27 agosto 2024

Nuestra amada leyenda (y 2)

Leo ahora sobre la llegada de los españoles a California y me quedo sorprendido al saber de la casi delicadeza en el trato de los españoles con los indios locales, que salvo con los apaches y parte de los comanches, las relaciones fueron bastante amistosas y de ahí la cantidad de indios acogidos o en buena relación con las misiones y presidios (los presidios eran lo que ahora llamaríamos fuertes) fundados a lo largo del territorio.
 
Y hablando de misiones, me llamó mucho la atención que en un viaje que hice en automóvil de Los Ángeles a San Francisco por la carretera de la costa, visité dos de ellas; visitas guiadas, por descontado. Ni una vez en ambas visitas se pronunció la palabra "español", parecía que aquellas misiones habían sido construidas por los marcianos y que aquellas herramientas que se exhibían en vitrinas habían caído misteriosamente del cielo sobre los pobres indios y que la palabra español había sido prohibida. ¿Es posible que el odio a España llegue a esos extremos?

No es de extrañar, sabiendo que en la actualidad todos aquellos países hispanos prefieren llamarse "latinos" −nombre que les puso Napoleón III por aquello de chupar cámara− para evitar cuidadosamente que a nadie se le ocurra mencionar Hispanoamérica. Estos habitantes rechazan en su mayoría referirse a España y en Méjico solo hay un monumento a Hernán Cortés, fundador de la nación, y ese monumento está medio escondido (de lo contrario, es posible que lo hubieran destruido ya). No quieren ninguna referencia a los tiempos coloniales. La razón es sencilla: mientras que en los países de la Commonwealth −¡54 nada menos! − no quedaron nativos para protestar, en los países hispanos son ellos y los criollos los que levantan la voz.

No puedo evitar la envidia cuando veo en las banderas de buena parte de esos países que en la esquina superior reproducen la bandera del Reino Unido y que tienen como jefe de estado al rey o reina de Inglaterra (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, etc.). Lo primero que hacían los países que se independizaban de España era borrar toda huella del paso de España y en los últimos tiempos los iconoclastas locales se han cargado las estatuas de cualquier español notable. Los únicos que se acuerdan y mencionan aquello de la "madre patria" son los que llegan a España sin papeles y quieren ser aceptados.

Si a un estadounidense le preguntaran quién fue Bernardo de Gálvez −entre otros cargos, gobernador de Luisiana−, muy probablemente no tendría ni idea de quién le están hablando. Lo peor es que si le preguntan a un español tampoco tendrá ni idea y es más, lanzará alguna burla sobre aquel que desconoce. Pues bien, este señor es uno de los padres fundadores de los Estados Unidos y así le consideran hasta el punto de que su retrato figura en la galería dedicada en el Congreso de EE.UU. a estos personajes. Participó en las luchas contra los apaches, en guerra continua, porque no cultivaban nada ni criaban ganado, lo que les mantenía privados de cualquier recurso que no fuera el botín arrebatado a otros. Posteriormente participó en la independencia de los EE.UU. luchando contra los británicos y entregando a los norteamericanos ayudas en forma de dinero, armas y hasta uniformes.

Es normal que quienes en Argentina tienen cierta capacidad económica pasen sus vacaciones en Brasil, lo más extranjero que ellos pueden alcanzar. Los brasileños no son tontos y en sus comercios del sur del país es normal encontrar letreros donde se anuncia "se habla español" con una bandera argentina al lado. Viene a ser como si en España donde se anuncia "on parle français" pusieran al lado una bandera de Bélgica o Martinica.

Creo que el rechazo a España se ha sedimentado en todos los países y por eso resulta tan difícil que en algún lugar se tenga una opinión de conjunto positiva sobre nosotros. Por ejemplo, todos saben que los británicos son más bien enemigos de la ducha o que han sido brutales en su colonización, pero son asuntos sobre los que se pasa como sobre brasas. Tengo la sensación de que quizás quienes más han contribuido a la extensión de la mala fama sobre España han sido precisamente los españoles, porque nos gusta hablar mal de nuestro propio país. No tenemos ni idea de la infinidad de cosas en las que somos superiores a los demás, pero aquí solo se ve el patriotismo cuando se trata de fútbol y hay que pintarse la cara con los colores de la bandera.

