Decían con toda la razón que la exportación es conveniente, pero sube los precios de los artículos a los consumidores interiores cuya importancia es vital porque como muy bien decían, una vez perdidos son difíciles de recuperar. Las razones para esa subida de precios son diversas, pero fundamentalmente los incrementos que van añadiendo los intermediarios, demasiados y demasiado ambiciosos; no es aceptable que un agricultor reciba una remuneración escasa por las cebollas que cultiva y que esas mismas cebollas lleguen al consumidor con un incremento de precio de más del 500%. No puede ser y no debería ser.
Pienso que desde siempre, el sueño de cualquier habitante del planeta es vivir sin trabajar y sin producir nada. Esto es algo que han conseguido buena parte de los intermediarios a los que nos referíamos cuya actividad se limita a pasar de una mano a otra los productos antes de que lleguen a la tienda. Por descontado que todo esfuerzo merece una remuneración, pero no es justo el incremento de precio actual y que el agricultor sea el que menos beneficio obtiene del producto que cultivó. Los habitantes de las ciudades no sabemos lo duro que es trabajar el campo.
Se hablaba también del aumento de precios debido a la exportación. Está muy bien que el país consiga exportar lo que produce –puesto que también importamos cada día más–, pero parece una barbaridad que se exporte más del 60% del aceite de oliva que se produce, que el año pasado Alemania haya incrementado en un 76% la importación de bovino procedente de España y China se lleva buena parte de la carne de cerdo producida aquí, aunque el porcentaje es oscilante, viene a ser un 40% de la producción. Eso sin duda enriquece a unos cuantos, pero ¿qué queda para alimentar a los de aquí? No mucho y de ahí la subida de precios.
Se menciona poco el aumento de población del planeta: en 1900 había unos 1.600 millones de habitantes, en 1970 (ayer como quien dice) éramos 4.000 millones y hoy se calculan unos 8.300 millones. Si se paran a pensarlo, de manera más o menos rápida, África va a engullir a Europa, pues allí tener 8 o 10 hijos no es nada anormal. La población se multiplica de una manera tremenda, pero el tamaño del planeta sigue siendo el mismo y ya se supera la cantidad de habitantes a los que se puede suministrar alimentos. No se pueden importar productos de otros planetas y de ahí que tímidamente se intente introducir el hábito de consumir insectos, algo que ya se hace en Asia, pero que a los occidentales se nos hace muy cuesta arriba, aunque sea en forma de harinas. El problema es que dentro de poco no habrá insectos para todos.

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