01 octubre 2017

Dunkerke y el burro flautista

No le den vueltas, los anglosajones son infinitamente más listos que nosotros, al menos a la hora de valorarse ellos mismos o ser valorados por algunos otros. Ya escribí una entrada no hace demasiado tratando de la leyenda negra y cómo hacemos frente ellos y nosotros al hecho incontrovertible de que en Iberoamérica una mayoría de la población, entre el 70 y el 80%, es india o mestiza frente a EE.UU. y Canadá, donde los nativos o mestizos no llegan al 1,5%.

Aquí hablamos todavía −poco− del «desastre de Annual» y casi menos del «desembarco de Alhucemas» donde supuestamente nos quitamos la espina de lo primero. Todavía hablamos de la Armada Invencible, empeñados en cachondearnos de nosotros mismos llamando invencible a lo que fue una derrota en toda regla, bien que los ingleses fueran asistidos por dios y la naturaleza, ¡ellos, que eran herejes y nosotros un modelo cristiano que debería dejar a dios entusiasmado!

Viene todo esto a cuento de que hace un par de días he visto la película «Dunkerke», que como pueden imaginar narra el desastre de la retirada de franceses e ingleses en 1940, durante la 2ª G.M. Aparte de la calidad de la película, me produce una envidia rabiosa ver cómo un episodio que siempre se ha contado como una vergüenza de mala organización que costó la vida a decenas de miles entre soldados y civiles, (no he podido conseguir una cifra aproximada, supongo que ni ellos lo saben), en los relatos se habla mucho de los soldados que consiguieron evacuar a Gran Bretaña, pero no parece haber mucha preocupación por las bajas. El triunfo aparente de la retirada a Inglaterra fue en buena parte debido a la indecisión de Hitler y sus generales que no supieron aprovechar aquella oportunidad servida en bandeja.

Como servido en bandeja fue el material que quedó abandonado por los aliados; una cantidad de cañones, tanques, vehículos de transporte, armas ligeras, etc. como para abastecer a varias divisiones, mucho más de lo que tenía Inglaterra en su propio territorio en aquel momento, según he podido leer.

El asunto es que la conclusión que se saca de la película, narrada desde tres escenarios, es que los ingleses son una maravilla (los franceses no, ya se sabe), los patriotas que condujeron sus pequeños barcos, yates o pesqueros, un ejemplo para todo el planeta y la operación en su conjunto una gran victoria para los aliados. Y lo fue, mirando el lado bueno, si tenemos en cuenta el desastre absoluto que podría haber sido. Según la película, un episodio que merecería ser llamado épico y que ningún otro pueblo, además del inglés, podría llevar a cabo. En realidad un milagro o, mejor, otro golpe inigualable de pura suerte como el de la Armada Invencible.

Parece que los ingleses, exceptuando las batallas de Cartagena de Indias −ya saben, lo de Blas de Lezo− y Galípoli (Dardanelos) han tenido siempre una suerte que solamente el verdadero dios ha podido proporcionarles, algo que cuando menos resulta desconcertante considerando lo malvado que fue Enrique VIII. Incluso en la 2ª Guerra Mundial consiguieron que los rusos les sacaran las castañas del fuego y así presumir codo con codo con los norteamericanos de que eran ellos los que habían ganado la guerra.

Dios salve a la reina (pero no demasiado tiempo, que ya está bien...).  

No hay comentarios: