18 febrero 2025

Operadoras de telefonía

Llevo unos días en que, como decía aquella, vivo sin vivir en mí y la razón de todo este desastre es que tras más de veinte años de permanencia en la misma compañía, he decidido cambiarme a otra, porque estaba harto de que la mala atención al cliente fuera prestada mediante grabaciones de voz.

La hora en que tuve esa idea. Mala era la que tenía, pero es que la nueva es peor. Algo más barata, pero una auténtica catástrofe. Para que puedan entender mi pesar, la anterior era esa que llaman Vodafone y la nueva una de origen rumano, llamada Digi (pronúnciese “diyi”) que ha resultado tan confusa y desordenada como un puesto de mercadillo.  

En realidad, las dos son lo mismo y obedecen al mismo principio: el cliente es menos que un número y cuanto menos se le tenga en cuenta, mejor. No sé si habrán observado que, en los últimos tiempos, todas las compañías de lo que sea van ocultando sus teléfonos y direcciones de correo, porque ya saben, si usted no tiene cómo dirigirse a ellos, más tranquilo es su devenir. ¿Les suena lo de “Nota: este correo ha sido enviado desde una dirección de e-mail que no acepta correos entrantes. Por favor, no respondas a este email”? Por supuesto que todas le tutean, forma parte de la descortesía imperante.

Las telefónicas son maestras en este menester y, entusiasmadas, han cortado toda comunicación con los clientes, a los que por supuesto tutean. No quieren saber nada de quienes les hacen ganar dinero, se trata de pescar incautos y una vez apresados abandonarlos a su suerte.  

Las cosas me han ido mal. Para empezar, el instalador de toda la nueva cacharrería no era capaz de dejarme conectado todo como debiera y se limitó a recomendarme la compra de un artilugio distinto del 'ladrón' que tenía para conectar los teléfonos fijos, porque al router no le entraba el que tenía y que es de uso común y el único que se vende regularmente.

La llamada portabilidad tendría lugar dos días después, así que de momento, me quedaba incomunicado y la compañía anterior me ofreció el oro y el moro si no me iba. Finalmente los móviles quedaron conectados por la nueva compañía, pero el teléfono fijo (mi favorito para comunicarme) quedó pospuesto hasta varios días después, porque habían tenido un error de comunicación entre las dos empresas.

Esa noche nos dispusimos a ver una película a través del nuevo sistema, pero cuando llevábamos 6’32” la imagen se congeló y llamé al servicio de atención al cliente, donde me dijeron que me pasaban con el departamento de televisión. Después de varios minutos de oír el tono de llamada interna sin que nadie contestara, corté la comunicación y llamé de nuevo a atención al cliente, donde se repitió la conversación, el pase y la no atención a la llamada. Corté de nuevo y volví a llamar a eso que con optimismo llaman atención al cliente, donde no se extrañaron de que nadie de televisión contestara, porque esas −22:45− no eran horas de llamar (anuncian el servicio hasta las 23:00). Como es fin de semana y tras intentar inútilmente comunicar con la empresa, desisto de mi intento, les escribo un email y pospongo para el lunes mi queja. Recibo contestación a mi email diciendo que vendrán a mi domicilio a revisar equipos, como si todo aquello fuera el fallo de algún aparato en mi domicilio.

El lunes, como cabía esperar, no vino nadie y no conseguí comunicar telefónicamente con la operadora, así que me resigné y decidí esperar un tiempo para volver a cambiar a otra operadora y que esta vez, al menos, atendiera al teléfono. Lo de cortarse la película de la televisión a las once y algo, ocurrió otras tres veces, parecía una broma de mal gusto.

Cuando llevaba 22 días en Digi, me harté del maltrato y decidí volver a cambiar, esta vez a O2. Contraté el servicio completo, incluyendo TV, pero el técnico que instaló la fibra no supo echar a andar la TV y así sigo. Debo aclarar que mi televisor es eso que llaman smart tv 4K, marca Panasonic, y teóricamente cumple cualquier requisito exigible, pero me temo que no va a funcionar. A estas alturas, me encuentro paralizado porque ya me han aclarado que el servicio no funcionará en mi TV y que debo comprar un artilugio llamado fire stick  (80€) para que 'a lo mejor' pueda conectarse y funcione.

