Esto es lo que han conseguido las disposiciones del gobierno, siguiendo −supongo− las directrices de la Unión Europea, que a mi entender lo que persiguen no son tanto la inexistencia de emisiones perjudiciales para la atmósfera y por lo tanto para los seres vivos, como ayudar a los fabricantes de automóviles obligando a la ciudadanía a renovar el parque, bajo amenazas y extorsión. Se sabe que en todo el mundo las nuevas leyes no pueden tener efectos retroactivos, pero cómo entender que alguien se compre un coche por ejemplo en 2010 y ahora le prohíban circular por la ciudad o aparcar en la calle, algo de lo que no le avisaron cuando hizo la compra.
Sí, son amenazas porque su instrumento es prohibir el acceso al centro de las ciudades según la antigüedad y el cumplimiento de las normas Euro-4, Euro-5 y Euro-6. Yo entiendo que a un coche nuevo se le obligue a cumplir determinadas normas anticontaminación, tan estrictas como consideren, pero me parece una extorsión obligar a nadie a que su coche, que está en buenas condiciones, cumpla unas normas que no existían cuando se compró, tanto es así que pasa anualmente la ITV sin ningún problema. Yo y cualquiera estamos hartos de ver camiones, autobuses y hasta turismos nuevos arrojando una nube de humo y a veces llevan hasta la parte trasera ennegrecida por ello, ante la indiferencia de quienes deberían impedir su circulación por muy nuevo que sea el vehículo.
Claro que la razón principal de acorralar a los propietarios de coches que no son recién fabricados no es evitar la contaminación, sino obligarlos a comprar uno nuevo, a ser posible eléctrico, unos trastos que no merecen la consideración de no contaminantes, porque contaminan al ser fabricados, contaminan al circular puesto que la electricidad no siempre tiene origen renovable, y contaminan al ser desechados porque las baterías son difíciles si no imposibles de reciclar y contaminan muchísimo al acabar su vida útil, según afirman quienes entienden de ello. Eso por no hablar de la dificultad de recargarlos por falta de instalaciones adecuadas. La cuestión es que hay que ayudar a los fabricantes y aceptar que impongan un tipo de motorización sin futuro.
Porque esa es otra: quieren que compremos esos coches carísimos porque −dicen− las baterías son costosas de fabricar y resulta ser una ocasión aprovechada por los fabricantes para aumentar precios sin ningún control, pese a que los motores eléctricos son simples, aunque terminan siendo muy complejos debido a todos los sistemas auxiliares que les acompañan y a los cientos, hasta ochocientos kilogramos de baterías, que hay que ir moviendo por donde vayamos. Por no hablar de la autonomía. Un coche eléctrico es una estafa con ruedas.
No se ha intentado seriamente encontrar otro tipo de motorización que no suponga tanta contaminación, directa o remota, y que de verdad suponga una mejora al sustituir a los motores de combustión. Mi coche tiene en la actualidad quince años de antigüedad y no lo he sustituido sin que la razón económica sea la principal; simplemente está magnífico de aspecto porque lo guardo en un garaje privado, tiene poco más de 60.000 km y está verdaderamente como nuevo, no ha tenido nunca una avería, contando con todos los elementos de seguridad y confort que pueda exigirse: cambio automático, desde sensores delanteros y traseros a cámara trasera, equipo de sonido con nueve altavoces, tapicería de piel, asientos con ajustes eléctricos y memoria de ellos, ¿de verdad quieren que lo lleve a un desguace?; sin embargo, ¿por qué consienten que haya un 10% de vehículos que no pasa la ITV, cuando saben perfectamente cuáles son?
Mientras, tenemos centrales nucleares cuyos residuos altamente contaminantes no saben ni dónde almacenarlos, el transporte aéreo contamina hasta asfixiarnos y se promueve su uso −incluso privado− porque se trata de favorecer la movilidad y el turismo, que tanto contamina. Se facilita la compra de vehículos tipo SUV, cualquiera de los cuales contamina más que esos vehículos que pretenden que nos deshagamos de ellos para comprar… ¿un SUV?
Lo que de verdad contamina no son los automóviles, sino los 8.200 millones de habitantes del planeta; en 1970 éramos 4.000 millones. No hay agua para todos, no hay comida para todos, no hay vivienda para todos. Arreglen eso; si pueden.