Leo
ahora sobre la llegada de los españoles a California y me quedo
sorprendido al saber de la casi delicadeza en el trato de los españoles
con los indios locales, que salvo con los apaches y parte de los comanches,
las relaciones fueron bastante amistosas y de ahí la cantidad de indios
acogidos o en buena relación con las misiones y presidios (los
presidios eran lo que ahora llamaríamos fuertes) fundados a lo largo del territorio.
Y
hablando de misiones, me llamó mucho la atención que en un viaje que
hice en automóvil de Los Ángeles a San Francisco por la carretera de la
costa, visité dos de ellas; visitas guiadas, por descontado. Ni una vez
en ambas visitas se pronunció la palabra "español", parecía que aquellas
misiones habían sido construidas por los marcianos y que aquellas
herramientas que se exhibían en vitrinas habían caído misteriosamente
del cielo sobre los pobres indios y que la palabra español había sido
prohibida. ¿Es posible que el odio a España llegue a esos extremos?
No es de extrañar, sabiendo que en la actualidad todos aquellos países hispanos prefieren llamarse "latinos" −nombre que les puso Napoleón III por aquello de chupar cámara− para evitar cuidadosamente que a nadie se le ocurra mencionar Hispanoamérica. Estos habitantes rechazan en su mayoría referirse a España y en Méjico solo hay un monumento a Hernán Cortés, fundador de la nación, y ese monumento está medio escondido (de lo contrario, es posible que lo hubieran destruido ya). No quieren ninguna referencia a los tiempos coloniales. La razón es sencilla: mientras que en los países de la Commonwealth −¡54 nada menos! − no quedaron nativos para protestar, en los países hispanos son ellos y los criollos los que levantan la voz.
No puedo evitar la envidia cuando veo en las banderas de buena parte de esos países que en la esquina superior reproducen la bandera del Reino Unido y que tienen como jefe de estado al rey o reina de Inglaterra (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, etc.). Lo primero que hacían los países que se independizaban de España era borrar toda huella del paso de España y en los últimos tiempos los iconoclastas locales se han cargado las estatuas de cualquier español notable. Los únicos que se acuerdan y mencionan aquello de la "madre patria" son los que llegan a España sin papeles y quieren ser aceptados.
Si a un estadounidense le preguntaran quién fue Bernardo de Gálvez −entre otros cargos, gobernador de Luisiana−, muy probablemente no tendría ni idea de quién le están hablando. Lo peor es que si le preguntan a un español tampoco tendrá ni idea y es más, lanzará alguna burla sobre aquel que desconoce. Pues bien, este señor es uno de los padres fundadores de los Estados Unidos y así le consideran hasta el punto de que su retrato figura en la galería dedicada en el Congreso de EE.UU. a estos personajes. Participó en las luchas contra los apaches, en guerra continua, porque no cultivaban nada ni criaban ganado, lo que les mantenía privados de cualquier recurso que no fuera el botín arrebatado a otros. Posteriormente participó en la independencia de los EE.UU. luchando contra los británicos y entregando a los norteamericanos ayudas en forma de dinero, armas y hasta uniformes.
Es normal que quienes en Argentina tienen cierta capacidad económica pasen sus vacaciones en Brasil, lo más extranjero que ellos pueden alcanzar. Los brasileños no son tontos y en sus comercios del sur del país es normal encontrar letreros donde se anuncia "se habla español" con una bandera argentina al lado. Viene a ser como si en España donde se anuncia "on parle français" pusieran al lado una bandera de Bélgica o Martinica.
Creo que el rechazo a España se ha sedimentado en todos los países y por eso resulta tan difícil que en algún lugar se tenga una opinión de conjunto positiva sobre nosotros. Por ejemplo, todos saben que los británicos son más bien enemigos de la ducha o que han sido brutales en su colonización, pero son asuntos sobre los que se pasa como sobre brasas. Tengo la sensación de que quizás quienes más han contribuido a la extensión de la mala fama sobre España han sido precisamente los españoles, porque nos gusta hablar mal de nuestro propio país. No tenemos ni idea de la infinidad de cosas en las que somos superiores a los demás, pero aquí solo se ve el patriotismo cuando se trata de fútbol y hay que pintarse la cara con los colores de la bandera.
