10 mayo 2012

Español para españoles (19)


Podría parecer que me he erigido en el encargado de fosilizar la lengua española –hasta donde yo podría, que es poco– por la manera como ataco lo que algunos podrían considerar innovaciones naturales y hasta precisas en nuestro idioma. Pues oiga, nada de eso; lo que ocurre es que una cosa son las naturales incorporaciones de expresiones que igual que se ponen de moda desaparecen sin casi dejar recuerdo –eso de “un poquito de por favor”, menuda memez– y otras que se empeñan en permanecer incluso en el lenguaje de quienes deberían dar ejemplo de su buen uso, como lo de “la prueba del algodón” que he oído a un político relevante hace poco. Claro que nuestro insigne ministro de Asuntos Exteriores ha soltado el otro día en la televisión un "enfrente mío" que pone los pelos de punta y ahí sigue ese tuercebotas cobrando su sueldo como si nada, pero ése es otro asunto... 

No creo que nadie esté en contra tampoco de la incorporación de palabras de otros idiomas que no tienen equivalentes en el nuestro e incluso va a ser difícil que lo encuentren, una vez que su uso se ha extendido con firmeza y arraigo, caso de software, bricolage (ya españolizado con «j»), marketing y tantas otras.

Lo que de verdad me resulta insufrible son las incorporaciones estúpidas, los latiguillos inútiles y todo lo que no aporta nada. Por ejemplo, a qué insistir en el uso de container si en español existe contenedor, o parking si tenemos aparcamiento y estacionamiento (ya lo sé, hay tres sílabas más y eso agota a muchos hablantes). ¿Y qué decir de esa “L” en la trasera de los coches conducidos por principiantes?, ¿no les valía la “A” de aprender?

¿Por qué las señales de tráfico de stop tienen escrita esa palabra y no ALTO o PARE como en algunos países hispanos?, ¿acaso los alemanes no lo han adaptado a su HALT?

Ha sido el mundo de la informática donde más pegajosas han resultado muchas palabras porque se trata de un mundo al que no hemos aportado nada y que sin embargo ocupa un lugar indiscutible en cada rincón de nuestra sociedad. Me gustaría borrar de nuestro vocabulario software, hardware y muchas otras, aunque no sé qué sugerir para sustituir a esos vocablos, pero de verdad que no comprendo el empeño de muchos en decir loop por bucle, laptop o notebook por portátil, hard disk por disco duro, tablet por tableta, etc. salvo para alardear de un conocimiento de inglés que seguramente no poseen.

Para terminar, casi un requiem por un mínimo símbolo de la cultura europea que se nos va. Me refiero a la coma decimal, que poco a poco va siendo sustituida por el punto -y la inversa en señalamiento de miles- al que tenemos omnipresente en los diales de las radios, calculadoras, móviles e indicadores electrónicos en general. Incluso en el habla hay quienes en España ya dicen -p.ej.- "uno punto cuatro" olvidando que de siempre en Europa se ha utilizado la coma para marcar la frontera de los enteros con los decimales en una cifra, hasta el punto de que los lenguajes de programación de ordenadores tenían prevista la indicación de nuestra puntuación al comienzo para que el programa lo entendiera así todo el tiempo. No es que tenga excesiva importancia que marquemos con una coma, un punto o lo que les antoje, después de tantas cesiones, pero me fastidia que en la globalización vayamos cediendo todos nuestros hábitos para sustituirlos por los del imperio, como ya va sucediendo con la pérdida de los signos de apertura en las interrogaciones y exclamaciones. Pese a lo que pudiera creerse, ¿cuánto le queda a la «ñ»? Lo digo porque con la excusa de la carencia de esa letra en el teclado o ni siquiera eso, cada día veo más veces escrito "ny" o "nh" para sustituir a esta letra que es incluso el logotipo del Instituto Cervantes.

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