Hace unos años, un amigo que presume de intelectual, me dijo en un aparte –como si se hubiera acostado con Putin− “mi hijo nos ha llevado a comer a DiverXo”, que, si no me equivoco, es el restaurante de ese que lleva el pelo como el penúltimo mohicano. A eso hemos llegado: a presumir de haber ido a un restaurante cuyo menú degustación cuesta actualmente 450€ por persona. No me dijo nada de que le hubiera gustado tal o cual plato, sólo le interesaba vanagloriarse de haber estado en el restaurante de un exhibicionista, cuyo mayor mérito es asombrar a todos los catetos que hay por el mundo; que son muchos. Y de paso, presumir de hijo acaudalado.
Hay un cocinero –debería decir ex cocinero− que tenía un restaurante en no sé qué lugar de Cataluña (Ferrán Adriá se llama) y que cerró su restaurante de gran éxito para dedicarse nada menos que a la investigación culinaria. Todavía estoy esperando a que le concedan el Nobel “de algo”. Todo su triunfo deriva de que una revista o diario inglés calificó su restaurante como el mejor del mundo y todo el mundo, de inmediato creyó localizar el Paraíso en ese local. Los ingleses, para quien no lo recuerde, son esos que no saben ni hacer una tortilla, que comen porquería casi exclusivamente (atrévase con eso del fish and chips), los domingos roast beef, y que todavía se vanaglorian de su –falso− triunfo sobre la Gran Armada que ellos bautizaron burlonamente como la Armada Invencible; al año siguiente intentaron invadir España y se llevaron un sopapo del que todavía no se han recuperado. Son esos que siguen autotitulándose british empire, cuando en la actualidad son tan imperio como Imperio Argentina.
Es difícil encender la televisión y que no haya entre los canales normales al menos un programa de cocina, ¿de verdad interesa tanto o es un interés inducido? He comprobado que hay incluso algún canal de televisión dedicado exclusivamente a la cocina. Existe un concurso, que yo no he visto nunca y que es de origen británico, pero que tiene una audiencia muy numerosa: se trata de Master Chef y sus variantes (Junior, Celebrity, VIP, etc.), un programa que triunfa en todos los continentes habitados y más de 41 países. No se trata de que exista una pasión sin límites por la cocina, sino que ese amor es por salir en televisión y el éxito en redes sociales. ¿Se imaginan un niño de diez años amante de la cocina? Yo, por supuesto, no me lo creo, simplemente la motivación es esa ola, que empuja a todos los que no tienen muy claro qué hacer, a participar en una competición de gran resonancia entre esa clase de público. Ellos se crían y ellos se juntan. Amén.
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