13 abril 2025

Una pesadilla llamada Trump

 Creo que fue en noviembre pasado cuando ya publiqué una entrada celebrando que Donald Trump había ganado las elecciones de EE.UU. Presagiaba catástrofes con la llegada de este empresario, pero no me podía imaginar que iba a atreverse a trastocar y cambiar las reglas por las que se rigen los países y en especial las de quienes se creían que trataban con un aliado de la Unión Europea, como hacía pensar una relación de más de 80 años; al fin y al cabo los americanos de EE.UU. no son más que una especie de europeos asilvestrados.

Lo reconozco: me cuesta escribir sobre este personaje y por eso he tenido esta entrada varios días sin tocar tras escribir el primer párrafo. Es desagradable que quien no merecería ni una segunda mirada acapare las portadas de los periódicos día tras día. Hay pocos insultos que queden por dirigirle y eso también recorta las posibilidades de hablar sobre él. ¿Se imaginan a Eisenhower o Carter o Kennedy cometiendo las fechorías que este lleva a cabo o haciendo los gestos de baile con que nos obsequia y que son frecuentemente imitados al menos por ese otro violento ególatra llamado Milei?

Todos sabíamos que el nuevo advenimiento de este iluminado nos traería dificultades  y seguramente muchos gobiernos ya se habían preparado, pero no creo que nadie se imaginara que presenciaríamos esa guerra de aranceles que más parece la chulería de un matón de patio de colegio que acciones políticas. Ni siquiera Reagan se hubiera atrevido a hacer lo que este hace, pero es que Trump es un ególatra infantiloide, irresponsable y falto de toda ética o principios al que lógicamente le importan muy poco las normas que los países se han dado desde hace mucho tiempo y en especial desde la 2ª G.M. 

Piensen en cualquier presidente de EE.UU. del pasado: ¿se lo imaginan diciendo que tras la imposición de los nuevos aranceles todos los dirigentes de otros países le “besan el culo”? Lo que además de muy mal gusto provoca en la mayoría un escalofrío de asco. Como la disposición que ha firmado para aumentar la presión de las conducciones de agua “porque así podrá cuidar mejor su hermoso cabello”, ¿no sienten esos escalofríos? 

Debe gruñir de satisfacción como un cerdo en un charco cuando piensa que tan solo unas palabras suyas, seguidas por esa inmensa cantidad de aduladores que lo rodean, han cambiado el funcionamiento del planeta sin que pueda vislumbrarse una solución o una marcha atrás, porque, por desgracia, el número de sus seguidores es elevado; hablamos de todos los ignorantes de los EE.UU. y países donde esperpentos como él han conseguido el poder. El único consuelo es que solo quedan cuatro años para que al menos no tengamos que verlo; eso si no consigue torcer la ley que prohíbe un tercer mandato a los presidentes, algo que vistas sus maneras napoleónicas no sería de extrañar.

Todavía recuerdo que en una visita que hice a Los Ángeles y mientras recorría los estudios Universal, el guía nos dijo con reverencia señalando un edificio, que allí era donde se cambiaba de ropa el ya desaparecido actor y presidente Reagan. ¿Qué dirán en años venideros a los que visiten Mar-A-Lago o la Trump Tower?

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