14 mayo 2025

Guerra civil (es decir: no militar)

Casi todo el mundo sabe que guerra civil es la que mantienen entre sí los habitantes de un mismo pueblo o nación. Todos la asocian con la que asoló España entre 1936 y 1939, cuyas consecuencias todavía perduran y nadie se acuerda de las guerras carlistas, que duraron buena parte del siglo XIX y que sirvieron para que España perdiera el tren del progreso en ese siglo. Parecen estar olvidadas y en la que pensamos todos y que puso fin a la segunda república es esa que duró un poco menos de tres años y en la que lucharon de un lado los republicanos fieles al gobierno legal y de otro los seguidores del autor del golpe de Estado, mando supremo durante la guerra que le siguió y dictador durante casi 40 años, hasta que tuvo a bien morir en la cama, más momia que persona activa.

He dado título a esta entrada no pensando en ese tipo de conflicto, sino en el que se libra, normalmente sin armas, entre civiles de distintas ideologías −frecuentemente sin ninguna− en la actualidad en nuestro país y que, lamentablemente, aumenta su crueldad y fiereza según pasan los días.

Todos somos testigos de la saña con que se persiguen y atacan los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, nada que ver con los enfrentamientos de hace unos 40 años entre el PSOE también y AP, Alianza Popular, que es el nombre que recibía entonces el ahora llamado Partido Popular. Por supuesto que ambos bandos han sido contrincantes desde que existen, reciban el nombre que reciban y que son simples continuadores de los dos bandos en que se dividió el país con motivo de los conflictos que se produjeron durante el desafortunado reinado de Fernando VII, el que vaya usted a saber por qué fue apodado por algunos "el Deseado" cuando apenas una pequeña parte de los españoles deseaba ser gobernada por ese rufián. El resto lo llamaba "el rey Felón" porque era un personaje sin dignidad ni principios que en pleno conflicto con Francia llegó a pedirle a Napoleón que lo adoptara como hijo y lo felicitaba por las victorias obtenidas sobre los españoles. De él descienden de manera bastante directa Juan Carlos I y el actual monarca Felipe VI. Este último, por fortuna, no parece haber heredado hasta la fecha los hábitos, estilos y promiscuidad de sus antecesores. Hasta ahora.

Los dos bandos en que se dividen actualmente los españoles se detestan profundamente y creo que muchos de sus elementos desearían la desaparición del otro sin que importara cómo. Me desagrada calificarlo así, pero me parece que buena parte de cada lado odia a los contrarios y es apenas por las condiciones del entorno geográfico que no estalla una verdadera guerra entre ellos. Me cuesta creer lo que he leído ya varias veces: hay personas que lamentan que no estalle una guerra civil en España y hay cretinos, como aquel militar retirado, que quería fusilar a 26 millones de hijos de puta, según él. Ni siquiera le frenaba estar, evidentemente, en franca minoría. El sueño de la derecha es exterminar a la izquierda, de manera parecida a como los judíos de Israel están acabando con los palestinos.

Es como el tiro de pichón: hay que estar atentos y si "al otro" se le ocurre algo, hay que disparar antes siquiera de ver de lo que se trata, como ha ocurrido con la nueva ley de vivienda: no había sido publicado su texto, pero ya aquella eminencia gris llamada Pablo Casado la recurrió. Es llamativo y casi pintoresco que en las últimas elecciones hayan sido multitud los jubilados que han votado por el PP. Es decir, rechazan a quien ha legislado para que las pensiones suban cada año lo mismo que el IPC (hace poco tocó un 8,5%) y votan al partido que redujo esa subida a un miserable 0,25%. Se trata de aplicar el principio de que todo lo de los otros es irremisiblemente malo y hay que eliminarlo, fumigarlo.

Observen los países de la Unión Europea: por descontado que en ninguno de ellos todos sus habitantes piensan de igual manera, pero los enfrentamientos físicos o armados no se producen gracias a que hay otros medios de solventar conflictos y las personas con una mínima cultura los aceptan. Observen qué países han pasado recientemente o están inmersos en una guerra civil: tan solo algunos países africanos y del cercano oriente o balcánicos −con una larga tradición de enfrentamientos− recurren a los enfrentamientos armados.

Precisamente la falta de conocimiento y cultura es a mi parecer la causa de nuestra triste situación y lo malo es que no parece tener remedio, porque aunque exista la escolarización obligatoria, no es mucho lo que se enseña y en el hogar o el entorno cercano se vive un clima de fanatismo que hace imposible la aceptación de otro punto de vista que no sea el propio. Y aunque en extinción, está también el asunto de la religión. Si alguien es hereje hay que ir contra él a muerte, haga lo que haga.
 
En las últimas JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud) celebradas en Lisboa se confirmó lo que muchos pensamos: abunda entre los católicos la mala fe y la ignorancia, porque hay que ser un mal nacido para decirle a nadie eso de "que te vote Txapote" como coreaban en autobuses y en reuniones, más aún cuando una mayoría, por su juventud, ni siquiera saben quién es ese personaje que citan, pero se trata de intentar denigrar a "los otros".

Y lo siento, pero tomo partido. Me resulta triste y patético el empeño de Núñez Feijóo por calificar de fracaso el gobierno de Pedro Sánchez, haga este lo que haga. Hay muchas, muchas cosas, que está haciendo que me desagradan y que no querría que fuesen de esa manera, pero no es MI partido (en el sentido propietario), sino el de muchos millones y eso es lo que hay. Lo que hay que mirar es cómo van las cosas en el país y aunque a muchos les duela, marchan aceptablemente bien. Pobre Feijóo; entre Ayuso y Sánchez lo van a dejar desactivado. A pesar de su bonita "gira triunfal" permanente.

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