numerosos docentes y estudiantes demostrando documentalmente que la ley es un disparate que perjudica a los estudiantes presentes y futuros y por supuesto a las familias que tienen que financiar sus estudios. Piensa el PP que si se tiene mayoría absoluta, se ejerce.

Tenemos otra ley que acarreará consecuencias fatales a la ciudadanía, la llamada Ley de Seguridad Ciudadana, que junto con las reformas del Código Penal introduce una inseguridad manifiesta en el ejercicio de los derechos ciudadanos y, como muestra, resulta que se pagarán multa de hasta 30.000 euros por concentrarse frente a un parlamento autonómico, hasta 600.000 euros por convocar una marcha a una central nuclear sin comunicación previa y hasta 600 por falta de consideración o respeto hacia un agente de las fuerzas de seguridad. Me gustaría saber en qué puede consistir una falta de respeto cuando hay tres o cuatro agentes golpeando a alguien en el suelo, posiblemente sin haber hecho nada más que pasar por allí, como sucedió en el metro de Atocha hace un año. La inseguridad jurídica queda consagrada.

Casi distante en el tiempo y sufriendo todavía sus consecuencias (y lo que nos queda), está la Ley de Reforma Laboral de 2012, que ha instaurado la precariedad en el empleo y la reducción de normativas de protección al trabajador.

Ocuparía mucho espacio tratar de las numerosas modificaciones o pequeñas leyes que dejan más o menos indiferente a la ciudadanía, pero que sufriremos cada uno cuando llegue la ocasión de sufrirlas, como es la privatización de los Registros Civiles, la nueva Ley de Costas y tantas más que aparentemente sólo persiguen el beneficio de los cercanos al poder (no olvidemos que Rajoy es Registrador de la Propiedad). Por no hablar de la ley del aborto que el finado Gallardón estuvo a punto de imponer.

Decía al principio que aborrezco las mayorías absolutas, pero la primera ocasión en que el multipartidismo se manifiesta en todo su esplendor, léase elecciones andaluzas, sale a flote la imposibilidad de que entre españoles haya lugar para un acuerdo por el beneficio común. La extorsión pasa a ser la herramienta política por excelencia.

Está claro que con sus 47 escaños en el parlamento andaluz, 8 menos que la mayoría absoluta, el PSOE tiene que negociar con otras fuerzas la investidura de su candidata, para que no voten en contra, y ahí llega la oportunidad de cada partido para utilizar sus escaños como si hubiera ganado las elecciones (acordémonos de CiU y sus ventajistas pactos de gobierno con PSOE y PP). El PP pone como condición que el PSOE admita que en próximas elecciones municipales o autonómicas –no acabo de entender si se refieren a toda España o sólo a Andalucía– se admita automáticamente como ganador al candidato de la lista más votada, es decir, que si el PSOE hubiera conseguido 33 escaños y el PP (u otro cualquiera) 32, a este segundo partido se le impediría algo tan democrático como la formación de coaliciones tras los comicios. El PP tiene todavía clavada la espina de las anteriores elecciones andaluzas y quiere cobrárselo en sangre y su candidato declara que "no se da el clima para apoyar a Díaz". Qué feo está no saber perder.

El partido Podemos, que se hacía la ilusión de ganar por mayoría absoluta y cuyo dirigente Errejón aún afirmaba a media tarde del día de las elecciones que esperaba obtener al menos 20 ó 22 escaños, decide, escocido por la realidad de sus exiguos 15 escaños, comportarse como ganadores y exigir la dimisión "inmediata" de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que no se ejecuten desahucios sin alternativa y que se reduzca el número de altos cargos y asesores. No tienen fuerza para tanto exigir, pero hay que sacar pecho.

Todo eso está muy bien y casi cualquiera lo suscribiría, si no fuera porque la exigencia suena casi a la imposición de su programa de gobierno, olvidando su número real de escaños y que, guste o no guste, Griñán y Chaves no han sido imputados más que como investigados y que cuando el Tribunal Supremo decida será el momento de exigir rotundamente esa dimisión. No se entiende esa pulcritud con estos dos ex-presidentes y, mientras, todo el mundo mirando hacia otro lado con el actual presidente del gobierno que lo es también de un partido del que ha quedado acreditado judicialmente que ha tenido una contabilidad B durante 18 años. Por mucho menos que eso se vio obligado a dimitir Nixon, aunque ya conocemos a este impávido presidente y su lejanía del mundo real.

