08 mayo 2020

Pudor gramatical


Repasando recortes de periódicos que guardo en mi ordenador, he encontrado que no hace mucho tiempo, concretamente en febrero de 2015, Javier Marías respondía en una entrevista en El País cosas como esta:

No sé, de aquí a cien años qué se va a hablar, porque cada vez hay más personas que no tienen dominio de la lengua. No es cuestión de cultura. Cada uno hablaba, digamos, a su nivel, con su vocabulario más o menos amplio, o más o menos limitado. Pero hablaban con aplomo, con seguridad y con una buena instalación en la lengua, cada uno en su nivel de léxico, o de capacidad para construir frases acabadas y más o menos inteligibles. La sensación que yo tengo es que ahora la gente chapotea en la lengua. Todo se confunde, todo se mezcla, da la impresión de que todo sirve; la gente, además, parece que anda muy mal de oído.

Sé que cito muchas veces a este escritor, pero es que encuentro que Marías es un intelectual que normalmente es tan asequible para cualquiera como pueda serlo Sergio Ramos, pero algo más inteligente, así que no cabe argumentar que lo que escribe, especialmente en los diarios, resulte críptico para nadie.

Está clara cuál es la preocupación del escritor sobre la evolución de la sociedad española y yo diría que no es el único, que somos bastantes los que tenemos la sensación de que tanto hablar de democracia, tanta tecnología, y desde luego las redes sociales han provocado que se prescinda del uso del cerebro a la hora de comunicarnos con quienes nos rodean, real o virtualmente. Antes, se expresaba con más propiedad un bracero del campo andaluz que un universitario de nuestros días, porque la triste verdad es que se ha democratizado la ignorancia y no el conocimiento. Eso sí: todos poseen su correspondiente smartphone, cuanto más caro, mejor; así, de camino, mostramos nuestro poderío.

La gente ha perdido en realidad el libre albedrío y se comportan en todo obedeciendo a sus instintos primarios o las consignas que reciben desde su entorno social. Por eso los movimientos actuales funcionan como religiones −que es lo más primario que se conoce− ya sea la ecología, el feminismo, el nacionalismo, la defensa de los animales, etc. y de ahí los fanatismos que con facilidad recurren a la violencia.

Quienes nos preocupamos por la sociedad actual vemos alarmados que casi nadie sabe hablar y escribir español y, lo que es peor, les da lo mismo. Las formas gramaticales erróneas se imponen sin vuelta atrás −lo he criticado cien veces en otras entradas− patrocinadas por la televisión; y no digamos la ortografía, que ha quedado relegada a quienes son tachados de cursis y pedantes. ¿Cuántas veces hemos dicho u oído decir que los alemanes son como son porque están conformados por su idioma?, ¿por qué entonces aceptamos dejar de hablar para pasar a "chamullar" esta jerigonza actual?, ¿cómo queremos conformar nuestro propio cerebro?

Diré otra vez lo que ya he dicho mil veces, lo que algunos están hartos de oírme decir: escribir y hablar correctamente no es difícil y produce un efecto agradable en quienes no son cómplices en la ignorancia. No hay que dedicarle horas y horas, basta con prestar un poco de atención, incluso menos que al resultado de los partidos de fútbol, pasear al perro o la crítica al gobierno; simplemente se trata de fijarse un poco, interesarnos.

La frase triunfante entre los iletrados cuando sueltan una ristra de disparates y se les reprocha, suele ser «bueno, pero se me entiende, ¿no?», porque reducen la expresión oral o escrita al mismo nivel que una comunicación entre simios. Eso si están en un entorno que consideran amigable, de lo contrario llueven los insultos o amenazas y, por descontado, la inquina eterna hacia el autor de la rectificación. 

Se ha perdido absolutamente el pudor, no nos preocupa que otros se den cuenta de que no sabemos hablar o escribir, porque percibimos que los demás son iguales a nosotros. Hermanados en la ignorante autocomplacencia.

P.S. No quiero dejar de enviar un recuerdo a los entusiastas usuarios de los verbos «aperturar» y «reaperturar». Es una pena que la RAE haya tenido que recordar en los medios que aquellos dos verbos no existen (y tampoco «desescalada») y que disponen de los clásicos «abrir» y «reabrir».

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