11 abril 2010

¡Policía!, ¡esto no es jazz!

El pasado diciembre tuvo lugar un incidente que para la gran mayoría, en la que me incluyo, pasó completamente desapercibido. Algo completamente normal, pese a su repercusión en bastantes periódicos nacionales y extranjeros, teniendo en cuenta que no fue más allá de una simple anécdota y que, para mayor escarnio, no había ninguna pelota o bola de por medio, que es lo que en nuestro país otorga trascendencia histórica a un acontecimiento.

En esa fecha se celebraba en Sigüenza un festival de Jazz –nada menos que en su quinta ocurrencia- del que yo hasta la fecha no tenía noticia y que, según declaraciones de los munícipes organizadores, busca intencionadamente la vanguardia musical.

El caso es que ese día era el turno de un tal Larry Ochs, del que se dice que es un músico con muchísima experiencia, más de 30 años en el tajo, y a poco del comienzo un espectador llamó a la policía (eso dice alguna prensa, en realidad se trataba de la guardia civil) porque consideraba que “aquello” que estaba sonando no tenía nada que ver con el jazz, sino que era lo que se denomina “música contemporánea”, algo que tenía médicamente contraindicado el denunciante. Acudió una pareja de agentes y uno de ellos -que se declaró aficionado al jazz- opinó que, a su entender, aquello no era lo que pretendía ser. Y se lió una buena.

Por partes. De entrada, a mi juicio, ya es meritorio que alguien llegue a apasionarse de esa manera por algo de tan escasa valoración general como la música, hasta el punto de llamar a los agentes del orden, sabiendo que en España esos profesionales no soportan ningún tipo de bromas, y la verdad, este incidente aparenta ser más una indignada humorada que un acontecimiento serio.

En contra de la opinión expresada en casi todos los comentarios que he leído sobre la noticia, quiero decir que me parece un signo esperanzador que un guardia civil se atreva a emitir un dictamen –por supuesto que sin consecuencias- sobre un tipo de música como ésta; hasta ahora, se suponía que la casi totalidad de la guardia civil no sabe ni cómo se escribe la palabra jazz. Y permítaseme unirme al dictamen de la benemérita, porque he podido escuchar un fragmento del dichoso concierto y aquello parecía más un guirigay que la música que me es tan familiar. Yo mismo me he sentido tentado por esa posibilidad de llamar a la policía en más de un concierto, sobre el último de los cuales trato en otra entrada de este blog. Me gusta aclarar -fundamentalmente para quienes sean aficionados al jazz- que la idea que Larry Ochs tiene de un quinteto es la de un pianista en estado catatónico, un trompeta y un saxo enzarzados en una bronca, cada cual tratando de superar en nivel sonoro al otro y dos baterías aporreando a destajo. Puede contemplarse en YouTube.

Por encima de toda la historia planea, a mi entender, el asunto de las vanguardias artísticas y su etiquetado. ¿Quién no se ha sentido indeciso entre la risa o el llanto, al contemplar cierto tipo de "obra de arte" en una exposición o museo? Tengo la certeza de que para Arnold Schönberg y sus composiciones dodecafónicas la cosa no debió resultar fácil. Y ya ha llovido desde entonces…

Mantengo la idea de que un arte para cuyo goce es preciso ser profesional de ese arte y poseer amplios conocimientos de filosofía, no es precisamente una manifestación artística que me interese, aunque creo –faltaría más- que todo “artista” tiene el derecho a expresarse como le venga en gana. Lo que no admito –y no es que eso signifique mucho- es que con una alegría irresponsable, se clasifique a esa manifestación como le parezca al autor. Estoy conforme en que no es posible definir lo que es jazz, pero no hay que aprovecharse de esa imposibilidad para encuadrar una obra en ese género con total impunidad.

Afirmaba alguien con quien mantuve una controversia sobre este suceso, que ahora la palabra jazz no es más que un paraguas bajo el que pueden refugiarse muchos tipos de música. Estoy en total desacuerdo, y pensar que llevo más de 50 años dedicando bastante tiempo a escuchar algo que termina siendo considerado un paraguas, no entra dentro de mis -limitadas- capacidades. Por descontado, dudo mucho de que los espectadores que en Sigüenza asistían al concierto de Larry Ochs –nada menos que casi 200- disfrutasen de lo que escuchaban o entendiesen mínimamente de qué iba la cosa (¿hay muchos aficionados capaces de disfrutar la armonía atonal?). No abundan los entusiastas de la buena música, pero son legión los que consumen modernidad como si fuese agua mineral. Comprendo que ser o sentirse actual puede producir satisfacción, pero si el precio a pagar es aguantar ese estruendo desagradable, que no cuenten conmigo.

He tenido la curiosidad de seguir el rastro de esta noticia en Internet y son infinidad los comentarios sobre ella. El denominador común de todos ellos es la descalificación del guardia civil por atreverse a opinar siendo su profesión la que es, la petición de un espíritu más abierto en los oyentes y la adjetivación de quienes como yo piensan como casposos, reaccionarios, intolerantes e ignorantes. Es significativo que nadie se haya planteado si el guardia civil y los discrepantes también merecen esa tolerancia que se reclama para otras partes.

También es significativo que en casi todos los comentarios de los supuestos expertos en lo que es jazz, se omita un hecho importante: Wynton Marsalis, quizás uno de los mejores trompetistas de jazz -y de música clásica- de los últimos 20 ó 25 años y defensor de las esencias de este género, ha tenido noticia del incidente de Sigüenza, tras lo cual ha enviado su discografía completa dedicada al autor de la denuncia y protagonista del caso. ¿Incluimos también a este intérprete entre los casposos, ignorantes, etc.?, ¡¡Venga ya...!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eres una bruta bestia. Con todo cariño y respeto te lo digo.