03 septiembre 2017

Mamoncetes

Atravesamos una época en que cualquier resquicio es aprovechado por el feminismo reivindicativo para organizar una campaña de protesta y reclamación de pretendidos derechos. Me refiero a ese asunto de si se puede dar de mamar en público sea cual sea el lugar.

Cuando yo era niño, vivía en una ciudad de provincias y era normal para mí ver a una mujer en el tranvía dando el pecho a su hijo. Debo advertir que casi siempre eran mujeres con cierto aspecto pueblerino a las que no cortaba lo más mínimo la exhibición. No descarto que alguna vez en el colegio hiciéramos bromas picantes sobre el tema, pero lo cierto es que no recuerdo que a nadie le resultara verdaderamente escandaloso o inoportuno.

Se perdió esa costumbre y llegan nuevos tiempos, los actuales, en que lo de ser hombre viene siendo perseguido con saña y ser mujer un salvoconducto que permite de todo, desde escribir contra el sexo masculino lo que se desee (ni soñar lo contrario) a desafiar al poder judicial no acatando una orden del juez y consiguiendo el apoyo incondicional de todos esos que consideran que la verdad suprema se encuentra en Facebook y alrededores.

Aparecía estos días en la prensa la queja de una mujer que lamentaba que le habían pedido que se saliera de la piscina donde le daba el pecho a su hijo. Ella argumentaba que peor era algún tipo que estaba en el agua completamente borracho. Cabría preguntarle si no había en la piscina un lugar mejor donde situarse que no fuera junto a un beodo y si eso justificaba en algún caso el amamantamiento dentro del agua, cuando estaba prohibido comer o beber en el recinto de la piscina. Me pregunto hasta qué punto sería agradable que, como suele suceder a los bebés cuando se alimentan, se pusiera de repente a vomitar en el agua.

Hoy viene en la prensa el caso de una mujer a la que prohíben dar el pecho a su niño −por cierto que un niño ya crecidito que debería estar jugando al fútbol como todos− nada menos que en el museo Victoria and Albert de Londres. Como es natural, se ha producido un revuelo enorme y, como es habitual, con miles de retuits y comentarios sobre el despotismo machista a que están sometidas las pobres mujeres. A ver, ya se sabe que a los niños lo que de verdad les priva es que los lleven a los museos a mamar. Por cierto, quiero llamar la atención sobre el hecho de que la protagonista se haya hecho la foto −lo que suena a cosa preparada, observen además la sonrisa de triunfo− delante de una escultura que representa precisamente a una mujer amamantando, pero, ha pasado por alto la diferencia de tamaño y edad de los niños. Si el niño fuera gamba...

Estamos perdidos y en vez de reivindicar el derecho a dar de mamar en el parque o en el banco de una plaza, se trata de agitar a todas las féminas por el supuesto derecho a amamantar en el momento y lugar en que a la mamá se le ocurra. Supongo que eso incluye hacerlo en medio de una ópera en el Teatro Real, en una conferencia o durante la Santa Misa.

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