02 marzo 2021

El desprestigio de los años

Recuerdo que cuando yo era niño o joven se respetaba a los mayores porque sí, porque siempre había sido así y porque en aquella época todavía existía la palabra respeto llena de efectividad y significado. También es cierto que entonces la gente mayor se moría con más frecuencia y no como ocurre ahora, que hay viejos para dar y tirar. Ha coincidido la desaparición del respeto hacia otros entre los jóvenes y al tiempo ha aumentado enormemente el número de personas que alcanzan la vejez.

Y es que, no nos engañemos, la abundancia de algo lleva aparejada la disminución de su valor, por lo que es bastante lógico que haya disminuido la cotización de los muy maduros, salvo casos como el de la ilustración en que se sigue respetando −o fingiendo que se respeta− a alguien por mucho que chochee. Lo que no es de recibo es la desaparición del respeto a los demás en general y a quienes tradicionalmente recibían esa deferencia incuestionablemente: mayores, sacerdotes, agentes de la autoridad y otros.

España ha pasado a ser el país más democrático del planeta (¡mentira!) y por eso el tuteo se ha impuesto en todos los entornos. Yo trato de resistirme porque veo un cierto abuso de confianza no deseado con perfectos desconocidos que no deberían atreverse a eso, pero es inútil. En los bancos, el reponedor del supermercado, atención al cliente de cualquier empresa... aunque si no me pilla con desgana yo suelo decir «no se lo tome a mal, pero ¿podría abandonar ese tuteo que no he pedido?». No todos se lo toman bien; peor para ellos. Hasta El Corte Inglés se ha pasado al bando de los sin modales.

El otro día usaba un bote de champú, con los textos en español/portugués como ahora es habitual, decía ÚSALO ASÍ / UTILIZE-O ASSIM; es decir, en español como una orden del sargento al recluta y en portugués educadamente. No es de recibo y he reclamado al fabricante que me ha contestado que estudiarán cambiarlo. Puede ser verdad o simple cortesía comercial, pero no me hago ilusiones.

Los mayores, a veces, somos así. Y creo que algunos somos una especie a extinguir que debería ser protegida de alguna manera, en vez de rezar cada día para que la parca se emplee a fondo y ahorremos así una pasta al Estado con el pago de las pensiones. Ya le llegará a cada uno lo inevitable, pero tengamos en cuenta que puede ocurrir como a mi abogado, que al redactar mi testamento me sugirió ponerse de albacea, porque era más joven que yo; ahora hace más de ocho años que pasó a mejor vida; un infarto imprevisto se lo llevó por sorpresa dejándome sin abogado y sin albacea.

No es difícil percibir cierto desprecio obligado por parte del interlocutor de turno, que da por sentado que un jubilado es necesariamente un zoquete que encima no tiene demasiado valor social. Se equivocan; sucede que −salvo dolientes− el que es un adoquín a los 70 seguramente lo era a los 40, lo malo de la edad es que evidencia lo que ya había. Sucede con la manera de conducir: el que no sabía conducir con 40 años va a conducir fatal con 70, y el que era un conductor aceptable seguirá así durante bastantes años (no por los siglos de los siglos, está claro) porque es cierto que no se conservan todas las habilidades, pero se suplen las que disminuyen con el aporte de la experiencia. Por eso me indignan los que de vez en cuando piden que se les retire el carnet a los mayores de 60 o se establezcan exámenes más difíciles a partir de esa edad, ¿por qué más difíciles?, ¿es que no hay jóvenes más que peligrosos?, ¿es que ellos no piensan ser mayores nunca y seguir entusiasmados con Pablo Rivadulla y sus clones?

Sé de alguien a quien los hijos tuvieron que retirarle el carnet de conducir a los 72 por su excesiva tendencia a circular por las aceras en ciudad o por las cunetas cuando iba por carretera; siempre había sido así. Tengo un amigo desde hace casi 60 años que era un peligro conduciendo de joven y no ha perdido un ápice de peligrosidad en la actualidad, él lo niega por supuesto, aunque debe pensar que las líneas continuas en carretera son puestas como adornos para pasear sobre ellas: todo el mundo, joven o viejo, está convencido de que su maestría al volante llama la atención de propios y extraños. Es raro el caso de un joven de 29 años que conozco que prefiere que conduzca otro porque cree que él lo hace muy mal.

Es muy significativo cuando se habla del propio gusto artístico (música, cine, literatura...) y uno antepone sus propias preferencias frente a las de los jóvenes (reguetón y poco más). La descalificación más terrible surge de inmediato: ¡¡eso es antiguo!! Pobre Mozart o Frank Sinatra o Fred Astaire. Hoy en día lo más valorado es la modernez, pero ya saben que todo lo moderno deja de serlo sin demasiada demora.

Cuando yo era adolescente supongo que también miraba con superioridad a los viejos, pero los respetaba y ese respeto lo conservo hacia los mismos que respetaba durante mi adolescencia y madurez, incluidos los sacerdotes; pese a que soy anticlerical.

Por si está interesado: hace años ya traté la manía del tuteo, aquí >> Manía de viejo


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