01 febrero 2021

No, estimado Javier Marías

Cada domingo y tras la ducha y el desayuno me siento en el ordenador con impaciencia por leer el artículo que ese festivo publica en El País este escritor, porque es persona que me agrada en lo que escribe y hasta como persona en lo que sé de él, que tampoco es mucho, pero observo que es tranquilo, poco dado al insulto o la descalificación y, aparentemente, hasta buen hijo, virtudes todas ellas que escasean en este país más dado a la bronca y el insulto que al diálogo. Hasta ahora.

Ya le dediqué una entrada en este blog y lo he mencionado algunas veces, siempre para bien porque me agrada lo que cuenta y cómo lo cuenta, aunque últimamente ya me ha fastidiado varias veces no por dar opiniones diferentes a las mías, que eso no importa, sino por fallar en todo eso que considero su mejor virtud: su continencia. Ha habido siempre unos agujeros en ese comportamiento y es cuando se manifiesta como fumador activista o el aficionado al fútbol que es, lamentablemente ese espectáculo no ayuda a sus espectadores a estimular el equilibrio y la moderación y está claro que cuanto más se frecuenta más disminuyen las virtudes por las que lo admiro.

Hay un personaje al que también admiro pese a que es denostado por buena parte de los españoles. Me refiero a Salvador Illa, que ha demostrado saberse comportar a lo largo de un año en un puesto de la Administración que prometía ser tranquilo y plácido como un lago suizo y que para él se transformó poco después de su advenimiento en un infierno.

He oído decir a ese dechado de equilibrio y templanza que dirige el PP que el tal Illa es "el peor ministro de Sanidad de todo el planeta". Yo quisiera saber cuándo ese pobre extraviado ha examinado la trayectoria de los ministros de sanidad de países como Azerbaiyán, Paraguay o Lituania −por poner unos ejemplos− para permitirse tal afirmación. Yo no poseo datos para decir que Salvador Illa ha sido el mejor ministro del mundo, pero sí le he visto afrontar una situación muy difícil con escasez de medios −los muy reducidos que dejó un tal Rajoy− y siempre sin atacar o devolver los dardos que recibía. No sé si es un ministro maravilloso, aunque con seguridad no tan infame como afirma el ilustre Pablo Casado, creo que en general la llegada de la pandemia ha sorprendido a todos sin la preparación ni los medios precisos y pienso que Illa se ha comportado decentemente y no ha abundado en aspavientos.

He visto afirmar maravillas sobre la marcha de la pandemia en Francia, Bélgica, Portugal, Alemania, etc. (no hablo de la catástrofe de los EE.UU. de Trump, del Brasil de Bolsonaro o el RU de Boris Johnson). Tarde o temprano todos aquellos países han ido sucumbiendo a la adversidad del virus y sufrido tanto o más que España. Hay una excepción: Nueva Zelanda ha sufrido una muy baja incidencia del covid-19 gracias a que está apartada del resto del mundo y apenas recibe turistas desde su vecina Australia, también con pocos casos de virus por la misma razón. Aquí a la derecha se le llenaba la boca de elogios a la primera ministra neozelandesa por lo bien que llevaba la pandemia, pero de repente cesaron esos elogios y el silencio cubrió su nombre y su país. La razón es bien sencilla, esa primera ministra Jacinda Ardern había cometido la osadía de declarar que el líder que más respetaba y admiraba en el mundo era Pedro Sánchez, seguido de la primera ministra de Dinamarca Mette Frederiksen. Se acabó Nueva Zelanda y la roja de su dirigente, ¡habrase visto!

Hoy, Javier Marías ha caído en la misma estupidez que el ilustre guía del PP: ha mezclado para descalificarlos al presidente del gobierno, Ayuso, Almeida, Iglesias y alguno más. Al tiempo ha calificado a Illa de desastre, que no organiza ni gestiona. Ojalá pudiera preguntarle al ilustrísimo Marías qué es lo que sabe acerca de la gestión real de Illa aparte de lo que dicen los medios casi siempre formando coro con la derecha. Tengo que admitir que no tengo evidencias de la buena o mala gestión de Illa, en la duda debo confiar, ¿por qué lo voy a insultar como él hace? La prensa solo hablará bien de un presunto socialista: Felipe González Márquez, justamente porque no lo es. ¿Le gusta ese, señor Marías?

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