Ya en la cola, Ciudadanos con sus 9 escaños, cuando aún no se les ha pasado la resaca de este mínimo triunfo, se apunta a esa exigencia de dimisión con la vista puesta en su electorado y en las próximas municipales y autonómicas, le importan un bledo las consecuencias inmediatas en Andalucía. Ellos mismos no se pueden creer que les haya tocado la lotería de poder poner palos en la rueda a los demás.

Finalmente, IU con 5 escaños se desgañita gritando que ellos van a votar en contra, pero nadie les presta atención.

Como resultado de tanta animosidad y prepotencia puede ser que no haya investidura y se tengan que convocar nuevas elecciones, imposible antes de septiembre, manteniéndose mientras la actual presidente en funciones y por descontado que sin poder llevar a cabo ninguna acción activa de gobierno, aunque en mi opinión, debería actuar con rotundidad contra esa red de clientelismo que también parece acreditada y eso sí es muy grave, aunque sea una realidad común en casi toda España. No vale lo de y tú más.

Decía yo –y me reitero– que estaba en contra de cualquier mayoría absoluta, pero de verdad que no sé si es peor el remedio que la enfermedad. 

24 marzo 2015

Limpia, fija, da esplendor y mete la pata - ( y II )

Son muchos los que repiten una y otra vez que la lengua la construyen los hablantes, y es cierto que eso era así antes, pero –y no me canso de repetirlo– las cosas han cambiado y los hablantes dicen lo que les hacen decir los que dirigen el circo, y aquí aparece la fuente del saber más extendida: la televisión. Auténtico flagelo del lenguaje y responsable casi totalmente –junto con la prensa escrita– del desastre en el habla y el desconocimiento de la propia lengua. Si Belén Esteban suelta algún disparate en el programa en el que intervenga, al día siguiente tenemos a buena parte de la población aceptando como bueno lo dicho y quizás practicándolo para mostrar su erudición. ¿Qué sino la televisión –y más concretamente su publicidad– ha implantado el uso de para nada, gratis total o ese chirriante sí o sí?

Actualmente la Real Academia de la Lengua parece que está dirigida por un saboteador de la CIA o del Estado Islámico –casi lo mismo–, al menos en lo que respecta a las manifestaciones que llegan al público. La nuevas palabras incluidas en el diccionario y las nuevas normas gramaticales son en buena parte un conjunto de desaciertos inoportunos que parecen la obra de un hatajo de incompetentes decididos a acabar como sea con nuestro idioma y han sido recibidas muy críticamente por algunos de los que se dedican más o menos profesionalmente al lenguaje. No incluyo a los periodistas, que en su mayoría desprecian con rotundidad lo que debería ser su principal herramienta de trabajo y a los que no importa insistir en los mismos errores un día tras otro.

¿A quién se le ocurrió la idea de eliminar el acento en el adverbio “sólo” que permitía distinguirlo del adjetivo “solo”?, ¿a quién, eliminar la separación entre la partícula “ex” y el sustantivo simple que le sigue?,  ¿quién tuvo la brillante ocurrencia de fijar nuevas normas de acentuación, que han dejado sin amparo a palabras como “guión” o “truhán” y totalmente desconcertados a quienes ya sabían colocar correctamente las tildes?, ¿qué objeto tiene aceptar en el diccionario palabras y expresiones como “airbag”, “glamour”, “folder” o “polución” (en el sentido de contaminación) y tantas más de inmediata y fácil traducción a nuestra lengua?, ¿quién fue el iluminado que patrocinó la inclusión en el diccionario de almóndiga?  Si en vez de decir airbag usáramos balón, bolsón, almohadón, bolsa inflable o algo parecido nos produciría extrañeza de momento, pero con la ayuda de los fabricantes de automóviles, en poco tiempo sería asimilado. Por el contrario, esos fabricantes nos venden cada novedad en inglés, porque así es más fácil que se acepte y se pague. Un ejemplo: hasta los años 30, en España no existía la palabra deporte y se utilizaba normalmente sport y era esa palabra la que encabezaba las secciones de los periódicos. Cuando se españolizó producía rubor y risa su uso, según leí; ahora no concebiríamos prescindir de la forma española. De paso una pregunta al respetable: ¿por qué se sigue diciendo en fútbol eso de corner si su significado es simple y directamente esquina?

