23 mayo 2024

Del montón

No deja de ser curioso que vivimos en una época donde todo el mundo quiere distinguirse de los demás y, sin embargo procuran hacer exactamente lo que los demás hacen. Son gregarios vocacionales y eso tiene incluso su gracia, en un tiempo en que proliferan las llamadas a ser uno mismo, a decirnos eso de porque tú lo vales y tantas otras memeces. Hay muchísimos que no valen nada y es evidente, aunque eso sí: consumen.

Lo primero de todo es respetarse a uno mismo y la mayoría no se respeta ni mínimamente, lo que les interesa es la admiración de los demás y cuando se miran al espejo no se ven, solo observan lo que otros piensan o dicen pensar de uno y así se consideran; de ahí el éxito de las redes sociales y el desmedido sufrimiento que causan en tantos niños y adolescentes. Ya se sabe que uno debe estar en las redes y que una vez en ellas debe conseguir cuantos más likes mejor, de lo contrario es un fracasado.

De la falta de personalidad y de la escasa valía personal dice mucho el éxito de los llamados influencers (de ahí que todos quieran serlo) que son admirados por lo que dicen representar y porque se supone que ganan dinero sin dar un palo al agua.  

También es llamativo que las personas no desean ser de esta o de aquella manera, sino que siguen las modas de manera ciega (más de uno me ha dicho que los blogs ya no se llevan, algo cierto) sin quitar ni poner nada a lo que ellas imponen. Como ejemplo que a mí me molesta de manera notable, tenemos el éxito de los tatuajes o los piercings. A nadie se le ocurre que eso de marcarse para toda la vida es algo rechazable pues deja el cuerpo más pintarrajeado que una tapia y no se les ocurre pensar qué aspecto tendrá ese cuerpo ahora que se es joven y qué aspecto tendrá cuando se tengan muchas décadas y la piel sea un muestrario de arrugas. ¿Se imaginan a esos jugadores de fútbol que tienen el cuerpo totalmente decorado? Supongo que se juega mejor si uno tiene la piel totalmente cubierta de ilustraciones.

De los piercings casi mejor no hablar. Si pintarse el cuerpo me parece una locura, qué voy a opinar de los que se ponen una argolla colgando de la nariz, como los cerdos, o se acribillan las orejas con todo tipo de herrajes o, ¡qué espanto!, se ponen una pieza metálica en la lengua; ¡¡incluso en el sexo!!

Entiendo esto porque se desea ser como aquellos a los que se admira y lo más fácil es vestirse o decorarse a la manera de aquellos, pero ¿de verdad se aumenta el parecido con, por ejemplo, Sergio Ramos, porque uno se tatúe hasta los dedos?, ¿cómo es que la pareja de este no está visiblemente tatuada?, ¿cómo puede alguien meterse en la cama con alguien que parece que va a desteñir?  

La vulgaridad está al alcance de todos, de ahí la calaña de la mayoría de las personas que nos rodean y el éxito del reguetón. Y conste que es imposible, me parece, evitar la vulgaridad en absolutamente todo lo que somos. Hasta alguien que estaba muy alejado de la vulgaridad como era Javier Marías, tenía algún detalle vulgar: para mí, su afición –y defensa−  del fútbol y del tabaco. Lamentable, pero supongo que es inevitable porque todos estamos en una sociedad que empuja sin remedio a la vulgaridad, aunque ya me gustaría parecerme a ese personaje.

Creo que somos muchos los que al hablar de vulgaridad se nos viene a la mente la llamada princesa del pueblo, ese espanto llamado Belén Esteban, sin embargo muchos no se acuerdan de ese otro espécimen de nombre Luis Rubiales, una especie de monumento a la vulgaridad, convencido de que lo que le hace a uno distinguido es el dinero, algo en lo que tenía una pizca de razón, aunque hablamos de alguien irremisiblemente tocado por la vulgaridad. ¿Cómo habría sido ese ejemplo de delicadeza y unicidad que se llamó Grace Kelly si hubiera nacido en una familia sin medios económicos? Mejor no pensar en ello. 

Es normal preguntarse cómo pudo el tal Rubiales llegar al puesto que ocupaba. La respuesta no es complicada: hay una franja de puestos de cierta importancia ocupada por gente sin ninguna valía que han podido alzarse a esa posición gracias a la complicidad de otros de semejante valía que también han alcanzado su puesto mediante contactos y la complicidad callada de otros como él.