La única conclusión posible es que en España las operadoras carecen de seriedad y no respetan al cliente que, una vez captado, debe apañarse como buenamente pueda con los problemas que se le presenten incluso desde el inicio.

De remate, la compañía Digi me exige que devuelva en un concesionario cercano los dispositivos que me instaló, pero este me pide un código de la compañía que yo a mi vez solicito y no me envían. De locos.

03 febrero 2025

Esos SPAM que recibimos

Trato de acordarme de que, como signo de los tiempos que corren, los usuarios de ordenadores personales, bien sean portátiles o tipo torre, han disminuido notablemente, porque buena parte prefiere usar el móvil smartphone para navegar. Yo, de momento, me mantengo fiel a mi PC y creo que así permaneceré hasta que me incineren. No acabo de verle la gracia a manejar el móvil como si fuera un PC.

Llevo años y años soportando la llegada diaria de spams en número que puede oscilar entre los doce y los cincuenta cada día, lo que no significa que no haya ocasiones en que el número alcance el centenar. Algo realmente insoportable.

Nunca abro ningún email de esos y, por supuesto, no los leo, pero el caso es que de manera incansable sigo recibiéndolos. Y serían muchos más si yo no bloqueara explícitamente en la página del correo algunas direcciones que se muestran muy prolíficas. Es inútil: sigo recibiendo multitud de ofertas sexuales, en ocasiones brutales, y ofertas de las otras, las que solo quieren que yo invierta mi dinero o venderme algo que no me interesa. Hoy por ejemplo he recibido, entre otros, tres emails aparentemente de la misma mujer, pero con direcciones de envío diferentes; parece que no tienen interés en ser creídos y solo quieren incordiar.

El 99% de los correos que recibo tienen su asunto en inglés y no deja de ser gracioso que el contenido del asunto, frecuentemente quien se hace pasar por mujer sedienta de sexo, afirme que me espera en su casa esta misma noche, pasando por alto que fingen estar –se supone− en los EE.UU. y me pilla un poco lejos; hay que ser un poco lerdo para tragarse la historia y sin duda ellos lo son. Mi mujer y yo nos burlamos de todo esto porque imaginamos que los remitentes no son unas señoras tan vistosas como pretenden, sino señores con bigote que quieren estafarme, no acabo de imaginar de qué manera, porque tras tantos años sin tener éxito ya podrían imaginar que no hay nada que hacer.

Entiendo que esta superabundancia de emails se debe a dos razones: a) enviar un correo es gratis; pena que no se cobre al menos un céntimo y se acababa tanta molestia y b) Internet ha resultado ser un auténtico foco de infección, utilizado por estafadores para todo tipo de tropelías. De todas maneras, me cuesta entender esa insistencia día tras día, mes tras mes, porque ya deberían haberse cuenta de que no soy rentable, pero me imagino que como todo esto es gratis, irán engordando su base de datos hasta el infinito sin que les importe.

Hay otra razón para que abunden los spam. En la empresa donde yo trabajaba, un compañero tuvo la idea de robar un soporte con los datos de todos los empleados. Éramos miles y de ellos un 30 o 40% con cierto poder adquisitivo, lo que se dice un chollo para las empresas que compraran esos datos. Me imagino que una de las consecuencias de ese robo fue el uso de los nombres y direcciones para enviar correos como los que me estoy refiriendo. Al compañero de marras no sé lo que le sucedió, posiblemente nada, pero merecía que lo hubieran fusilado.

Mucho me temo que el sinvergüenza que hizo el robo de datos en mi empresa no es un caso único y apuesto a que son muchas las que cuentan con su propio traidor dispuesto a ganarse unos euros con el comercio de datos ajenos.