He oído declaraciones de académicos afirmando que con las nuevas normas se persigue que las personas que no tienen muchos conocimiento puedan escribir sin faltas. Eso me recuerda el tremendo error de los sistemas de enseñanza españoles desde hace decenas de años. Con la intención de que todos los alumnos de segunda enseñanza pasaran de curso y terminaran sus estudios, se rebajó el nivel de exigencia y el resultado es que si antes quedaban repitiendo curso unos cuantos jóvenes poco dotados intelectualmente, ahora disponemos de una juventud cuya preparación básica es muy inferior a la de antaño. Se ha nivelado por abajo, y después nos asombramos y lamentamos de los resultados en los informes PISA.

Hace ya un par de años caí en un error que después me causaba risa, pero que de momento me produjo desconcierto. Leí en la prensa una noticia cuyo titular comenzaba “El expreso de ETA…” y yo instantáneamente interpreté que había alguna línea de ferrocarril en la que viajaban con frecuencia terroristas y a la que los periodistas, tan aficionados a inventar apelativos, habían dado en llamar así. Siguiendo con la lectura me reí al caer en la cuenta de que se referían a un ex convicto de ETA, nada que ver con los ferrocarriles. Una gracieta evidente, consecuencia de esa innecesaria norma de unir prefijo y sustantivo…

En fin, son bastantes los que se manifiestan en desacuerdo con las últimas disposiciones de la RAE, pero si quieren leer la crítica muy expresiva de un ciudadano, pulsen aquí.

19 marzo 2015

Lapidación en la red

Joven siria lapidada por tener cuenta en Facebook
Hace poco más de un mes, publiqué una entrada titulada El buenismo agresivo en la que trataba de denunciar a quienes con la máscara de la bondad o la protección de los animales, dan en verdad rienda suelta a sus instintos más crueles y encima dibujan una sonrisa en su rostro mientras son aplaudidos por buena parte de la sociedad, entusiasmada por su incuestionable humanismo. Es curioso, pero esa entrada es la menos leída entre las 20 últimas, de donde parece deducirse que a casi nadie le interesaba el tema o que se consideraban absolutamente libres de culpa. Puede ser cierto, pero…

¿Hay alguien que no se haya horrorizado al ver en las películas –antes– o en los noticiarios de televisión –ahora– escenas de crueldad escalofriantes, ejecuciones en frío, lapidaciones, linchamientos, etc.? Es natural, cuesta aguantar la visión de la sangre y nos retiramos horrorizados o apagamos la televisión para evitar el espectáculo. Lo malo es que la gran mayoría no se da cuenta de que a diario son miles quienes con un solo dedo, pulsando el teclado del ordenador o del móvil, están llevando a cabo con su cooperación una acción similar, pero con la cobardía añadida –que ya es añadir– de que no han tenido que significarse, vociferar, ni presenciar la sangre derramada.    

Ayer, en primera plana de un periódico, he podido ver contiguos dos de estos casos a los que me estoy refiriendo.

