11 abril 2016

Todo cambia

Si no me equivoco, era un tal Heráclito el que afirmaba que todo cambia y nada permanece y si no él mismo algún colega suyo decía eso otro de que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río. Vi anoche por segunda vez –la primera debió ser hace unos cien años– la película Apocalypse Now Redux, que es más o menos como la primera que vi, pero con media hora más (¿Redux?), por ser montaje del director. Ya se sabe que los directores son unos personajes insatisfechos con el montaje de sus películas y apenas les dejan hacen una versión mucho más larga. Demasiado, más de dos horas y media me parece excesivo para exponer lo que parecía la idea que quería plasmar.

Tengo una vaga idea de que cuando la vi por primera vez me dejó en un estado bastante confuso, no entendía muy bien el final, salvo ese sabor residual a pesadilla. Es en esta película donde dicen eso de que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río justificándolo por el fluir de las aguas. Yo diría que también porque en cada instante cambiamos de cuerpo, aunque sea mínimamente, y por supuesto que de mente. Sin ir más lejos, yo me he bañado de joven en ríos en los que ahora no metería un pie, ni aunque me pagaran.

El caso es que me ha dejado casi tan perplejo como la primera vez y necesitaría que alguien verdaderamente experto en cine me explicara qué es lo que ha querido decir el señor Coppola, aparte de lo evidente: que las guerras no son ni mucho menos un lugar para pasarlo bien, como más o menos manifestaba en la prensa hace unos días una miss italiana, que aseguraba que le hubiera gustado vivir cuando la segunda guerra mundial. Eso sí que son emociones fuertes. No recuerdo si la moza estaba de buen ver, pero evidentemente si su cerebro fuera hilo de seda no daría ni para tejer los calzoncillos de un jilguero.

Todo cambia. Ya que hablo de cine, voy a aprovechar para poner aquí algo que no he oído decir a nadie, una pamplina, aunque está claro que todo el mundo lo ve y a nadie se le ocurre señalarlo. Me refiero a que antes, cuando empezaba la proyección de una película, salía rugiendo ese león de la Metro, o los focos futuristas de la 20th Century, o la montaña de Paramount, el cachas del gong o lo que fuera y de inmediato empezaban a aparecer los nombres de los actores. Ahora no; ahora usted no se libra de que aparezcan las ingeniosas presentaciones de al menos media docena de productoras y entran ganas de decir como los niños en los viajes ¿cuánto falta?, ¿cuánto falta? Parece que actualmente las películas son tan caras que para financiarlas hacen falta esa cantidad de participantes económicos, y total, para hacer un remake de un remake o algo basado en un tebeo.

Algo parecido ocurre con los discos. Antes un disco era de tal o cual sello; esta tarde casualmente he estado mirando uno de una cantante que en tiempos admiraba y por detrás, en el lugar reservado al editor, había nada menos que cinco: primero, tenía un círculo y en su interior un sol y escrito Chinese Dragon Music, al lado una flor de lis como logo de otra editora, después un círculo en el que estaban inscritos los signos de apertura y cierre de exclamación (el primero es ése que nadie usa ahora en español), tras eso otro círculo encerrando las letras gp y finalmente lo único que me resultaba conocido, la marca Verve inscrita en un círculo.

De verdad señor Coppola: está bien lo del Apocalypse, pero me gustaron más las de El Padrino, I, II y hasta la denostada III.

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