05 abril 2020

Un virus con corona (y III)

La frase «cuanto más conozco a la gente más quiero a mi perro» es atribuida alternativamente a Diógenes, a Lord Byron y a Adolf Hitler, así que para resolver esta cuestión, y con su permiso, he decidido atribuírmela a mí, lo que en apariencia es doblemente sorprendente porque yo ni siquiera tengo perro, pero viene a establecer con precisión el aprecio que siento por la humanidad. En especial por la nacida o residente en China.

Porque sigo con eso. Estoy convencido por lo que he ido leyendo, de que la responsabilidad de todo el desastre que estamos viviendo es de China, que por ineptitud o por maldad ha sido incapaz de controlar que el virus no saliera de allí. No hay dinero en China para pagar la indemnización que debieran dar al resto del planeta, así que no darán ni un euro y en occidente seguiremos sin fabricar nada y comprándoles de todo.

También sigo con mi indignación por el trato a los mayores. Se dice cada día que debemos quererlos y cuidarlos, pero la consigna es no desperdiciar un respirador en alguien a quien no le queda demasiado de vida, más o menos viene a ser eso de "ya han vivido suficiente" y las comunidades autónomas fijan la edad a partir de la cual eso será puesto en práctica, sean 70, 75 u 80 años. Son ciudadanos de segunda a los que se abandona a su suerte, simplemente administrándoles tranquilizantes para que no incordien. «El coronavirus ha resucitado la barbarie en lo que creíamos la civilización y la modernidad. Hemos visto en Madrid cosas horribles, como en las residencias: ancianos abandonados al parecer por cuidadores que no tenían mascarillas ni remedios ni ayuda alguna», eso afirma hoy un columnista en El País.

Me subleva también comprobar que todos se creen con derecho a ser subvencionados. Puede ser el mundo de la cultura, el del transporte, los autónomos, los comerciantes, los que habitan una vivienda en alquiler, los agricultores, ¡absolutamente todos! He visto incluso a ese grandísimo felón llamado Marhuenda abogar en televisión por que no se den préstamos −que luego habrá que devolver− sino que se regale dinero; así de sencillo. Hay incluso nada menos que un 35% de insatisfechos con la manera en que el gobierno está conduciendo la situación, en muchos casos manifestando una insatisfacción sonora y violenta; son esos que "piensan" que Casado o Abascal lo harían infinitamente mejor y desearían que el gobierno en pleno dimitiese y cediese el lugar a ese par de tuercebotas. Caramba, si Abascal hasta se ha permitido no ponerse al teléfono cuando hoy le llamaba el presidente para hacerle alguna propuesta de reunión o acuerdo.

Todo el mundo sabe cómo mejorar la situación: de momento, con mucho dinero. Nadie sabe de dónde debería salir ese dinero, porque en sus limitaciones pertenecen a ese sector convencido de que el gobierno puede fabricar tanto dinero como le apetezca y que si no lo hace es porque odia a los españoles (y españolas). Ya se sabe que es un gobierno pagado por los masones.

Estoy harto de presenciar cómo los países de más al norte se ufanan de haber abordado el problema con previsión, templanza y acertado cálculo. Lo peor es que aquí los contemplamos con un sentimiento de inferioridad que cuesta entender. Toda Islandia tiene unos 350.000 habitantes, algo así como la ciudad de Bilbao y los nórdicos −ya se sabe− no se relacionan. Así es fácil imponer un confinamiento. Lo mismo sucede con esa panda de catetos llamada Noruega o los listillos de los suecos, que como hoy tenían un día soleado han salido en masa a la calle para sentarse en las terrazas. Vamos, que son españoles de ocasión; luego, con acusarnos de que no pensamos más que en la juerga se sienten plenamente reconfortados en su estúpido calvinismo.
 
No sé en qué condiciones saldremos de esta, lo que es seguro es que no volveremos a ser como éramos. Los que me conocen me han oído decir desde hace meses que pienso que para 2050 la vida habrá cambiado a algo que ahora no llamaríamos vida. Para 2100 mejor no decir nada.

Miremos el lado bueno: actualmente apenas se habla de Cataluña.

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