Acertadamente, decía un escritor español del siglo XIX (Joaquín Bartrina): “Oyendo hablar a un hombre, fácil es acertar dónde vio la luz del sol: si os alaba Inglaterra, será inglés; si os habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español”.
No es de extrañar, sabiendo que en la actualidad todos aquellos países hispanos prefieren llamarse "latinos" −nombre que les puso Napoleón III por aquello de chupar cámara− para evitar cuidadosamente que a nadie se le ocurra mencionar Hispanoamérica. Estos habitantes rechazan en su mayoría referirse a España y en Méjico solo hay un monumento a Hernán Cortés, fundador de la nación, y ese monumento está medio escondido (de lo contrario, es posible que lo hubieran destruido ya). No quieren ninguna referencia a los tiempos coloniales. La razón es sencilla: mientras que en los países de la Commonwealth −¡54 nada menos! − no quedaron nativos para protestar, en los países hispanos son ellos y los criollos los que levantan la voz.
No puedo evitar la envidia cuando veo en las banderas de buena parte de esos países que en la esquina superior reproducen la bandera del Reino Unido y que tienen como jefe de estado al rey o reina de Inglaterra (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, etc.). Lo primero que hacían los países que se independizaban de España era borrar toda huella del paso de España y en los últimos tiempos los iconoclastas locales se han cargado las estatuas de cualquier español notable. Los únicos que se acuerdan y mencionan aquello de la "madre patria" son los que llegan a España sin papeles y quieren ser aceptados.
Si a un estadounidense le preguntaran quién fue Bernardo de Gálvez −entre otros cargos, gobernador de Luisiana−, muy probablemente no tendría ni idea de quién le están hablando. Lo peor es que si le preguntan a un español tampoco tendrá ni idea y es más, lanzará alguna burla sobre aquel que desconoce. Pues bien, este señor es uno de los padres fundadores de los Estados Unidos y así le consideran hasta el punto de que su retrato figura en la galería dedicada en el Congreso de EE.UU. a estos personajes. Participó en las luchas contra los apaches, en guerra continua, porque no cultivaban nada ni criaban ganado, lo que les mantenía privados de cualquier recurso que no fuera el botín arrebatado a otros. Posteriormente participó en la independencia de los EE.UU. luchando contra los británicos y entregando a los norteamericanos ayudas en forma de dinero, armas y hasta uniformes.
Es normal que quienes en Argentina tienen cierta capacidad económica pasen sus vacaciones en Brasil, lo más extranjero que ellos pueden alcanzar. Los brasileños no son tontos y en sus comercios del sur del país es normal encontrar letreros donde se anuncia "se habla español" con una bandera argentina al lado. Viene a ser como si en España donde se anuncia "on parle français" pusieran al lado una bandera de Bélgica o Martinica.
Creo que el rechazo a España se ha sedimentado en todos los países y por eso resulta tan difícil que en algún lugar se tenga una opinión de conjunto positiva sobre nosotros. Por ejemplo, todos saben que los británicos son más bien enemigos de la ducha o que han sido brutales en su colonización, pero son asuntos sobre los que se pasa como sobre brasas. Tengo la sensación de que quizás quienes más han contribuido a la extensión de la mala fama sobre España han sido precisamente los españoles, porque nos gusta hablar mal de nuestro propio país. No tenemos ni idea de la infinidad de cosas en las que somos superiores a los demás, pero aquí solo se ve el patriotismo cuando se trata de fútbol y hay que pintarse la cara con los colores de la bandera.
Acertadamente, decía un escritor español del siglo XIX (Joaquín Bartrina): “Oyendo hablar a un hombre, fácil es acertar dónde vio la luz del sol: si os alaba Inglaterra, será inglés; si os habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español”.