Primero: un cuidador de delfines casado y con dos hijos, que ha consagrado su vida a esos animales, ve como se difunde un vídeo de 99 segundos –subido por un par de ONG: FAADA y SOS Delfines– donde él aparece maltratando aparentemente a los que estaban confiados a sus cuidados y les dirige frases insultantes, dudo de que los delfines tengan sensibilidad como para percibir esas ofensas orales. Posteriormente se descubre que el vídeo estaba amañado, que la banda sonora no era la original y que los golpes a los animales se han simulado acelerando los cuadros donde él toca con normalidad a los delfines, para que pareciera que los golpeaba. Ahora aparecen quienes incluso aseguran que poseen horas y horas de grabaciones de auténtico maltrato, pero llegan  tarde, ha habido más de 200.000 visionados del falso vídeo, le han dirigido amenazas de muerte y hasta ha habido una manifestación en Atlanta para que se anule su contrato. El hombre iba a salir hacia Atlanta (EE.UU.) en donde le habían contratado, pero al llegar al aeropuerto de Mallorca, donde residía, lo piensa mejor y se quita la vida en el aparcamiento, no presenciará nada de aquello. Para los gratuitamente crueles, se ha hecho justicia.

Sólo por curiosidad, ¿se han metido alguna vez en el agua a jugar con delfines? Yo lo he hecho; son ciertamente amistosos, pero se les da una patada y no parecen sentirla, le rozan a uno con esa piel que en los documentales parece tan suave como la seda y producen –a mí me ocurrió– una abrasión en la propia que permanece durante días. Está claro que no se adiestra a un bicho de ese tamaño lanzándole indirectas y miradas malévolas.

Segundo: tengo que confesar que ni es tan grave ni me importa demasiado, porque afecta al ridículo mundo de la moda y la canción y no ha llegado a morir nadie, aunque las consecuencias podrían ser serias si se empeñan. Según parece, los fundadores de la marca Dolce&Gabbana a la que dieron nombre, han declarado que no les gusta el matrimonio homosexual ni la adopción de niños por esas parejas. Ojo, se trata de que dos personas han expresado una opinión, algo a lo que se supone que todos tenemos derecho, pero llama la atención que los declarantes son homosexuales y anteriormente formaban pareja sentimental. No han pedido que fusilen a los que se casen o adopten niños, sino que han ejercido ese derecho a expresarse, a discrepar.

De inmediato ese otro homosexual –puro hortera, por cierto– llamado Elton John ha montado en cólera y ha exigido el boicot mundial a los productos de esa conocida marca. Enseguida, otros integrantes del mundo de la «música» se han contagiado de esa cólera y ya han dicho que se suman a ese boicot e incluso alguno llega a afirmar que quemará todas las prendas que posee de esa marca. En la red ya hay quienes expresan sus deseos de que los protagonistas de las declaraciones pierdan la vida y supongo que ya les estarán llegando amenazas, en este caso debo suponer que procedentes de esos ardientes defensores de algunos derechos humanos.

Mi madre, unos años antes de fallecer, presenció en un telediario la noticia de que unos perturbados, supuestos defensores de los animales, habían arrojado una lata de pintura roja sobre una señora que llevaba un abrigo de pieles. Desde entonces, atemorizada, se negó a ponérselo por miedo a tropezarse con uno de esos desalmados. Mientras, en España hay más de 850.000 licencias de caza y otros tantos cazadores a los que esos animalistas podrían enfrentarse en los cotos de caza, pero es más cómodo y pilla más a mano acosar a quienes lleven prendas de piel por la calle. Además, no portan escopetas. Hay que ser prácticos.

Y después, llamamos salvajes a los que lapidan personas en ciertos países árabes. Todos los fanáticos son despreciables, sean del ISIS o de ciertas ONG.

16 marzo 2015

Limpia, fija, da esplendor y mete la pata - ( I )

Aviso de entrada de que no me considero ni muchísimo menos legitimado para enmendar la plana a la Real Academia de la Lengua, pero sí poseo cierto derecho como hablante y amante de la lengua española, castellano si prefieren, a exponer algunas consideraciones sobre esa docta institución.

Cuando era niño y estudiaba en el colegio, ya nos repetían una y otra vez el lema de la Academia, hasta el punto de que lo tengo tan grabado como el padrenuestro –versión preconciliar–. Y no soy el único, creo que toda mi generación y algunas posteriores han sido aleccionadas sobre la fundamental tarea que realizaba y la importancia que suponía para nuestra lengua, frente al desamparo de otras como el inglés que puede que disfruten de una libertad absoluta sin instituciones que la tutelen, pero que por razones que desconozco no tiende como nuestro idioma a la disgregación y a la pérdida de su esencia, que la tiene o quizás, la tenía.

