20 mayo 2015

El brasileiro que llevamos dentro

batucada... en Cataluña
Según leí, la producción de ruido es algo que el ser humano lleva interiorizado desde hace miles de años, primeramente para espantar a sus enemigos, humanos o irracionales; más tarde para reafirmarse frente a otros. Por eso, todos los pueblos primitivos han dado gritos antes de la lucha y han golpeado todo tipo de tambores, hechos con la piel de los animales cazados, para celebrar lo-que-sea, para bailar e incluso para espantar espíritus. En la práctica, puede que espanten a esos espíritus, pero sobre todo espantan a las personas sensibles al ruido entre los cuales, lo confieso, me encuentro.

Normalmente hemos visto eso de los tambores en las películas cuya acción se desarrollaba en África –de norte a sur–, en Oceanía y  en los territorios de América del Norte cuando el hombre blanco todavía no había tomado posesión de ellos, eliminando a sus legítimos propietarios. No había y no hay ceremonia de cierta importancia en la que los tambores no hagan acto de presencia. Lógicamente, esos instrumentos están también presentes en países en los que la importación de esclavos africanos fue notable y por eso no hay que extrañar su uso en países como EE.UU., Cuba o Brasil, por poner sólo algunos ejemplos. Forman parte de la tradición y además inducen al baile o al contoneo.

Lo que ya es difícil de explicar es su extensión por países como España, en los que no ha habido presencia de instrumentos de parche hasta tiempos bastante recientes, supongo que, si acaso, hace algunos siglos, se usaría moderadamente para poner banda sonora a la quema de herejes en los autos de fe celebrados por la iglesia para complacer a dios.

En nuestro país, el toque tamborilero se manifiesta de tres maneras: 1) Raphael gesticulando de esa forma amanerada tan suya al interpretar en televisión la canción navideña de tal nombre; 2) los golpeadores de tambores que en semana santa manifiestan su profunda fe golpeando desordenadamente todo lo que se parezca a un tambor hasta sangrar por las manos; 3) las manifestaciones reivindicativas en las que es normal la presencia de numerosos participantes en cabecera tocando rítmicamente instrumentos de percusión, pero –ahí está lo más curioso– al ritmo de batucada brasileña.

Mi desconcierto es absoluto, ¿qué tiene que ver la batucada con España y los movimientos sociales? Para quien no esté al tanto, aclararé que se define tal asunto como un grupo de percusionistas y «…tiene como característica principal la acentuación del segundo tiempo en los compases. Se la considera a veces una derivación del samba». También, en su país de origen «ato ou efeito de batucar, de bater com reiteração, de fazer ritmo ou barulho desta maneira» (aclaro que en portugués la “lh” tiene el mismo sonido que nuestra “ll”). Ahí lo tienen.

Observen en directo o a través de la televisión una de esas manifestaciones y comprueben la cara de satisfacción de quienes golpean su instrumento, ¿es porque piensan que se va a conseguir lo que reivindican?, ¿quizás muestran su contento por su aportación a la causa por la que se manifiestan? Ni hablar, es porque han encontrado la excusa perfecta para hacer ruido en la vía pública sin –dentro de lo que cabe– ser perseguidos por las llamadas fuerzas del orden.

He dedicado tiempo a reflexionar sobre esta relación y estoy seguro de haber llegado a la conclusión correcta: en nuestro país, lo importante es hacer ruido y por lo tanto cualquier motivo es válido para producirlo, aunque no venga a cuento. Así que no hay que buscar más nexos.

De despedida una reflexión y un misterio: ¿dónde ensayan estos percusionistas? Lo digo porque estoy convencido de que la que montan cada día mis vecinos de arriba no tiene absolutamente ningún ritmo, así que no se trata de eso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Añado un par de datos de falsa antropología sobre los tambores de Semana Santa: hay gente que dice que representan el terremoto que ocurrió en Jerusalén el día de Viernes Santo.
En mi pueblo, tierra amante del ruido, y no solo del del tambor, antes estaba reglamentado: se podía "ensayar" desde el día de Miércoles de Ceniza hasta el de Viernes Santo.
Como imagino que te libras de ver televisiones autonómicas te diré que yo he visto llorar a un joven en la televisión aragonesa hablando de lo que representaba para él el tocar el tambor esos días. ¿Qué hará ese muchacho cuando se le muera un ser querido?
No cejes, por favor.
Angel

Mulliner dijo...

Eres rápido como el capitán Centella.
No me extraña lo de ese joven, tú has podido ver en televisión llorar a jóvenes y viejos cuando su cofradía no podía salir por culpa de la lluvia. Yo mismo he visto llorar a un hombre de 50 tacos porque su equipo de fútbol había perdido.
Y no sé de qué me quejo, a mí a veces se me saltan las lágrimas cuando asisto a un concierto.

Anónimo dijo...

No sabía de tu lado "sensible". Espero que las lágrimas fueran en un concierto de "El Barón Rojo" o por lo menos de "Leño". Bueno, llegaré hasta "Burning", pero no bajo de ahí.
Angel