25 julio 2019

PSOE y Podemos: antagónicos ‒por suerte‒ (1)

No soy profeta de nada, ni siquiera adivino, pero hace meses ‒desde que se anunciaron los resultados de las últimas elecciones‒ que vengo diciendo a todo el que quiera escucharme que no hay posibilidad de coalición entre los dos partidos.

Y no es que sea el único que piensa así ni mi actitud es un capricho voluntarista, sino que una vez que se va más allá de lo superficial es evidente que poco tienen que ver las políticas de un partido y las aspiraciones del que hasta anteayer llamaba casta a los políticos y animaba a asaltar los cielos, algo que queda muy poético para esos seguidores que hacen guardia sobre los luceros y da ese toque espiritual apropiado para un movimiento político que nace, pero que teniendo en cuenta que hablamos de la gobernación a corto plazo de un país no es más que una estupidez.

La simplificación nos hace pensar que los dos partidos son de igual trasfondo ideológico y por lo tanto pensamos que los dos son de izquierdas. No es así y hace ya muchos años que incluso en otros países ambas tendencias han estado en guerra no solo ideológica.

Recordemos los orígenes de los dos: el PSOE nace a finales del siglo XIX fundado por Pablo Iglesias Posse en un entorno adverso donde el socialismo apenas había avanzado desde su forma utópica. En 1921 se niega a integrarse en la III Internacional promovida por la URSS y después de un periodo de décadas de convulsiones y hasta una guerra civil seguida de años de inactividad casi total, en el Congreso celebrado en 1979 en Madrid el PSOE abandona el marxismo y pasa a definirse como socialdemócrata.

Podemos fue fundado en 2014 por Pablo Iglesias Turrión ‒en realidad no era firmante del manifiesto fundacional‒ como consecuencia de la oleada de recortes y políticas reaccionarias aplicadas por el gobierno del PP en medio de la crisis que afectaba a todo occidente y aprovechando el descontento y la movilización popular que se produce. Desde el primer momento fue de inspiración anarco-comunista como el grupo Izquierda Anticapitalista sobre el que se aglutinó.

Su expansión fue casi explosiva y no solo ellos pensaron que podían hacerse con el poder en la nación cargándose entre otros al PSOE, su más directo rival; pero pese a un cierto triunfo inicial, la realidad les ha desinflado esas aspiraciones y hoy no son más que el cuarto partido en votos de España a gran distancia de su rival ‒elecciones de abril 2019‒, con la tercera parte de los escaños de aquel y una solidez muy discutible porque todas sus llamadas confluencias manifiestan marcadas diferencias con la política del líder y han sido muchos, incluidos miembros fundadores, los que han abandonado el partido por desacuerdos con la trayectoria impuesta por el líder. Más que un partido es una confederación de partidillos con profundos desacuerdos, como cabría esperar de quienes no tienen muy claro lo que son y a dónde van.

Escribo esto en la mañana del 25 de julio, cuando aún no se ha producido la votación decisiva de la investidura, pero todo hace prever que será un fracaso para su candidato Pedro Sánchez.

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