Durantes muchos años, bastantes, cada vez que se planteaba una duda de cómo era y qué significaba una palabra, acudíamos al diccionario y lo que ahí veíamos zanjaba cualquier discusión. Mucho me temo que todo eso ha desaparecido, el diccionario de la RAE ya no es de fiar y yo soy el primero que desprecio a veces lo que en él se dice y me salto también con toda intención los cambios que se van introduciendo en la gramática.

Quizás sea que la globalización no permite que una lengua como la española, que no tiene detrás la expresión de tantos descubrimientos científicos y técnicos como se producen a diario, pueda sobrevivir adecuadamente, pues inevitablemente el acoso del inglés es muy difícil de resistir y ahí tenemos al francés, que hasta mediados del siglo pasado era considerada la más grande de entre todas las lenguas modernas, se encuentra ahora mismo agujereada, gusaneada, por ese otro que arrasa. Y me consta que han hecho lo que en España ni hemos intentado: resistir y hacer campañas para lograr que barbarismos que se le iban colando cada día fueran sustituidos por los equivalentes ya existentes o su traducción al propio francés. Creo que ha sido inútil, y su empeño en imponer –por ejemplo– sac gonflable en vez de airbag ha fracasado, por esa manía tan extendida de hablar inglés sin saber inglés, propia de los iletrados y los tontos.

También influye –para mí negativamente– esa democratización y extensión del derecho a dirigir la evolución de la lengua a los países americanos de habla española, que desgraciadamente viven en lo cultural embobados e influenciados por su vecino del norte y que han sido el portón trasero por el que se nos han colado tantísimos disparates en nuestra propia habla.

Pero nada de esto tiene a mi juicio tanta importancia como la oleada de ignorancia acompañada de osadía que preside actualmente la sociedad española. Para muestra, un recuerdo: cuando yo era niño conocía a unos braceros, unos campesinos; era gente ignorante y como no les gustaba exhibir su ignorancia, prudentes, de pocas palabras; he tenido la oportunidad de escuchar no hace mucho a nietos de alguno de ellos y opinan de todo, lo saben todo, gritan para que otros aprendan y se regodean satisfechos porque son unos enteraos, ellos ven la televisión. Hace años, el que no sabía callaba y a veces escuchaba; hoy el que no sabe, grita y desprecia el saber ajeno.

La lectura sigue siendo en España una afición minoritaria –pese a que una encuesta publicada hoy diga que lee como media el 63,3% de la población– y el enriquecimiento que aporta su práctica es un valor menospreciado por la gran mayoría, que prefiere la televisión, convencidos de que eso culturiza mucho y que leer es un sacrificio doloroso que no merece la pena.

He oído alguna vez contar a Richard Vaughan –el profesor de inglés– acerca de su propio padre, que nunca había leído un libro, porque tras leer unas pocas páginas saltaba a leer la última de la obra, para conocer el final. No era capaz de percibir que el placer no está en saber cómo acaba un libro, sino en gozar de su contenido página a página.

11 marzo 2015

Estupidez popular

Aunque contar esto no contribuya a aumentar mi popularidad, tengo que decir que cada día sobrellevo peor la compañía de mis supuestos semejantes, sobre todo cuando forman multitudes o se manifiestan en toda su crudeza. Me remito a lo que hace tiempo me dijeron irónicamente aquí y yo he aceptado como cierto: no tengo este blog para ganar amigos, pero bienvenidos sean los que se consideren tales.

