10 junio 2013

Un mundo de impunidad

Probablemente es algo que ocurre en las mejores familias, pero estoy convencido que en ningún país occidental se da el fenómeno con la misma intensidad que en España. El resumen podría enunciarse como aquí quien delinque no recibe su castigo y si lo recibe no sirve de escarmiento ni al delincuente ni a la ciudadanía, porque lo que todos piensan no es que el delito recibe castigo, sino que en este caso el que delinquió ha tenido mala suerte. De acuerdo que es un enunciado un poco largo, pero no veo manera de resumirlo.

Lo bueno que tiene es que resulta aplicable a cualquier ámbito. El que habitualmente no respeta la señalización de tráfico y un día recibe una sanción, no piensa que debe cambiar su comportamiento y respetar las señales, sino que el día en que lo pescaron tuvo mala suerte.

El político corrupto no cambia su comportamiento porque acaba de descubrirse que su vecino de escaño está implicado en una apropiación ilícita de millones de euros, sino que se limita a pensar que ése otro ha tenido mala suerte. Para remate, sabe que cuando le juzguen la cosa quedará en nada.

El que roba en el metro sabe que aunque le detengan cuando metía la mano en un bolsillo ajeno, será porque ese día ha tenido mala suerte y tiene la certeza de que, como no ha robado en una sola vez una cantidad que alcance los 400 euros, saldrá libre de inmediato, porque se trata sólo de una falta, no de un hurto y mucho menos de un robo. Por si alguien no lo recuerda, 400 euros es la cantidad que los parados que han agotado su prestación normal se afanan en conseguir para poder vivir durante un mes. 

Si usted es controlador aéreo o algún otro tipo de trabajador privilegiado, sabe que aunque pare un país y cause daños de valor incalculable, no le sucederá nada, porque la justicia demorará el proceso hasta que nadie se acuerde –sólo algunos afectados– y todo pueda resolverse sin más consecuencia para usted y sus colegas. Todos, unos caballeros sin tacha.

En realidad no andan descaminados quienes piensan cuando son atrapados que es un caso de mala suerte, porque aquí el delito no se persigue salvo casos muy contados y todo esto en un país donde la legislación es minuciosa y terriblemente punitiva, los legisladores pueden estar meses debatiendo un artículo de una ley que en la práctica nunca será aplicada, salvo que la autoridad competente le coloque a usted en su punto de mira.

Recuerdo todavía el debate en el ayuntamiento de Madrid en 2007 sobre las sanciones a imponer (ahora hasta 1.500 euros) a quien no recogiera los excrementos que su perro depositara en la vía pública. Aquello costó a los contribuyentes una fortuna, considerando el tiempo gastado por sus concejales en el debate y supongo que por las dietas y gastos que cobraron durante aquel tiempo. A título de muestra, ¿saben cuántas denuncias se pusieron en Madrid durante todo el año 2009 por ese motivo?: ninguna. ¿Saben cuántas en total desde 2007?: ocho. Aplicando el conveniente razonamiento –sofisma lo llaman– la conclusión es que en Madrid los perros no defecan o los propietarios están en perfecta sintonía con la ley, y eso que usted y yo nos encontramos continuamente al caminar no son más que espejismos.

Franco, que es lo más español que ha producido España en toda su historia –más que don Quijote o el propio Cid Campeador– sabía que ése era el procedimiento, y por lo mismo sus leyes eran terriblemente restrictivas, pero sólo se aplicarían cuando al régimen le conviniera. Creo recordar que de ninguna manera podían reunirse más de tres personas sin un permiso previo del Ministerio de la Gobernación. Pero bueno, puede decirme, ¿no había antes reuniones y guateques a miles a los que acudían bastantes y no pasaba nada? Por supuesto, pero si usted era persona no grata para el régimen, podían de repente tirar abajo la puerta de su casa sin más requisito legal ni problema de ninguna clase. No teorizo, conocí un caso.

¿Cuántas personas saben en Madrid que, de acuerdo con las ordenanzas municipales, si dejan su coche aparcado en la vía pública más de 48 horas en el mismo lugar, puede llevárselo la grúa? Tome nota y procure que ningún municipal le coja ojeriza. Esos guindillas pueden ser terribles.

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