19 abril 2014

Cualquier tiempo pasado ya pasó (y a veces fue mejor)

Dice Javier Marías, “hubo unos años en que la gente quería ser más culta, más educada, más participativa”. Eso duró unos años, “y luego parece como si hubieran dicho: esto cuesta mucho, esto es muy cansado, volvamos a ser brutos. Y en eso estamos”.

Una de las tareas que más esfuerzo me lleva es tratar de conectarme con lo que la gente piensa, es bastante más laborioso de lo que aparenta y en contra de lo que muchos creen no es tan frecuente ni fácil. Lo normal es que uno viva en una cápsula que contiene también a quienes le son afines por proximidad geográfica, por trato diario, profesional o de otro tipo, y eso conduce a la idea de que esa realidad nuestra es la universal y nada más lejos de la verdad.

Por ejemplo, trato con un joven muy cercano para el que la vida se reduce a la música que comete en un grupo y al mundillo cinematográfico al que pretende incorporarse me temo que con escaso éxito, no es fácil. Tiene 22 años y me asombra cómo el resto de las cosas son para él tan presentes como para mí pueda ser la búsqueda de fósiles bajo los hielos de Siberia. Yo no sabría decir –respecto de él– entre la ignorancia y la indiferencia cuál es la causa y cuál el efecto.

Tenía antes muy cercana a mí a una persona, no tan joven, pero que para mi desagradable sorpresa no estaba mínimamente interesada por algo más profundo que lo que podríamos llamar la epidermis del mundo. Su universo no trascendía de quienes le rodeaban, amigos y algunos familiares, y todo lo demás se reducía a interesarse por el último modelo de iPhone o por el recorrido de su próximo viaje de vacaciones. Cuesta creerlo, pero no había más. Con una carrera, un master y dos idiomas además del propio, parece que se había saturado su depósito de conocimientos y era de esas personas que cuando ya ha decidido hacer un viaje de vacaciones a la República Dominicana mira en un mapa a ver dónde se encuentra "eso" (los hay que ni llegan a mostrar ese interés).

Citando de nuevo a mi admirado Javier Marías, ha publicado en El País semanal el pasado domingo 30 de marzo su artículo de los domingos y en ésta como en bastantes ocasiones me siento identificado con su contenido. Recomiendo su lectura, pero si no tienen ganas de usar el enlace les avanzo que trata acerca del cambio a mejor que se produjo en los hábitos de la ciudadanía tras la muerte del dictador, y cómo parecía que nos acercábamos a los hábitos de esos europeos entre los que queríamos colocarnos. Por eso pudo eliminarse de los transportes públicos aquel letrero que decía "se prohibe escupir", la gente comenzó a tirar los papeles en las papeleras, se redujo bastante el lanzamiento de restos de comida en el suelo de los bares, mejoró notablemente la educación ciudadana y en general daba la sensación de que este país iba a tener arreglo.

Lamentablemente, ese afán de mejora desapareció y hemos vuelto al comportamiento cafre incluso en la relación con los demás y si en aquella época mi hija de 3 años llamaba la atención a quienes por la calle arrojaban papeles al suelo y el afectado se cortaba y lo recogía, me temo que ahora le soltarían un improperio a la niña y a mí me darían un guantazo, para que aprendiera a educar. Para colmo, el tuteo generalizado que nos ha invadido le proporciona a la persona que lo practica –prácticamente todo el mundo– la sensación de una confianza que en realidad no existe y con eso la falta de respeto al otro se hace normal.

Parecía entonces que la afición a la literatura y la música iba calando en las personas, pero aparecieron los smartphones que sustituyeron a los libros y Lady Gaga y similares como sucedáneos de la música y por ahí estamos. He leído una frase de un tal Andrei Tarkovski (cineasta), que dice: «L’art est par nature aristocratique, et son effet sur l’auditoire naturellement sélectif» (lo de dejarlo en francés es porque creo que cualquiera entiende la frase). Puede no gustarnos, pero es cierto. Para poder extender cualquier hecho cultural es preciso degradarlo previamente o, formulándolo de otra forma, según aumenta la audiencia disminuye la calidad.

Bueno, es más lo que Marías cuenta, pero lo mejor es leerlo aquí.

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