01 mayo 2024

Solamente nosotros: los legítimos dueños (y II)

No era lo único: menudeaban los broncos insultos a los que tan aficionado son en el PP y de momento lo apodaron “Falconeti” porque usaba el avión Falcon en el que desde Aznar se desplazaba el presidente del gobierno. Fue una cascada de apodos, insultos, difamaciones… nada era tabú para los dirigentes de la derecha que, poco a poco, se fueron envalentonando e inventando nuevas descalificaciones. Esto redundaba en el envalentonamiento paralelo de sus partidarios, que fueron adquiriendo suficiente atrevimiento como para agredir físicamente a cargos del PSOE y atacar sus sedes locales.  

En las últimas elecciones generales difundieron el lema “que te vote Txapote”, que era un antiguo dirigente de ETA, haciendo referencia con ello a sus acuerdos puntuales con Bildu, un partido legal con representantes en el Congreso de Diputados. En esas elecciones el PP sacó más votos que el PSOE, pero según nuestra Constitución el presidente de gobierno sería quien consiguiera más alianzas, con lo que de nuevo salió elegido presidente. La derecha se sentía con la miel en los labios, segura de ocupar la presidencia y aquello le pareció una fechoría sin nombre, así que de inmediato comenzaron una campaña de insultos y descalificaciones en las que destacó un tal Miguel Ángel Rodríguez a través de la presidenta de la Comunidad de Madrid, una extraviada ignorante y chulesca llamada Isabel Díaz Ayuso. Esta mujer fue oída y filmada cuando exclamó "qué hijo de puta" mientras escuchaba al presidente, precisamente en el Congreso de los Diputados, pero se le ocurrió hacer un chascarrillo afirmando que lo que había dicho era "me gusta la fruta" lo que fue acogido con simpatía y risas por sus correligionarios por su aguda picardía e incluso se repitió numerosas veces y se hicieron camisetas con la famosa frase. Muy ingeniosos.

Para esta mujer nada estaba fuera de lo permitido a la hora de atacar al presidente de Gobierno, algo que en ningún caso habría sido su atribución pues supuestamente quien debía dirigir los ataques al gobierno debería ser el llamado jefe de la oposición, pero este es poco imaginativo y bastante cobarde y permitió que ella ocupase su lugar en estos menesteres. 

Han practicado el acoso a la sede del PSOE en Madrid durante semanas, miles de personas con actitudes y eslóganes amenazantes y muñecos que representaban al presidente, golpeándolos con palos hasta destrozarlos. Esta gente, supuestamente "de orden", ha llegado a agredir numerosas veces a la policía que protegía la sede.

Así llegamos a nuestros días, en que el dirigente de un mal llamado ‘sindicato’ −¿dónde están los trabajadores ‘afiliados’?− de extrema derecha que ya había sido encarcelado por mentir, interpone una demanda contra la esposa de Pedro Sánchez acusándola de corrupta sin aportar prueba alguna y basándose, según sus propias declaraciones, en noticias y rumores que habían llegado hasta él. Ante esto y comprensiblemente, Pedro Sánchez arroja la toalla, suspende su agenda oficial y anuncia en carta dirigida a la ciudadanía que se toma cinco días (hasta el lunes 29 de abril) para decidir si deja la presidencia. El PP aprovecha para atacar también a su padre, su hermano y su suegro por presuntas corrupciones; por supuesto sin aportar ninguna prueba de lo que denuncian. Otra asociación de ultraderecha llamada Hazte Oír ha presentado una nueva denuncia también contra la esposa, al comprobar cómo afecta al presidente este tipo de acción. Mientras, el presidente del PP dice en televisión que hace falta un gobierno democrático, lo que supone afirmar que el actual no lo es.

Me parece improcedente la decisión, aunque entiendo la reacción, pues es difícil aguantar los ataques diarios sin terminar quebrándose. Mucho me temo que efectivamente abandone la presidencia este hombre, autor de un libro titulado "Manual de resistencia", al que por cierto yo no voté en las últimas elecciones, porque no me gustan algunas de sus decisiones y gestos, pero estoy dispuesto a volver a darle mi voto si las encuestas dan por ganadores a la derecha y extrema derecha aliados. Todo antes que colaborar a la llegada de los ineptos y rufianes de esos partidos.