08 julio 2015

Fiestas populares (y 2)

Mujer "sufriendo" abusos en sanfermines
Disfrutamos precisamente al inicio de la primavera de las procesiones de Semana Santa, famosas las de distintas ciudades por diferentes méritos, y a pesar de mi carácter no muy dado a manifestaciones religiosas, me parecen de lo más soportable como festejos populares, incluso hay una cofradía en Sevilla que se llama –¡oh maravilla!– precisamente El Silencio. No debería considerarse igual a todas las celebraciones que entran en esta categoría, pues alternativamente las hay austeras y bulliciosas, sangrientas (por sus penitentes) y festivas, aunque en todas ellas puede producir escalofríos el espectáculo de las imágenes del cristo que suele aparecer chorreando sangre o con la corona de espinas que tanto divirtió hace unos años al simpático Josep Lluis Carod Rovira Pérez (el catalanista sin ocho apellidos catalanes). El caso en que en ninguna de ellas –al menos que yo conozca– se colocan altavoces para hacer más ruido, y eso hay que agradecerlo, aunque estremece a veces el fanatismo pseudorreligioso e irracional de algunos, y desagrada la presencia de tropas portando imágenes religiosas, por no hablar del apoderamiento de las calles de una ciudad –que son de todos– por cuenta de los creyentes –que no son ni mucho menos todos–. Mejor no citar los indultos concedidos a iniciativa de alguna cofradía. Cuesta entender este país; yo, al menos, no lo he conseguido. O sí.

En Sevilla se celebran otras fiestas menos de un mes después, la conocida como Feria de Abril, que a veces por imperativo cuaresmal se celebra en mayo. Viene a ser una desintoxicación de tanta religiosidad de la pasada semana santa, para dolor y pena de los capillitas. Conocemos ese dicho de que cada uno habla de la feria según le va en ella y precisamente en este caso el propio festejo produce encontradas opiniones según gustos. A esa feria se va a comer, beber, bailar, pasear, ver y ser visto. A disfrutar con la belleza de las mujeres con sus típicos trajes y arruinarse con los precios de las consumiciones. Es quizás el más narcisista de todos los festejos nacionales. Up to you.

Muchas otras ferias se celebran por toda España y en Andalucía al menos (y en Barcelona) suelen seguirse los modos de la de Sevilla. No todo el mundo sabe que la feria de Sevilla fue celebrada por primera vez a iniciativa de unos residentes vascos y que las famosas sevillanas fueron bautizadas así por los catalanes tras la actuación de un ballet hispalense en un teatro barcelonés, pues hasta entonces (siglo XIX) todo el mundo las había denominado simplemente seguidillas, que tales eran y se denominaban en su origen.

Están muy extendidas por el este-sudeste de la península las fiestas de moros y cristianos, siendo las más conocidas las de Alcoy. A la vista de un profano, vienen a ser una mezcla del carnaval y las procesiones de semana santa. Una oportunidad de disfrazarse y permitirse ciertas licencias históricas, pues en el bando de los moros figuran hasta zulúes, que ya es fantasear sobre las etnias que lucharon contra los locales durante la reconquista o en los ataques de piratas a las poblaciones de la costa. Es preceptivo en muchas de estas fiestas, que al menos el cabecilla de cada bando fume un habano mientras desfila, no acabo de entender la razón.

Hemingway no visitó ninguna de las fiestas que cito antes, pero sí tuvo la mala ocurrencia de aparecer por los sanfermines, y precisamente por eso son seguramente los festejos más conocidos fuera de nuestras fronteras y hasta he leído que hay celebraciones que los imitan en lugares distantes, incluso en la mismísima Australia y algunos estados de EE.UU. –Texas, Georgia, California, etc.–. Una ciudad que no alcanza los 200.000 habitantes, como Pamplona, recibe una media de un millón de visitantes. Por lo que me han contado, si a usted le gustan las machadas, la bulla, los apretones, los borrachos y sus vómitos, ésa es su fiesta.

Hay fiestas por toda España y si pocas había, han aparecido muchas nuevas que buscan sólo atraer al turista y mostrar el grado de estulticia local y foráneo. Entre las tradicionales son relativamente conocidos los castellers catalanes, tan excitantes y bullangueros como todo el folclore catalán; los bous al carrer o bous a la mar, donde el objetivo principal es torturar a un toro, actividad de gran éxito en general. También esas infamias para necios como la tomatina o similares, donde la diversión consiste en arrojarse tomates, vino o harina unos a otros e incluso en algunas partes añaden huevos; sobre todas éstas prefiero no entrar en detalles, no sea que algún día me designen concejal de Podemos en uno de esos lugares.

Queda tanto por decir… por descontado, omito mil y una fiestas productoras de ruido en abundancia y regocijo del personal, me callo porque me produce horror ese alarde de irracionalidad pseudorreligiosa de la romería del Rocío (sobre el asunto), pero no hay espacio para tanto, al fin es seguro que un día u otro las veremos en televisión, que probablemente son fiestas de interés nacional o quizás  internacional y que algún día las declararán BIC (Bien de Interés Cultural). Esto es en buena parte la cultura en España. Y conste que soy apasionado partidario de las tradiciones, pero es que a veces cuesta ser español…

No cabe duda de que Javier Marías tenía razón. Y se quedó corto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De acuerdo en todo excepto en el título de la fotografía que acompaña a la crónica: "Mujer sufriendo abusos en sanfermines". La cara de la exuberante joven no demuestra sufrimiento, lo que no impide calificar de abusón al "mozo" que la toca.
Es curioso que los progres abertzales consideren los sanfermines como una muestra de cultura de la patria vasca.
Angel

Mulliner dijo...

Efectivamente, es curioso que nadie pueda considerar "eso" cultura, aun utilizándose la coartada de haber sido bendecido el festejo por algún escritor famoso. En cuanto a la mujer, pude escoger entre cien fotos iguales, el pie de foto es puro cachondeo, precisamente porque en todas esas fotos las mujeres, parecen estar disfrutando lo suyo y no acabo de entender que hasta se haya formado un comité para evitar esos abusos.

Al final, los patriotas vascos no son muy diferentes de ciertos patriotas andaluces que llegaron a vetar y censurar una película llamada Rocío (1980) del director Fernando Ruiz Vergara, que no era precisamente halagadora.

Los gañanes son iguales en todas partes. Gracias como siempre por tu comentario.

Luis G dijo...

Tus comentarios sobre el Rocio me dejan más tranquilo. Por otro lado, que la feria la cuenta cada uno como le ha ido o, mejor dicho, como la "siente", es tan cierto que los valencianos también consideran divertidas las explosiones de polvora, los pamplonicas los encierros y los catalanes las torres humanas. Todo es según el color del cristal...

Mulliner dijo...

...o el toro de la Vega; pero por encima de cualquier subjetividad es un hecho que salvo que huyas a otras latitudes, si vives en Pamplona o Valencia te tragas el follón, te guste o no, mientras que la Feria de Abril al celebrarse en un espacio apartado -posiblemente no lo sepas- te permite asistir o seguir tu vida sin tener que tragarte lo que a otros les gusta. Sin contar con que la feria es puro hedonismo, sin más, y los sanfermines -por poner un ejemplo- tienen una esencia que inspira viñetas como la que reproduzco en la entrada.