03 mayo 2018

Manadas

Con una opinión pública habitualmente desinformada y extremadamente aficionada a tomar partido apasionadamente, nos toca aguantar con resignación a mí al menos una permanente aparición en la pantalla de la televisión de pancartas luciendo el lema "Yo sí te creo", que me deja casi perplejo por la unanimidad y por la vehemencia de sus portadoras. Por cierto que muchas veces añaden a ese lema la palabra "hermana", porque en España surge la hermandad cuando es contra alguien. ¡Hasta las monjas Clarisas de Villaviciosa (Asturias) se han manifestado a favor de la víctima!

Siempre pensé que eso de creer era algo que se practicaba con la Santísima Trinidad que ya es duro de creer o con las cuentas del PP de Madrid, pero resulta que yo estaba equivocado y ahora se trata simplemente de creer lo que alguien dice, sin apoyatura de ninguna clase.

Me estoy refiriendo, está claro, al asunto de esa panda de imbéciles conocidos como La Manada, de profesión sus aspavientos machotes y sus giras en pos de gorditas, como puede leerse en sus propias comunicaciones a través de las redes sociales, quizás porque piensan que las que padecen  sobrepeso serán más asequibles a la hora de dejarse abordar para cometer alguna barbaridad con ellas.

Dice el diccionario de la RAE acerca del verbo creer en su primera acepción "Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado." y verdaderamente se cumplen estas condiciones para quienes afirman creer en la pobre víctima y piden para los culpables cadena perpetua o cosa semejante. Se cumple porque, según tengo entendido, nadie salvo los jueces y abogados han podido ver los vídeos que los imbéciles hicieron y por lo tanto esa fe es auténtica y basada en imaginaciones y habladurías, que no en las únicas pruebas existentes.

Según se contó en la prensa, a poco del suceso los abogados defensores pusieron un detective a seguirle la pista a la víctima, con el propósito de demostrar que su vida habitual no era excesivamente ejemplar, pero las acusaciones particulares y públicas exigieron de inmediato la retirada del informe de ese seguimiento, anulando así la posibilidad de saber algo más sobre la víctima, que sobre los agresores ya se sabe todo lo que se quiera.

Puesto que es inevitable que, dado el bombardeo constante, cada uno tenga su propia opinión, opinión basada en pálpitos, que no en pruebas, la mía es que no me inclino por ninguna de las partes y sobre todo lo que está ocurriendo y considerando los tiempos que no están tocando vivir, estimo que lo lógico es que los jueces, como conocedores hasta lo posible de los hechos, son los que deben sentenciar y así lo han hecho, aunque la casi totalidad de los españoles ya haya tomado partido en base a nada. También me parece una oportunidad muy bien aprovechada de las mujeres que dirigen el movimiento feminista para mostrar su poderío, y de verdad que parece casi ilimitado. Muy bien gestionado y manejado, pobre del juez que se atrevió a dar un voto particular y pobre su carrera judicial.

Como dijo uno de los abogados defensores: "Si lo que se estuviera juzgando fuera la estupidez, mis defendidos merecerían cadena perpetua; pero no es eso lo que está valorándose".

Mientras, las protestas han llegado al Parlamento Europeo, a la ONU y no me extrañaría que hasta a Kim Jong-un y ya se sabe lo equilibrados y justos que suelen ser los juicios de estos entes. Si Puigdemont está recibiendo numerosos apoyos para defenderle del sistema no democrático español, y el atroz atropello del que está haciéndole víctima el Estado, no quiero ni pensar el que recibirán unas pobres mujeres indefensas, como las que en la foto se enfrentan a la policía foral de Navarra.

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