Hoy he dado un paseo por un bello parque cercano a mi casa, bello porque posee todo para serlo y además la entrada está controlada para evitar balones, comida, bicicletas, animales, etc. intentando evitar que el pueblo llano acabe con esa belleza. Como me temía, el día primaveral que disfrutamos ha hecho que aquello se llene de domingueros indeseables, convencidos de que son únicos en el mundo y que por lo tanto pueden gritar o bloquear los paseos sin preocuparse de los demás, y de gente que obtiene como único placer de su estancia en aquel lugar privilegiado la posibilidad de hacerse fotos junto a lo que sea que llame su atención, algo natural si el parque está solitario –ya raramente– pero difícil de soportar si uno debe estar deteniéndose contínuamente para que el artista de la fotografía dispare su –no precisamente– instantánea. Pero lo que más me ha indignado cuando tomaba aliento en el banco de una pradera, era una pareja que portaba uno de esos enormes palos extensibles –yo diría que de al menos un metro de longitud– para hacerse autofotos, y el elemento masculino de la pareja lo usaba incluso para hacerse fotos en solitario, parece que no confiaba en la habilidad de su acompañante. Con ese palo daba carreritas de un lado a otro haciéndome pensar al principio que se trataba de un palo de golf, un putter.

Llueve sobre mojado. Ayer noche casi me caigo de la silla cuando atendía al telediario, en el que aparecían imágenes de las inundaciones en la provincia de Zaragoza, y la propietaria de una granja declaraba que tenía a todos sus caballos aislados por el agua, pero que lo sentía sobre todo por uno (¿una?) que en una semana iba a dar a luz.

Hace ahora uno o dos meses ya tuve la oportunidad de escuchar esa misma perla en el mismo telediario –hay que tener en cuenta que la televisión es un vivero de analfabetos–, referido a no sé cuál animalito, pero pensé entonces que el hablante había ingerido más alcohol de la cuenta y no controlaba los disparates que soltaba; esta repetición me ha dejado claro que la epidemia de incultura, buenismo y corrección política que padecemos ha llegado al extremo de que se emplee esa expresión –que no es más que un eufemismo utilizado sólo con las humanas para evitar el más contundente parir–  en vez de la correcta, que debe herir la sensibilidad del hablante o, vaya usted a saber, la del animal en estado de buena esperanza o si lo prefieren, embarazado.

Hoy mismo, en su artículo semanal en El País, se queja Javier Marías de la indiferencia y naturalidad con que la mayoría de los indignados y apasionados partidarios de Podemos acepta el hecho de que el señor Monedero se haya comportado exactamente igual que aquellos a los que critica. Una amiga mía que se ufana de ser más de izquierdas que nadie y que promete ser una de sus votantes, lo defendía argumentando que es normal ocultar el dinero que se gana si es que se puede hacer. Qué voy a decir. Por encima de todo, hay que considerar que ese dinero lo ganó –dice Marías– «ocupando un despacho en el mismo palacio que Hugo Chávez», al fin y al cabo un militar golpista. Tan militar y tan golpista como Franco (aunque no tan asesino). Claro que don Javier no se hace ilusiones con el personal y eso lo deja claro día tras día en sus escritos.


Después de haber escrito lo anterior, leo en la prensa y veo en televisión que tres atracadores en Almería han sido identificados porque uno de ellos se hizo un selfie mientras atracaba, con la pistola en la mano y utilizando para ello un móvil robado en el lugar. Creo que me he quedado corto con lo dicho más arriba.

07 marzo 2015

Corazón dividido

God save Madrid
Supongo que todo el mundo entiende situaciones como la que el título de esta entrada sugiere. Hay ocasiones en que uno no sabe qué partido tomar, si decantarse por la hija, tan mona, o el varoncito, tan ambicioso. No sabe uno si preferir a Adolf Hitler, tan genocida él, o a Harry S. Truman, el hombre a quien no le tembló el pulso al ordenar el lanzamiento de las dos bombas atómicas. Uno no tiene muy claro si es mejor Irán o Irak, más aún teniendo en cuenta que se escriben tan parecidos…

Bueno, algo así me ha producido escalofríos al saber de la elección por el dedazo de Rajoy de Cristina Cifuentes como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid y de la tan profesional Esperanza Aguirre (a) o terror dos policiais como candidata a la alcaldía de la capital. Es llamativo que la primera de ellas casi entregara su alma a dios cuando conducía una motocicleta y que la segunda tratara de entregar a dios el alma de algunos policías –incluso motorizados– en una de sus más sonadas aventuras. Esta mujer es una especie de Sandokán con calcetines.

