Como creo que le ocurre a casi todo el mundo, he tenido y tengo amigos de todas las tendencias políticas y con sentimientos religiosos o carencia de ellos, pero hay uno al que considero un ejemplar pintoresco y su actitud digna de ser mencionada en este blog por lo curiosa −que no demasiado excepcional− manera de pensar.
Es amigo mío desde hace varias décadas y hemos crecido con bastante cercanía, pero nunca hemos llegado a una relación que permita calificarlo de profundamente amigo. De su parte supongo que los obstáculos que lo han impedido son considerarme eso que gente como él llama radical extremista de izquierdas, como más o menos lo son los que piensan y actúan como él, pero en la mano contraria. También sé que le desagrada mi tendencia a acudir a los servicios municipales de "quejas y sugerencias" del ciudadano cuando me considero atropellado como tal y he llegado al espanto de hacer una reclamación en los tribunales de arbitraje contra una operadora telefónica, signo inequívoco de afinidad ideológica con Pol Pot o Kim Jong-un.
De mi parte –aquí puedo hablar de certezas y no suposiciones– me desagrada profundamente su actitud reaccionaria, su incoherencia entre lo que dice profesar y lo que de verdad profesa, su cobardía a la hora de arrimar el hombro en alguna actividad común o que pueda beneficiar a la comunidad, su amor desenfrenado a las convicciones basadas en el forofismo, acompañado de su rechazo al conocimiento que pudiera modificar un ápice alguna de ellas.
De los muchos episodios que en tantos años de amistad he podido presenciar, recuerdo dos que a mi entender manifiestan lo que afirmo con anterioridad. En una ocasión le hablaba acerca del desconocimiento de los Evangelios por parte precisamente de quienes se consideran cristianos y cuando le puse el ejemplo de un desconocido pasaje de esos Evangelios en el que habla de los hermanos de Jesús, levantó los brazos iniciando el gesto taparse los oídos y me dijo de manera terminante que no quería saber nada de eso.
El otro incidente tuvo lugar durante un viaje por el extranjero que realizábamos cuatro matrimonios amigos, uno de ellos el protagonista de mi relato y su esposa. No recuerdo con exactitud que fue lo que me indignó, me parece que se trataba del trato grosero por parte del servicio de un restaurante incluido en el paquete, el caso es que cuando yo pretendía formalizar mi reclamación él me frenó con el cristiano argumento de que "si aquella reclamación no me beneficiaría a mí y sólo a los que vinieran detrás, ¿para qué me molestaba?".
Epílogo: este amigo falleció bastante rápidamente por la aparición de un tumor cerebral, sin que yo llegara a poner las cosas en claro con él; ahora lo echo de menos. Es curioso que me considerara eso de radical extremista; el otro día fui a comer con una pareja de amigos, ella amiga mía desde hace 50 años, y me considera desde siempre un facha irredento. Ella es podemita-feminista radical y de ahí no se apea. Parece que para ella todo es blanco o negro y no admite que se pueda tener una ideología aceptando al tiempo ideas que aparentemente no forman parte del ideario básico de esa doctrina.
Es amigo mío desde hace varias décadas y hemos crecido con bastante cercanía, pero nunca hemos llegado a una relación que permita calificarlo de profundamente amigo. De su parte supongo que los obstáculos que lo han impedido son considerarme eso que gente como él llama radical extremista de izquierdas, como más o menos lo son los que piensan y actúan como él, pero en la mano contraria. También sé que le desagrada mi tendencia a acudir a los servicios municipales de "quejas y sugerencias" del ciudadano cuando me considero atropellado como tal y he llegado al espanto de hacer una reclamación en los tribunales de arbitraje contra una operadora telefónica, signo inequívoco de afinidad ideológica con Pol Pot o Kim Jong-un.
De mi parte –aquí puedo hablar de certezas y no suposiciones– me desagrada profundamente su actitud reaccionaria, su incoherencia entre lo que dice profesar y lo que de verdad profesa, su cobardía a la hora de arrimar el hombro en alguna actividad común o que pueda beneficiar a la comunidad, su amor desenfrenado a las convicciones basadas en el forofismo, acompañado de su rechazo al conocimiento que pudiera modificar un ápice alguna de ellas.
De los muchos episodios que en tantos años de amistad he podido presenciar, recuerdo dos que a mi entender manifiestan lo que afirmo con anterioridad. En una ocasión le hablaba acerca del desconocimiento de los Evangelios por parte precisamente de quienes se consideran cristianos y cuando le puse el ejemplo de un desconocido pasaje de esos Evangelios en el que habla de los hermanos de Jesús, levantó los brazos iniciando el gesto taparse los oídos y me dijo de manera terminante que no quería saber nada de eso.
El otro incidente tuvo lugar durante un viaje por el extranjero que realizábamos cuatro matrimonios amigos, uno de ellos el protagonista de mi relato y su esposa. No recuerdo con exactitud que fue lo que me indignó, me parece que se trataba del trato grosero por parte del servicio de un restaurante incluido en el paquete, el caso es que cuando yo pretendía formalizar mi reclamación él me frenó con el cristiano argumento de que "si aquella reclamación no me beneficiaría a mí y sólo a los que vinieran detrás, ¿para qué me molestaba?".
Epílogo: este amigo falleció bastante rápidamente por la aparición de un tumor cerebral, sin que yo llegara a poner las cosas en claro con él; ahora lo echo de menos. Es curioso que me considerara eso de radical extremista; el otro día fui a comer con una pareja de amigos, ella amiga mía desde hace 50 años, y me considera desde siempre un facha irredento. Ella es podemita-feminista radical y de ahí no se apea. Parece que para ella todo es blanco o negro y no admite que se pueda tener una ideología aceptando al tiempo ideas que aparentemente no forman parte del ideario básico de esa doctrina.
Bueno, tu amiga te conoce en una parte, quizás en otra no. Si es verdad, que normalmente, las personas con unos ideales no suelen bajarse del burro de esos ideales y por tanto siguen una línea muy recta y hay otras, que según sus ideales y viendo como cambian las cosas en política pueden cambiar sus argumentos.
ResponderEliminarNo la tengo por estúpida, tras tantos años como compañeros de trabajo y sabiendo que incluso fui en su día afiliado a un sindicato de clase, podría darse por enterada; puede ser que en su día decidiera encasillarme y de ahí no sale. En realidad no me importa.
ResponderEliminar