He leído en la prensa una frase cierta de Miguel Roca Junyent. Por si no lo saben, es uno de los llamados siete padres de la Constitución actual. La frase es «Sin consenso, sin diálogo, sin acuerdo, sin respeto a la diferencia, “las dos Españas” cabalgan de nuevo».
Para quien no lo sepa, este famoso abogado fue durante muchos años un político catalán que ejercía como tal en el Congreso de Diputados como portavoz de la coalición CiU siendo miembro de CDC. En 1983 se fundó el Partido Reformista Democrático (PRD), un partido con intención de aglutinar a una supuesta mayoría de españoles que sintieran unos ideales de centro-derecha al estilo del propio CDC catalán, pero fue fracaso sonado porque en las elecciones apenas consiguió unos pocos votos pese a las expectativas despertadas y sorprendió a todos cuando declaró que él mismo, candidato de ese partido a la presidencia del país, no lo había votado.
Posteriormente abandonó la política y ha sido −entre otras cosas− el abogado defensor de la infanta Cristina en la serie de peripecias por las que ha tenido que pasar en relación al famoso caso Nóos.
Se da por sentado que como representante de la derecha más centrada, este hombre habría de emitir reflexiones e ideas absolutamente equilibradas, pero no es así y menos ahora, en que ejerce una profesión sin relación con la política y sí con intereses escasamente justificables. Es absolutamente cierto lo de que las dos Españas cabalgan de nuevo y hay una división entre españoles de tal intensidad que hay muchos que difícilmente se contienen de saltarle a la yugular a su contrario político.
El mal llamado “líder de la oposición” parece que no entiende que ese título no le obliga a oponerse a todo lo que digan o hagan otros, sino que más bien ha de estar vigilante para señalar en Las Cortes el posible error y aportar alternativas válidas, sin olvidar, claro está, que quienes gobiernan son los otros y que, por tanto, cuando actúan es de esperar que sean coherentes con sus propias ideas.
La debilidad mental del actual líder de la oposición es levantarse cada día preguntándose qué puede señalar del gobierno exigiendo al tiempo la comparecencia del presidente en la cámara, aunque sea por una fruslería. Ideas no aporta ninguna, pero fastidiar sí que lo intenta todo el rato.
Olvidando que él tiene mucho que callar y que su pasado no ha transcurrido en las mejores compañías, ha encontrado un tema que le entusiasma y a él se dedica todo su tiempo. Hablo de la esposa del presidente, que animada por esa idea tan en boga de que la mujer no debe ser nunca un ser pasivo, ha olvidado que, al igual que la mujer del César, la esposa del presidente de gobierno –que no presidenta− no sólo debe ser honrada sino parecerlo. Probablemente no haya cometido ningún delito en su actividad, pero ha sido tan torpe como para ayudar a poner en la picota a quien ya tiene demasiados enemigos como para proporcionarles motivos para montar un escándalo día sí y día no, y olvidando el gran opositor que en sus filas milita −manda− otra de su partido llamada Isabel Díaz Ayuso con mucho que esconder. Esa marioneta de Miguel Ángel Rodríguez que apenas se descuide lo va a apear del puesto que ocupa, porque sus votantes son en general gente sin ideales ni escrúpulos.
Para quien no lo sepa, este famoso abogado fue durante muchos años un político catalán que ejercía como tal en el Congreso de Diputados como portavoz de la coalición CiU siendo miembro de CDC. En 1983 se fundó el Partido Reformista Democrático (PRD), un partido con intención de aglutinar a una supuesta mayoría de españoles que sintieran unos ideales de centro-derecha al estilo del propio CDC catalán, pero fue fracaso sonado porque en las elecciones apenas consiguió unos pocos votos pese a las expectativas despertadas y sorprendió a todos cuando declaró que él mismo, candidato de ese partido a la presidencia del país, no lo había votado.
Posteriormente abandonó la política y ha sido −entre otras cosas− el abogado defensor de la infanta Cristina en la serie de peripecias por las que ha tenido que pasar en relación al famoso caso Nóos.
Se da por sentado que como representante de la derecha más centrada, este hombre habría de emitir reflexiones e ideas absolutamente equilibradas, pero no es así y menos ahora, en que ejerce una profesión sin relación con la política y sí con intereses escasamente justificables. Es absolutamente cierto lo de que las dos Españas cabalgan de nuevo y hay una división entre españoles de tal intensidad que hay muchos que difícilmente se contienen de saltarle a la yugular a su contrario político.
El mal llamado “líder de la oposición” parece que no entiende que ese título no le obliga a oponerse a todo lo que digan o hagan otros, sino que más bien ha de estar vigilante para señalar en Las Cortes el posible error y aportar alternativas válidas, sin olvidar, claro está, que quienes gobiernan son los otros y que, por tanto, cuando actúan es de esperar que sean coherentes con sus propias ideas.
La debilidad mental del actual líder de la oposición es levantarse cada día preguntándose qué puede señalar del gobierno exigiendo al tiempo la comparecencia del presidente en la cámara, aunque sea por una fruslería. Ideas no aporta ninguna, pero fastidiar sí que lo intenta todo el rato.
Olvidando que él tiene mucho que callar y que su pasado no ha transcurrido en las mejores compañías, ha encontrado un tema que le entusiasma y a él se dedica todo su tiempo. Hablo de la esposa del presidente, que animada por esa idea tan en boga de que la mujer no debe ser nunca un ser pasivo, ha olvidado que, al igual que la mujer del César, la esposa del presidente de gobierno –que no presidenta− no sólo debe ser honrada sino parecerlo. Probablemente no haya cometido ningún delito en su actividad, pero ha sido tan torpe como para ayudar a poner en la picota a quien ya tiene demasiados enemigos como para proporcionarles motivos para montar un escándalo día sí y día no, y olvidando el gran opositor que en sus filas milita −manda− otra de su partido llamada Isabel Díaz Ayuso con mucho que esconder. Esa marioneta de Miguel Ángel Rodríguez que apenas se descuide lo va a apear del puesto que ocupa, porque sus votantes son en general gente sin ideales ni escrúpulos.
Mientras, los españoles vamos aumentando nuestra inquina hacia los políticos sin perder tiempo en verificar quiénes provocan la situación actual y quiénes la sufren, más o menos pasivamente. Y siguen votando a Ayuso.
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