09 noviembre 2020

Tuteo por imposición: ¿otra pandemia?

Efectivamente, es una pandemia, aunque en esta ocasión no produzca muertes, ni conciencia propia de padecerla y no hay ni habrá vacuna que inmunice. Empezó como a veces empiezan los chaparrones: un goterón aquí, otro más allá... para encontrarnos finalmente con una inundación de la que no nos salva ni un milagro. Hablo del tuteo, una funesta costumbre que se ha impuesto gracias a la falta de autoestima de la mayoría de mis compatriotas, porque en contra de lo que argumentan los encargados de marketing, el tuteo no refleja un acercamiento al cliente, sino la eliminación del respeto debido al prójimo y la consideración de ese cliente como un grano de arena de ese inmenso arenal anónimo que en la actualidad somos los seres humanos. Somos simplemente una ocurrencia más de esa multitud llamada vagamente clientela.

Casi nadie se ha dado cuenta de que según se va implantando el tuteo generalizado se van cortando o enrareciendo las vías a través de las cuales un cliente puede entrar en contacto con ese monstruo al que le compramos un servicio o un producto. ¿Ejemplos? Pues ahí tiene Amazon, cualquier operadora telefónica, los bancos, etc. A veces existe un cauce residual por el que comunicarnos telefónicamente (por escrito les horroriza), pero las locuciones automáticas van tamizando llamantes hasta dejar finalmente solo unos pocos afortunados que podrán hablar con... un gestor sudamericano que generalmente no sabe de qué va el asunto −en muchas ocasiones ubicado en un lugar remoto de Bolivia− y se limita a torearnos, que para eso le pagan. Lo que la empresa busca es interponer peones que hagan de rompeolas donde se estrellan nuestras justas reclamaciones o nuestras consultas, para ella impertinentes e inoportunas. Si consigue superar tanto obstáculo, no se preocupe, ya le harán ver que ha perdido el tiempo inútilmente.

Si esto lo leyera algún joven −que ya me extrañaría− pensaría además que padezco delirios y que la actual forma de dirigirse a otro es la que ha existido desde siempre y que lo que cuento no es más que la expresión de una locura no tratada o la lectura excesiva de libros de caballería. Pues no. Y además tengo pruebas.

¿Han oído hablar de aquellos remotos −no tanto− payasos de la tele? Gabi, Fofó, Miliki y no sé cuál más. En sus programas aparecían ante un graderío lleno de niños y al empezar le preguntaban a todos eso de ¿Cómo están ustedes? a lo que los niños debían responder y respondían con un general ¡¡Bieeeen!!

¿No notan algo extraño en el diálogo? Pues efectivamente, los payasos trataban de usted a unos niños que pocas veces superaban los diez años, ¿no es asombroso? Pues ya si les cuento que con esa misma edad a mí los profesores del colegio me llamaban de usted, seguramente llegarán a la conclusión de que todos somos unos dinosaurios y que carecíamos y carecemos de la más mínima modernidad. Lo verdaderamente moderno es lo contrario, el tuteo a todo el que se ponga en nuestro camino, da igual que tenga 10 o 90 años, que sea el papa de Roma, el notario que nos hace la escritura del piso o el mismísimo ministro de Asuntos Exteriores. ¿Qué puede compararse a la satisfacción de tutear y despreciar al profesor en el colegio?

Dice el diccionario de la RAE para el verbo tutear: 1. tr. Dirigirse a alguien empleando el pronombre de segunda persona para el trato de confianza o familiaridad. (el subrayado es mío). ¿A que es sorprendente?, ¿tiene trato de confianza o familiaridad conmigo el operador de Vodafone, el empleado del híper, el del banco? Ni hablar; entonces, ¿por qué me tutean? Solo cabe una respuesta: porque carecen de educación y desconocen lo que deben ser los modales de relación. Además, es inútil tratar de usted al tuteador, porque él no se dará por aludido y continuará tuteándonos como si nada, su carencia de formación le impide percibir lo evidente. Como el caso de esa periodista de Tele5 que entrevistaba al rey Felipe VI y lo tuteó con todo desparpajo, confundiendo seguramente respeto con temor o democracia con desfachatez. Está bien que ella no temiera al rey o se considerara su igual, pero ¿tutearlo?
 
Estos mismo tuteadores si tienen que comparecer ante un tribunal de justicia tengo la seguridad de que tratarían al juez de señoría sin ningún problema, porque consideran a los procedimientos de la justicia algo arcaico y porque además saben que si se atreven a tutear al juez les cae encima un proceso por desacato del que no saldrían bien librados. Nada como el palo para que aprendan modales esos modernos

Hablar por hablar; sé que es batalla perdida y ya casi todas las empresas tutean a sus clientes y hay que enfrentarse para que no sea así; no sé si merece la pena.

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