No es demasiado lo que se sabe de Cifuentes, salvo que es la pesadilla y ruina de los que se manifiestan en demanda de alguna reivindicación –no digo si justa o no, para no ser parcial– y que es una vieja guardia en las filas de la derecha –perdón, centro-derecha–, pues ya militaba en este partido cuando pretendían ser popular, pero se conformaban con ser sólo una alianza: Alianza Popular.

De Esperanza Aguirre sabemos más, mucho más, no en vano ha ido ocupando puestos de relevancia desde que oímos hablar de ella por primera vez. Alcanzó la fama cuando ocupó la cartera del ministerio de cultura y se le atribuye aquella metedura de pata de confundir al escritor Saramago con la bailaora Sara Baras. No lo presencié, así que no puedo dar fe de ello.

De todas maneras, sí es verdad que nos tenía engañados a casi todos, que la veíamos como una boba sin malicia y sin más trascendencia. Nos equivocamos; sí tiene malicia, y eso empezamos a comprobarlo cuando ocupó la presidencia del Senado, ahí ya comenzó a dar muestra de su capacidad para arrasar y pasar por encima de quien fuera.

Un episodio que ni siquiera se puede calificar de rocambolesco, pues se trató simplemente de un vistoso alarde de corrupción, dio con ella en la presidencia de la Comunidad de Madrid y ahí fue cuando floreció en todo su esplendor como una especie de Margaret Thatcher castiza, un personaje al que ella dice admirar. Pena que no dispusiera de unas Malvinas para exhibir poderío como hizo su ídolo.

Le faltaba la alcaldía de Madrid –sigue los pasos de su detestado Gallardón– y el presidente que tanto precisa de un logopeda le ha dado la oportunidad, porque todos sabemos que, pese a los denuestos y murmuraciones acerca de muchos asuntos turbios como lo de las elecciones de las que hablo más arriba, el affaire de la estación del AVE en Guadalajara o sus correrías desde la Gran Vía a su domicilio perseguida por la policía, tiene más posibilidades que otros competidores de su partido de conseguir el puestecillo, cuesta creerlo, pero hay gente a la que le gusta ese comportamiento tan desenfadado y chulesco que la caracteriza.

Decía yo que tengo el corazón partío y de verdad que es así, porque al espanto de que el PP conserve su poder en la Comunidad y alcaldía de Madrid se une que no sé a quién desearle más que se estrelle: si a la pretendidamente progre Cifuentes o a la liberal Aguirre, la auténtica, única y verdadera cólera de dios. Pero por encima de todo, me dan arrebatos de alegría al ver que el bueno de Rajoy nos ha quitado de en medio esa gloria ratonil llamada Ignacio González.

03 marzo 2015

Amor a segunda vista

Se acercan las elecciones y, casualmente, esa circunstancia coincide con un repentino amor de los políticos hacia los ciudadanos, amor que cuando menos debería despertar las sospechas del respetable. ¿Fue Winston Churchill el que dijo que era la democracia el peor régimen político, exceptuando todos los demás? Bueno, qué más da, no cabe duda de que es una frase tramposa pues no dice nada y permite ser utilizada por cualquier trilero, como él mismo lo fue. Es curioso que este notable fumador comenzara su carrera en nuestra guerra de Cuba, tuviera nombre de marca de cigarrillos y perteneciera a la familia de los duques de Marlborough, de resonancias literalmente tabaquiles. Demasiados humos.

No hace mucho tuvo lugar el debate sobre el estado de la nación y en él nuestro amado e intelectual presidente tuvo a bien inaugurar oficiosamente la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas de casi toda España del próximo 24 de mayo (22 de marzo en Andalucía), tomando por una vez la iniciativa de algo. No le han faltado expresiones acerca de lo encantado que está de haberse conocido ni de lo mucho y bueno que lleva hecho por España hasta el momento. Tampoco manifestaciones de desprecio y descalificación personal hacia el líder del partido opositor; qué democracia es ésa en la que un presidente le pide a ese líder que se vaya del Congreso y no vuelva, al tiempo que lo califica de patético.