Acertadamente, decía un escritor español del siglo XIX (Joaquín Bartrina): “Oyendo hablar a un hombre, fácil es acertar dónde vio la luz del sol: si os alaba Inglaterra, será inglés; si os habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español”.

14 agosto 2024

Nuestra amada leyenda (I)

Durante mi infancia, mi juventud e incluso bastante más allá, oí hablar de la leyenda negra, que yo casi consideraba en parte un invento del dictador. Por supuesto la propia dictadura era parte de esa leyenda aunque en este caso más que leyenda era historia negra. La propia leyenda sabía que eran falsedades inventadas por ingleses, holandeses y hasta italianos durante los siglos XVI y posteriores, posiblemente basadas en algunos hechos reales deformados y aumentados hasta el disparate.

Pasados los años me di cuenta de que no se trataba de algo del pasado, sino que en la actualidad seguía presente, pese al conocimiento que actualmente tenemos unos países de otros, más aún con los cientos de millones de turistas que nos han visitado en los últimos cincuenta años. Claro que estos se limitaban a bañarse en el mar, quizás tomar una tapa de jamón y volverse a su país de origen sin saber una palabra del país que habían visitado; ni falta que les hacía.

Cierto que los cuarenta años de dictadura no habían contribuido a atenuar ese rechazo por lo español, más bien lo contrario, pero no existía una leyenda negra alemana pese a Hitler ni una leyenda negra italiana aunque todos sepan del fascismo y Mussolini. No lo entiendo, porque después de todo no hay duda de que Hitler cometió más crueldades que Franco, aunque claro está, era más fotogénico que nuestro hombrecillo.

Hay algún elemento que no acabo de comprender y es que quizás ha sido tan imbuido en los ciudadanos de toda Europa que es algo inevitable, como el miedo que la mayoría de las aves sienten hacia el ser humano; pura memoria de especie. Me impresionó que en una película, creo que inglesa, sin que viniera a cuento, los niños hablaran de las maldades cometidas por los españoles con referencias a la Inquisición. Yo mismo estaba convencido −a eso contribuyó hasta Edgar Alan Poe− de que no había existido nada más sangriento y malvado que la Inquisición, hasta que leí que a Miguel Servet lo quemaron los calvinistas en Ginebra, a Giordano Bruno los italianos en Roma y a Juana de Arco los ingleses en Rouen y de remate, «La Inquisición sentenció a muerte a 1.300 personas −no siempre en la hoguera− en 140 años. En solo 20 años, Calvino quemó a 500 personas», (El País 27/2/17). ¿cómo era posible semejante contradicción?, ¿cómo es que Poe escribió sobre crueldades de la Inquisición y ni una palabra sobre los demás?, ¿cómo es que nadie menciona que Juan Calvino fue condenado en su ciudad de origen por sodomía y condenado a la hoguera, aunque después se le conmutó la pena por la de ser marcado con un hierro candente?

He leído que tras el temporal que deshizo la Gran Armada (Armada Invencible, incluso para la mayoría de nosotros) hubo naves que embarrancaron en Irlanda. Algunos españoles fueron bien acogidos, pero hubo otros que fueron devorados por los habitantes locales; hablamos de un país en el que la hambruna era frecuente. ¿Cuántos han oído algo sobre esta historia/leyenda?

Tuve durante un curso una profesora muy joven irlandesa que venía a mi casa para que yo practicara conversación en inglés. Hablando sobre la colonización española en América me dijo esta interlocutora que había sido la más cruel de todas. Su información procedía de lo oído en su país y de unas pocas páginas leídas del libro "Las venas abiertas de América latina", un libro famoso publicado en 1971. A eso se le llama documentarse. Por cierto que el autor del ensayo, Eduardo Galeano, reconoció años después que parte de su contenido era inventado o sin contrastar.

Con seguridad, ella no debía saber nada de que entre el 70 y el 85% de la población entre la Tierra del Fuego y el río Bravo en EE.UU. era mestiza o nativa, mientras que del río Bravo hasta Canadá inclusive, esa proporción disminuía hasta el 1,5%. ¿Quién exterminó más y mejor a la población original?, ¿hablamos de la colonización británica? En la isla de Tasmania, al sur de Australia, el gobierno pagaba por las pieles de los aborígenes y eso produjo que el último de ellos desapareciera a finales del siglo XIX. No quedó ni la muestra; estoy hablando de una isla de más de 68.000 km2. Los propios británicos llamaron "Guerra Negra" al proceso de exterminio de todos los nativos.

