No
le den vueltas, los anglosajones son infinitamente más listos que
nosotros, al menos a la hora de valorarse ellos mismos o ser valorados
por algunos otros. Ya escribí una entrada no hace demasiado tratando de
la leyenda negra y cómo hacemos frente ellos y nosotros al hecho
incontrovertible de que en Iberoamérica una mayoría de la población,
entre el 70 y el 80%, es india o mestiza frente a EE.UU. y Canadá, donde
los nativos o mestizos no llegan al 1,5%.
Aquí
hablamos todavía −poco− del «desastre de Annual» y casi menos del
«desembarco de Alhucemas» donde supuestamente nos quitamos la espina de
lo primero. Todavía hablamos de la Armada Invencible, empeñados en
cachondearnos de nosotros mismos llamando invencible a lo que fue una
derrota en toda regla, bien que los ingleses fueran asistidos por dios y
la naturaleza, ¡ellos, que eran herejes y nosotros un modelo cristiano
que debería dejar a dios entusiasmado!
Viene
todo esto a cuento de que hace un par de días he visto la película
«Dunkerke», que como pueden imaginar narra el desastre de la retirada de
franceses e ingleses en 1940, durante la 2ª G.M. Aparte de la calidad
de la película, me produce una envidia rabiosa ver cómo un episodio que
siempre se ha contado como una vergüenza de mala organización que costó
la vida a decenas de miles entre soldados y civiles, (no he podido
conseguir una cifra aproximada, supongo que ni ellos lo saben), en los
relatos se habla mucho de los soldados que consiguieron evacuar a Gran Bretaña, pero no parece haber mucha preocupación por las bajas. El triunfo aparente de la retirada a Inglaterra fue en buena parte debido a la indecisión de Hitler y sus generales que no supieron aprovechar aquella oportunidad servida en bandeja.
Como
servido en bandeja fue el material que quedó abandonado por los
aliados; una cantidad de cañones, tanques, vehículos de transporte,
armas ligeras, etc. como para abastecer a varias divisiones, mucho más
de lo que tenía Inglaterra en su propio territorio en aquel momento, según he podido leer.
El
asunto es que la conclusión que se saca de la película, narrada desde
tres escenarios, es que los ingleses son una maravilla (los franceses
no, ya se sabe), los patriotas que condujeron sus pequeños barcos, yates
o pesqueros, un ejemplo para todo el planeta y la operación en su
conjunto una gran victoria para los aliados. Y lo fue, mirando el lado
bueno, si tenemos en cuenta el desastre absoluto que podría haber sido.
Según la película, un episodio que merecería ser llamado épico y que
ningún otro pueblo, además del inglés, podría llevar a cabo. En realidad
un milagro o, mejor, otro golpe inigualable de pura suerte como el de
la Armada Invencible.
Parece
que los ingleses, exceptuando las batallas de Cartagena de Indias −ya
saben, lo de Blas de Lezo− y Galípoli (Dardanelos) han tenido siempre
una suerte que solamente el verdadero dios ha podido proporcionarles,
algo que cuando menos resulta desconcertante considerando lo malvado que
fue Enrique VIII. Incluso en la 2ª Guerra Mundial consiguieron que los
rusos les sacaran las castañas del fuego y así presumir codo con codo
con los norteamericanos de que eran ellos los que habían ganado la
guerra.
Dios salve a la reina (pero no demasiado tiempo, que ya está bien...).
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