17 octubre 2019

Fin del bipartidismo; comienzo del caos

Vivimos largos años desde el restablecimiento de la democracia en 1977 disfrutando de un sistema parlamentario compuesto básicamente por dos partidos mayoritarios, y además durante un tiempo del Partido Comunista/Izquierda Unida más una serie de pequeños partidos vascos y catalanes que más o menos tibiamente procuraban la independencia de su región y que tenían un peso desproporcionado en la política del país gracias al sistema electoral. Era lo habitual que el partido que ganaba las elecciones, PP o PSOE consiguiera el apoyo parlamentario de algunos de ellos para llegar al gobierno a cambio de cuantiosas concesiones y una presencia institucional muy superior a la que les correspondía, y todo marchaba aparentemente bien o al menos de manera aceptable. Aceptable si no tenemos en cuenta que esos partidos regionales iban tomando fuerza y seduciendo a sus votantes cada vez más con la idea de la secesión, con la inestimable ayuda del adoctrinamiento en la enseñanza y la colaboración de las televisiones locales, y mientras, el gobierno central mirando para otro lado al tiempo que continuaba haciendo concesiones.

Pero aquello nos sabía a poco y a mediados de la segunda década del siglo XXI surgieron otros partidos que al parecer colmaban las aspiraciones de sectores del electorado, y con eso pasamos a disfrutar de seis partidos de alcance nacional −PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos, Más País y VOX− aparte de los regionales de siempre, en el caso de los catalanes cambiando de nombre o dividiéndose para enmascarar un caso de corrupción muy superior a lo que estábamos habituados.

Tras varias peripecias vividas por Mariano Rajoy, del PP, que dificultaron la formación de gobierno, llegamos finalmente a la moción de censura contra este último, presentada por Pedro Sánchez del PSOE y que tuvo éxito gracias a que había un general cansancio por la corrupción generalizada en el PP y durante la cual el presidente censurado se pasó la sesión tomando unas copas en un bar de enfrente del Congreso, algo inaudito.

Desde entonces, y exceptuando el periodo que medió entre la moción de censura y la convocatoria de elecciones, Pedro Sánchez ha sido presidente en funciones, con lo que eso supone de falta de operatividad, parón de la actividad legislativa, peso reducido en los organismos internacionales, etc. Por fin, tras las elecciones generales de 28 de abril parece que el panorama se aclara: el PSOE obtiene 123 escaños y el PP, siguiente, tan solo 66. Aparentemente el futuro está resuelto.

Error. La realidad ha confirmado lo que era un presentimiento de algunos, yo entre ellos: no es posible la coalición de gobierno con un partido como Podemos que no es de izquierda sino de extrema-izquierda con algo más que unos toques de antisistema y anarquista. Entiendo de corazón lo que Pedro Sánchez dijo de que no podría dormir con ministros de Podemos en el gobierno, la cosa sería hasta para quitar las ganas de comer a alguien que fuera responsablemente cabal.

Mucho me temo que el gobierno que salga después de las elecciones del 10 de noviembre sea un gobierno de derecha de la coalición de PP-Cs-Vox, que finalmente conseguirán más escaños que el PSOE y tanto Podemos como esa novedad de Más País no servirán para nada, pues al menos UP sigue con la idea de exigir presencia en el gobierno ya que no lo consigue con los votos. Y seguirá habiendo muchos que repetirán esa consigna extendida desde la derecha de que el PSOE no es capaz de llegar a acuerdos, ¿acuerdos, con quién?  

No hay comentarios: