01 mayo 2013

Estos son mis poderes

Estamos los españoles habituados a desayunar insultando desde ese momento a los políticos que dirigen nuestras vidas, y apenas dedicamos tiempo a los que de verdad son los primeros responsables de todo lo malo que nos sucede. Hablo de los banqueros, esa casta de individuos que son los que dictan lo que hay que hacer a los políticos que los demás nos molestamos en elegir, vaya usted a saber para qué.

En España disponemos del modelo que podríamos llamar banquero-banquero, al que jamás se le ocurriría desempeñar un cargo político, porque sabe que puede mandar muchísimo más desde el lugar que ocupa, en la cumbre de “su” banco, ése que funciona –como todos– con el dinero de sus depositantes. Es prototipo de este perfil el presidente del Banco de Santander, déspota, sin escrúpulos, con un rictus de permanente desprecio hacia los demás, capaz de exigir recortes salariales y de servicios públicos mientras él y los suyos aumentan día a día sus recursos conseguidos mediante lo que sea, en primera línea de lo cual se encuentra el fraude fiscal en el país del que es ciudadano y al que supuestamente ama, como el gran patriota que pretende ser.

Tenemos el modelo mixto, tipo Rodrigo Rato, que utiliza su habilidad para saltar de la política a la banca y viceversa y que procura sacar buen provecho económico allá donde se encuentre. Estuvo como ministro de economía en el gobierno del PP consiguiendo la inmerecida fama de gurú económico –¿qué hizo para ganarla?–, cuando posteriormente ha quedado patente que es un auténtico patán que no sabe ni por dónde empezar cuando tiene tarea por delante. Estuvo como presidente del FMI de donde salió por piernas alegando motivos familiares. Se ha publicado que estaban tan hartos de su incompetencia que ya no sabían qué hacer para que se marchara y desapareciera de allí. Le sustituyó otra joya, el rijoso Strauss Kahn y más tarde la ya imputada Christine Lagarde, pero ése es otro tema. En Caja Madrid, donde lo colocó el PP, hizo lo imposible para servir a sus amos y le quedó el tiempo justo para apartarse momentos antes de que todo se derrumbara (colapsara que dirían los estultos) tras su intervención. Otra muesca en su revólver.

En la misma categoría, pero en plan chusco, tenemos al ya demodé Mario Conde, cuyo mayor mérito ha sido hundir al Banesto y hacerse amigo de nuestro campechano rey, tal para cual. No parece tener ya mucho futuro aunque se empeñe en sacar cabeza en política y consiguiera 16.000 votos de otros tantos imbéciles en las últimas elecciones gallegas.

Está por último el modelo mangante con dedicación exclusiva, como el nefasto Miguel Angel Fernández Ordóñez –un neocon disfrazado de progre– o el verdugo de Caja Madrid Miguel Blesa, que han conseguido que lleguemos a la conclusión de que si ellos pueden dirigir entidades bancarias, está claro que lo puede hacer cualquiera (que tenga buen estómago y los apoyos y las amistades requeridas, por supuesto). Su mayor preocupación profesional al ser contratados es acordar una elevada indemnización a recibir el día en que, por la razón que sea, abandonen el banco.

El presidente del Banco de Santander, cuyo apellido Botín ya anticipa cuáles son sus objetivos, nos ha dado una lección de hasta dónde se puede actuar incluso a cara descubierta. Primero, consiguió –vaya usted a saber cómo– que cuando Zapatero estaba todavía de presidente, indultara a su amigo y colegui Alfredo Sáenz, pero resulta que no hace mucho el Tribunal Supremo, en uno de sus raros arrebatos justicieros, anuló parte de ese indulto, concretamente la que le permitiría ser alto directivo de banca pese a tener antecedentes penales. La reacción de Botín fue inmediata: primero dijo que no tenía intención de hacer caso al TS y que por lo tanto su colegui seguiría en el puesto. Después se puso en contacto con sus amigos del gobierno para que rápidamente se aprobara una ley con efecto retroactivo, hecha a la medida del delincuente indultado, para que éste pudiera continuar como vicepresidente y consejero-delegado como hasta ahora, ¿está claro? El que manda, manda.

Poco antes de publicarse esta entrada, leo en la prensa que Alfredo Sáenz dimite y por lo tanto sale del Banco Santander –llevándose un regalo de 88,1 millones de euros– porque es un hombre digno, de los que se van antes de que los detengan. Estos son los que exigen moderación salarial para los mortales a los que ellos roban y desprecian. Qué invento tan desaprovechado, la guillotina...

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