09 agosto 2015

El respeto que fue

Esta entrada podría considerarse puro plagio, porque se trata de la copia de un recuadro visto en un artículo de un diario de alcance nacional, y que resumía lo expresado por diversos profesores universitarios de Ética, Filosofía y Psicología. Todos ellos lamentaban la desaparición de la asignatura Educación para la Ciudadanía e insistían en que por su parte incluso la hubieran ampliado dedicando más espacio a la cultura cívica y la convivencia. 

Me he permitido eliminar algo así como una quinta parte de los ejemplos, para no hacerlo demasiado extenso y porque se trataba de casos no significativos.

«Hay comportamientos de los otros que nos molestan o agreden. ¿Se ha parado a pensar si también usted es irrespetuoso? Recogemos una pequeña muestra de conductas que delatan a los maleducados del siglo XXI.

Hablar por el móvil en voz alta en un lugar público
Este comportamiento era impensable hace tan sólo unas décadas porque, sencillamente, no existían los móviles. No obstante, levantar la voz en espacios públicos siempre ha sido considerado de mal gusto cuando no una falta de educación. Con los móviles el problema se ha disparado.

Comer en el cine
Quizá durante algunas décadas del siglo pasado, cuando las sesiones de cine eran dobles y las posibilidades de ocio escasas, comer en el cine no estaba tan mal visto o incluso despertaba la envidia del vecino. Pero hoy los aficionados al cine aspiran a disfrutar de la película sin olores ni ruidos ajenos a la misma. Y una cosa son las típicas palomitas y otra muy distinta el surtido de comida para llevar que se empieza a ver (y oler) en muchas salas.

Hablar en el cine
Hace un tiempo, hablar en el cine en voz alta era lo típico que hacía un grupo de adolescentes para divertirse. Ahora en cambio cada vez son más los padres e hijos que hablan en voz alta durante una proyección.

Reclinar el asiento del avión, acaparar el reposabrazos o poner los pies en el asiento delantero
Es un ejemplo claro de la necesidad de reflexionar sobre dónde acaban los derechos propios y empiezan los del vecino. ¿Qué hay de malo en ponerse cómodo para descansar? Nada, o mucho si implica que el vecino no sólo no vaya tan cómodo sino que ni siquiera pueda moverse. La política de las compañías aéreas de rentabilizar al máximo los aviones con más asientos y menos espacio entre ellos tampoco ayuda.

Interrumpir una conversación o una comida para leer los mensajes del móvil
Algunos están tan pendientes de los cambios que aparecen en la pantalla de sus móviles que no se paran a pensar que priorizarlos implica menospreciar a la persona que tienen delante, y que por no posponer la lectura de un mensaje, están postergando a la persona con la que han elegido comer o charlar.

Mantener llamadas telefónicas en medio de una reunión de grupo sin apartarse ni disculparse
Levantar la voz en público, revelar conversaciones privadas, interrumpir a quien habla o crear conversaciones paralelas denota mala educación y son faltas de respeto clásicas, tanto si se hace de viva voz como si es a través del móvil. Incomoda al resto de los reunidos porque obliga a escuchar conversaciones ajenas, a posponer la propia o a gritar para seguir escuchándose.

Llegar tarde a una cita o hacer que otros lleguen tarde
La puntualidad quizá suene a virtud antigua, pero llegar tarde es una falta de respeto para quien espera, una desconsideración hacia el uso de su tiempo y sus obligaciones, más si cabe en una sociedad tan atareada y estresada como la actual.

Dirigirse a las personas mayores o a los clientes con diminutivos o apelativos como guapa, rey, cariño...
Ya no se trata tanto de optar por tutear a todo el mundo o de preservar el usted. Hoy, en algunos ámbitos (y comercios), uno se conformaría con que no le infantilicen, con que le hablen en un tono neutro y se respete una mínima distancia en el trato, que se sepa distinguir entre amigos y desconocidos».


En el artículo se incluía una encuesta sobre si se estimaba que en las últimas décadas habían aumentado las faltas de respeto. Curiosamente, el 94% respondía que sí.

No sé a otros, pero a mí me hace cierta gracia que el autor hable de que antes,
comer en el cine no estaba tan mal visto. Falso; nadie comía antes en el cine salvo en locales de ínfima categoría o en algunos pueblos en los que comer pipas formaba parte del ceremonial.

También se dice La puntualidad quizá suene a virtud antigua con lo que el autor demuestra ser alguien no muy experimentado en la relación con personas respetuosas con los demás. A nadie medianamente educado puede parecerle una virtud antigua; lamentablemente es una falta de respeto muy común, antes y ahora, entre españoles y no digamos los mal llamados latinoamericanos, pero entre europeos no latinos la puntualidad es una característica normal y su no observancia les resulta simplemente incomprensible e insoportable. He tenido la suerte de que alguien cercano me tachara de enfermo por mi empeño en ser puntual, el caso es que no recuerdo haber llegado nunca tarde a una cita, al menos en las últimas décadas.

La relación del artículo no es ni de lejos una relación exhaustiva de las faltas de educación más comunes, pues parece ceñirse en buena parte a las cometidas en el cine o con el móvil. Se me ocurren muchas más faltas que ahora una mayoría comete, pero que para no aburrir podrían resumirse en una: desprecio hacia los demás y autoestima por encima de lo aconsejable, todo ello bañado en ruido e ignorancia.

Ya publiqué alguna entrada lamentando la implantación del tuteo (en España, que no en la Europa culta), para mí raíz de todos estos males, pero no es cuestión de insistir en lo que no tiene remedio. Ayer llamé a un concesionario de automóviles para una gestión y la zafia secretaria de turno me dijo algo así como "te paso con el responsable de comercial y él te resolverá lo que quieres". Seguro que desde que nació ha convivido siempre con el tuteo y tratar de usted a desconocidos le suena tan remoto e inapropiado como aquello de vuesa merced.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Comulgo (¡qué verbo tan antiguo!) con todo lo que dices pero querría añadir un par de observaciones más.
Creo que la falta de puntualidad se ha incrementado actualmente por culpa de los teléfonos celulares. Ahora es muy habitual que llamen (y no digo "te" porque a mí no me llaman) para decir que el que esperas llega 30 minutos más tarde. Y parece que con esa llamada se limpia la pena y la culpa. Porque esa persona que ha llegado tarde pero se ha "excusado a tiempo" ya ni siquiera tiene que pedir perdón por la tardanza.
Lo de hablar en voz alta en el cine creo que es un vicio más antiguo. Yo lo relaciono con la aparición del cine en la televisión y sobre todo con los vídeos. El personal ve la peli y charla con su familia en casa e incluso con el vídeo puede interrumpir la visión. Luego va a una sala de cine y hace lo mismo.
La pregunta es: ¿todos esos vicios que hacen más difícil la convivencia tendrán solución? Me refiero a una solución que no pase por irte a vivir a Japón.
Angel

Mulliner dijo...

Antes de nada, dichoso los ojos.
Hay un comentario ya antiguo en el que cuento una experiencia. Había quedado con una agente inmobiliaria para que viera el piso que yo vendía, y como no aparecía, me marché. Cuando llegaba a casa me llamó al móvil diciendo que ya estaba allí, QUE SE LE HABÍA HECHO TARDE. Le contesté que me alegraba mucho, pero que yo no iba a volver; se quedó sin habla.
Me temo que esto va a peor, así que estudia lo de Japón. Por mi parte, ya estoy mayor para cambiar de ciudad, país, continente, idioma...