En primer lugar y por definición, ninguno de ellos ha vivido bajo el franquismo, algo que sin embargo yo he conocido hasta el hartazgo porque he vivido la dictadura en casi su totalidad, y como consecuencia, tengo experiencia de la época casi para escribir un libro. Para empezar, el dictador no les hubiera permitido manifestarse libremente, así que hay un fallo de principio en su actitud que lo vuelve todavía más estúpido.
Hoy se cumplen exactamente cincuenta años de la muerte de ese individuo que sometió a España a una situación de esclavitud e inferioridad que duró décadas y sigue habiendo gente que conmemorará la fecha como si no fuera más bien algo a celebrar: el franquismo quedó lejos y solo queda eliminar sus vestigios. Que no son pocos ni fáciles de borrar.
El franquismo significó quedar bajo los caprichos del dictador, de la iglesia católica y de los aprovechados afines al régimen. Una mujer no podía viajar sola, ni abrir una cuenta corriente ni obtener el carnet de conducir si no era debidamente autorizada por su marido; por supuesto, el maltrato a la pareja femenina no era cosa condenable y no se sancionaba. En un domicilio no podían reunirse más de tres personas que no estuvieran empadronadas allí, lo que significaba que se podía hacer lo que se quisiera, pero si las autoridades lo consideraban oportuno podían tirar la puerta abajo. Nada de manifestarse públicamente ni escribir nada que molestase al régimen, porque eso significaba que la publicación sería retirada y el autor encarcelado. El cine, teatro, cualquier manifestación artística debería pasar la censura que era muy estricta y no permitía casi nada. Usted podía tener las ideas políticas que quisiera, pero debería guardarlas en su interior o, de lo contrario, sería encarcelado. La prensa era toda del mismo pensamiento y si se atrevía a disentir corría el riesgo de ser clausurado e incluso ver dinamitada su sede, como sucedió con el diario Madrid.
Lo que puede llamarse una delicia, y esto parece que es lo que agrada a los jóvenes en un buen porcentaje. Lo peor es que estas actitudes amparan y fomentan el aumento de posiciones de ultraderecha, en línea con lo que está pasando en muchos países y podría darse el caso de que en unas elecciones resultase vencedor un partido político que aboga por la vuelta del franquismo y la eliminación de las libertades. En un mundo en el que los grandes triunfadores son asesinos declarados como Putin, Trump o Netanyahu –por citar solamente tres− esa vuelta a la dictadura no tendría grandes problemas para hacerse efectiva.
No es que yo esté satisfecho al cien por cien con el gobierno o régimen actual, algo que considero casi sano, porque coincidir totalmente con quienes tienen el gobierno sería indicio de lavado de cerebro y conformidad sospechosa de sumisión. Detesto la corrupción y los corruptos porque son ellos los que pueden acabar con un sistema que, si bien tiene grandes fallos, es de momento el mejor conocido y ojalá dure.

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