Tantas falsas creencias sobre la colonización española de América hizo que me dedicara a la lectura de libros fiables sobre ese tema y descubrí que, aunque por supuesto se cometieron atropellos, el empeño de la Corona española por tratar humanamente a los nativos supuso  más de un conflicto con algún colonizador. ¿Sabían que Hernán Cortés fue un hombre bastante culto y considerado en el trato con los indígenas?, ¿que el archifamoso padre Bartolomé de las Casas era un fanático opuesto a la colonización y un escarnio para los conquistadores?

04 agosto 2024

Las dos Españas

He leído en la prensa una frase cierta de Miguel Roca Junyent. Por si no lo saben, es uno de los llamados siete padres de la Constitución actual. La frase es «Sin consenso, sin diálogo, sin acuerdo, sin respeto a la diferencia, “las dos Españas” cabalgan de nuevo».

Para quien no lo sepa, este famoso abogado fue durante muchos años un político catalán  que ejercía como tal en el Congreso de Diputados como portavoz de la coalición CiU siendo miembro de CDC. En 1983 se fundó el Partido Reformista Democrático (PRD), un partido con intención de aglutinar a una supuesta mayoría de españoles que sintieran unos ideales de centro-derecha al estilo del propio CDC catalán, pero fue fracaso sonado porque en las elecciones apenas consiguió unos pocos votos pese a las expectativas despertadas y sorprendió a todos cuando declaró que él mismo, candidato de ese partido a la presidencia del país, no lo había votado.

Posteriormente abandonó la política y ha sido −entre otras cosas− el abogado defensor de la infanta Cristina en la serie de peripecias por las que ha tenido que pasar en relación al famoso caso Nóos.

Se da por sentado que como representante de la derecha más centrada, este hombre habría de emitir reflexiones e ideas absolutamente equilibradas, pero no es así y menos ahora, en que ejerce una profesión sin relación con la política y sí con intereses escasamente justificables. Es absolutamente cierto lo de que las dos Españas cabalgan de nuevo y hay una división entre españoles de tal intensidad que hay muchos que difícilmente se contienen de saltarle a la yugular a su contrario político.

El mal llamado “líder de la oposición” parece que no entiende que ese título no le obliga a oponerse a todo lo que digan o hagan otros, sino que más bien ha de estar vigilante para señalar en Las Cortes el posible error y aportar alternativas válidas, sin olvidar, claro está, que quienes gobiernan son los otros y que, por tanto, cuando actúan es de esperar que sean coherentes con sus propias ideas.

La debilidad mental del actual líder de la oposición es levantarse cada día preguntándose qué puede señalar del gobierno exigiendo al tiempo la comparecencia del presidente en la cámara, aunque sea por una fruslería. Ideas no aporta ninguna, pero fastidiar sí que lo intenta todo el rato.

Olvidando que él tiene mucho que callar y que su pasado no ha transcurrido en las mejores compañías, ha encontrado un tema que le entusiasma y a él se dedica todo su tiempo. Hablo de la esposa del presidente, que animada por esa idea tan en boga de que la mujer no debe ser nunca un ser pasivo, ha olvidado que, al igual que la mujer del César, la esposa del presidente de gobierno –que no presidenta− no sólo debe ser honrada sino parecerlo. Probablemente no haya cometido ningún delito en su actividad, pero ha sido tan torpe como para ayudar a poner en la picota a quien ya tiene demasiados enemigos como para proporcionarles motivos para montar un escándalo día sí y día no, y olvidando el gran opositor que en sus filas milita −manda− otra de su partido llamada Isabel Díaz Ayuso con mucho que esconder. Esa marioneta de Miguel Ángel Rodríguez que apenas se descuide lo va a apear del puesto que ocupa, porque sus votantes son en general gente sin ideales ni escrúpulos.
 
Mientras, los españoles vamos aumentando nuestra inquina hacia los políticos sin perder tiempo en verificar quiénes provocan la situación actual y quiénes la sufren, más o menos pasivamente. Y siguen votando a Ayuso.