Hasta no hace mucho se decía que los números cantan, pero me temo que hoy en día los números desafinan, a la vista del manejo que el gobierno se permite falseándolos sin sonrojo. Otra cosa es que los demás tengamos también esa percepción del fabulador presidente, yo más bien diría que considerando lo que se comenta en la prensa y lo que comenta la propia ciudadanía, no hay mucha conciencia de todos esos bienes que nos han caído encima sin darnos ni cuenta.

Al mismo tiempo y como cabía esperar, se ha deshecho en promesas sobre un futuro que de seguir contando con él –según asegura él mismo– más que de vino y rosas será de puro ibérico y Vega Sicilia, pues parece que todo va a transformarse repentinamente: esos parados que tanto abundan se encontrarán de repente con un trabajo fijo y bien remunerado, esos dependientes sin asistencia por parte del estado contarán con todos los medios que precisen, esos enfermos a los que no se les suministran los medicamentos precisos para su supervivencia dejarán de sufrir esa carencia y además se les dará pastillitas de limón refrescante… Y así todo, nunca podríamos imaginar la fortuna que se precipita sobre nosotros.

Pero no es el único, todos los cabezas de fila de los partidos se apresuran a manifestar lo mucho mejor que estaremos si son ellos los elegidos y cuán profundamente nos aman. Por supuesto, cuentan con la ventaja innegable de que peor que el gobierno actual es imposible hacerlo, así que por esta vez es verdad que van a mejorar nuestra situación si es que, como se espera, el partido en el gobierno actual pasa a ser una fuerza de segunda fila.

El PSOE se apresura a presentar candidatos que hagan pensar que ya no es como antes, en que incumplían sus promesas con todo desparpajo, y ahí tenemos como candidato por Madrid a alguien que seguramente aumentará las posibilidades de ese partido porque parece persona cabal.

Contamos con la estrella e incógnita de estas elecciones: el virginal Podemos –o sus franquicias– que promete cambiar las cosas de verdad, aunque sus líderes actúen demasiadas veces según los viejos usos y mentirijillas. A estas alturas no me creo que nadie vaya a inventar la rueda, pero ya hablaré cuando vea cómo actúan.

Izquierda Unida, haciendo caso omiso a su nombre, ha conseguido superar el nivel de discordias internas a que nos tenía acostumbrado. Una pena, porque si algo le falta a la izquierda –aparte de estabilidad– es precisamente esa unidad que cada vez está más lejos y que reduce las expectativas del conjunto de las fuerza progresistas.  

Detrás se agitan partidos como Ciudadanos –Ciutadans para el PP, que no pierde comba– del que se dice que será el Podemos de la derecha o del centro-derecha, si prefieren. Aumentan sus expectativas y su líder ha conseguido inexplicablemente auparse por encima del casi anonimato anterior, pese a aquel cartel electoral de hace años donde aparecía tal y como dios lo trajo al mundo, pero un poco más crecidito. No creo que le ayude demasiado el que muchos piensen que no es más que una versión extendida de su original regional.

Por detrás queda UPyD un tanto desdibujado y que no consigue ser portada de ningún periódico, puede que haga llegado al final de su trayecto. Le siguen todos esos partidos regionales, alguno de ellos tocado por la corrupción hasta en sus esencias, pero parece que cuentan con votantes inamovibles, del tipo pase lo que pase. Finalmente, no hay que olvidar a los independentistas catalanes, empecinados en lo suyo pero un poco alicaídos ahora, ignoro cómo se lo montarán para animar a sus fieles y marear al resto.

¿Nos los creemos? Por mi parte, espero que los jóvenes estén llenos de fe y animen el panorama, porque lo que es a mí me pillan bastante cansado de tantos éxtasis y decepciones inmediatas, ¿de verdad que la democracia es esto? Si es así me temo que no suscribiré muy convencido aquella frase del rufián británico, porque de momento las cosas aquí no funcionan democráticamente, los ricos son cada vez más ricos y a la cárcel sólo van los pringaos.

Al final nada nuevo, pero ¿hay algo nuevo?