26 agosto 2025

La cosa está que arde

Por descontado que me refiero a la ola de incendios que está dejando en España un paisaje carbonizado y desolado. Hay muchos que afirman que los incendios se evitan en invierno, pero parece que ninguno de los que mandan en las comunidades autónomas piensa de esta manera.

Según he podido leer, la táctica de las comunidades gobernadas por el PP consiste en no invertir nada en la prevención y esperar que cuando se produzcan al llegar el verano sea la UME (Unidad Militar de Emergencias) −creada por el entonces presidente Rodríguez Zapatero, quien tuvo que soportar duras críticas por ello−, quien les saque las castañas del fuego. Para quien no esté el tanto, les recuerdo que por ley las comunidades son las responsables de la prevención y extinción de incendios forestales, así que se ahorran lo que costaría una prevención adecuada y esperan a que sea la UME (que paga el Estado) la que se ocupe del asunto cuando llegue el momento y contratan por solo tres o cuatro meses al año –en verano− a su personal de extinción. Una golfería más, inducida por ese partido de ultraderecha negacionista del cambio climático con el que el Partido Popular suele formar alianzas: Vox.

Por desgracia, los que hay este año no hay UME que los apague, pues han coincidido distintos factores que han dado como resultados unos desastres de dimensiones desconocidas hasta la fecha y hasta ha sido preciso pedir ayuda a la UE. Mientras, esas mismas comunidades piden la intervención del ejército (tienen querencia) quizás piensen que la UME es una orden religiosa y no la consideran militar. Según cuenta la prensa, hay motobombas aparcadas mientras piden al gobierno central que les envíe más. Parece que lo que quieren es poner a soldados totalmente inexpertos a extinguir fuegos y si hay muertes ya criticarán al gobierno central, que para eso está. De momento, oigo hoy que hay más de 400.000 Ha. quemadas (4.000 Km2), algo horrible. Hay provincias arrasadas en un diez por ciento de su superficie.

Veo también algo que me desagrada profundamente: los corresponsales de televisión en las localidades afectadas suelen ser mujeres y lamento muchísimo que, cuanto más aspecto de pueblerinas tienen, más tatuajes lucen en su cuerpo. ¿Será posible que cuanto menor sea la cultura, más intenten parecerse a la actriz o al futbolista que admiran? Porque es lo que sucede; piensan que su valía es mínima y que para acrecentarla deben imitar a sus ídolos, por lo tanto hay que pintarrajearse el cuerpo; cuanto más, mejor.

Aprovechando la ocasión y posiblemente con la intención de distraer a la ciudadanía de tanta fechoría del PP, el famoso y arbitrario juez Peinado vuelve a acusar, esta vez de malversación, a la esposa del presidente del gobierno Begoña Gómez y a la asistente que la ayuda y cita a ambas declarar los días 11 y 10 de septiembre respectivamente, contradiciéndose a sí mismo, que el pasado mayo afirmaba que “no era posible atribuir ni a Begoña Gómez ni a su asesora los delitos de malversación, tráfico de influencias y prevaricación”. Este pintoresco juez sabe que atacar a la esposa del presidente desestabiliza a este, al tiempo que entusiasma a la oposición política, que desea que encarcele a esta o a alguien de su familia aportando así su grano de arena, según la frase de su ideólogo, ese golpista que es José María Aznar: “el que pueda hacer, que haga”. Seguramente quedará en nada como sucedió con las acusaciones anteriores, pero le sirve para ganar puntos ante un posible futuro gobierno de derechas.

Así está España en la actualidad: sometida a decenas de incendios que la arrasan, muchos provocados intencionadamente, y con una oposición incapaz de hacer algo que no sea criticar cualquier acción del gobierno, sea la que sea. Ellos son oposición y están convencidos de que su tarea es entorpecer al gobierno, es lo único que saben hacer. De esa manera justifican su existencia.
 

09 agosto 2025

El turismo agobiante

En agosto de 2013 publiqué una entrada en la que me quejaba del número excesivo de turistas que venían a solazarse a nuestro país. Entonces se esperaban 58 millones en el año: hoy la cosa ha empeorado terriblemente y se espera que lleguen a los 100 millones o muy cercano a esa cifra. Entonces, todavía el turismo era ese fenómeno chispeante que no desagradaba a casi nadie. Hoy, es una auténtica peste. 

Sin embargo, los políticos en general siguen encantados con la afluencia, atentos tan solo al PIB, sin darse cuenta de que las cosas han cambiado: ya no son aquellos guiris que daban color a algunas ciudades, ahora son como las termitas que destruyen todo lo que invaden y llegan a ser una verdadera catástrofe. Hace menos de 20 años visité el monumento de la fotografía y simplemente llegué, saqué mi entrada y pasé. Ahora la cola alcanza cientos de metros durante todo el día.

A los turistas les sacan el jugo los empresarios de esa industria, para colmo cada día más extranjera. Esas carretadas de ingleses que llegan a Magaluf y tantos otros lugares a emborracharse y a destrozar lo que pillan por delante, pagan en su país una cantidad que engloba todo el paquete, avión, hotel de estancia e incluso excursiones, si las hubiera, En España solo dejan lo que a veces consumen en bares, fuera del todo incluido que pagaron en origen.

No todos saben siquiera en qué país se encuentran y lo único que les interesa es la bebida alcohólica y la piscina. Y por supuesto la terraza o el balcón desde el que muchas veces se arrojan al agua de esa piscina, encontrando la muerte a veces; selección natural dice mi hijo, pero la verdad es que esa selección no trabaja demasiado.

No sé de casi nadie que se pregunte de dónde sale el dinero para las instalaciones que requiere el suministro extraordinario de agua, la recogida de basuras, las carreteras… pero somos nosotros, los ciudadanos a los que nos ha caído encima esta maldición, los que financiamos las ganancias que se llevan fundamentalmente los del gremio de la hostelería.

Las repercusiones negativas están a la vista: la vivienda ha dejado de ser un problema para transformarse en una angustia que condiciona la vida de todos, porque si hay algo imprescindible para la vida es un techo. El turismo ha hecho que muchas viviendas sean alquiladas solamente para pasar unos días, que es exactamente lo que desea Airbnb y similares y por tanto la oferta de alquileres normales ha disminuido de manera alarmante hasta el punto de condicionar el independizarse de todos los jóvenes y hasta el nacimiento de nuevos seres fruto de las parejas que se deberían formar. Mientras, el gobierno está paralizado y no reacciona a esos efectos terribles que son consecuencia de la pasividad y complicidad de los ayuntamientos.

Los precios de hoteles y apartamentos se han disparado hasta alcanzar niveles fuera del alcance y poder adquisitivo de los propios españoles. Las agencias de viajes anuncian alegremente que es más barato tomar vacaciones en algunos países extranjeros, conocedoras de que los precios locales están fuera de nuestra capacidad, pues han aumentado hasta un 40 o 50% desde la pandemia. No deja de ser una infamia que los habitantes del país turístico por excelencia no puedan hacer turismo en su propio país. Yo mismo, llevo muchos años pasando casi un mes en hoteles del sur, ocupado mayoritariamente por alemanes y ya me planteo dejar de hacerlo porque me supone un gasto excesivo. Las cuestión es que no sé adónde ir y a mi edad no estoy para aventuras.

Esto va a reventar y no soy capaz de decir cómo, aunque imagino que no va a estar libre de violencia, aunque sea la violencia que aplicará sobre la población un futuro gobierno de ultraderecha.